Bahía Blanca | Martes, 16 de abril

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Es empleada doméstica, tiene cinco hijos y cocina panes para regalar a las familias

"No me sobra el dinero, pero hay gente que está peor",  dijo Sandra Alfaro, quien cocina y reparte docenas de felipes en moto por los barrios más afectados de Coronel Pringles. Su hija Betiana, de 22, le da una mano.

   Anahí González
   agonzalez@lanueva.com

   Sandra Alfaro tiene 39 años, es mamá de cinco hijos, empleada doméstica y sabe lo que se siente cuando falta el pan en la mesa. Cuando los chicos preguntan y no hay nada. Alguna vez lo sufrió y no se olvida.

   Si bien hoy no le sobra el dinero (y muchas veces hasta sale por las calles a vender pan relleno para  pagar las cuentas) sabe que hay quienes están en una situación económica mucho peor y buscó la manera de ayudar.

   Por eso, con lo que recaudó en la última venta de pan relleno, compró 15 kilos de harina, 15 sobres de levadura  y cocinó 155 panes para las familias más necesitadas del barrio Roca, en Coronel Pringles.

   No solo lo amasó y lo horneó junto a su hija Betiana, de 22 años, sino que salió en moto a repartirlo casa por casa. 

   Luego, el pasado martes, en el feriado por el 9 de julio (gracias a donaciones de la gente) cocinó 265 tortas fritas que también salió a repartir puerta a puerta.

   Estuvo cocinando desde las 11 de la mañana y hasta las 4 de la tarde. 

   Llegó a su casa a las 8 de la noche, luego de repartir todas las docenas.

   "Siempre trabajé ayudando a otras personas, pero lo que hacía con la mano derecha no se enteraba la izquierda", dijo.

   "Hoy opté por ayudar a muchas familias más porque Pringles es chico y la necesidad es grande” aseguró.

    Reparte las torta fritas y panes en bolsas de cartón que compra al por mayor.

   “Le llevo a la gente que conozco y que sé que tiene necesidad”, dijo.

   La gente reacciona con sorpresa cuando le tocan la puerta para entregarles los panes o las torta fritas sin costo.

 v  “Nos preguntan: '¿Cuánto es?  Y le decimos: 'Nada'. Le explicamos que lo hacemos para ayudar y le decimos: 'Si no te ofendés ¿te podemos dejar pan?'. Y nos dicen que les viene bárbaro. La mayoría no tiene casi nada de comer”, dijo.

   “Otros nos han dicho que no quieren pan pero quieren colaborar con harina. Yo les digo bienvenido sea, es todo para la gente, nada para mí”, dijo la solidaria mujer.

   El reparto lo hacen a domicilio porque algunas familias tienen dificultades para trasladarse a buscar la mercadería. 

   "Hay gente que no puede salir por el frío, por problemas de asma, otros no tienen auto ni moto, o tienen hijos muy chicos", contó.

   “Betiana, mi hija, me da una mano muy importante. Lo valoro mucho porque ella tiene tres hijos chiquitos, de siete, cinco y tres años”, añadió.

   “Siempre fue mi sueño tener una cocina industrial para poder cocinar a personas que cuando llega la noche no tienen un plato de comida para darle a sus chicos”, expresó

   ""Me la pude comprar con mucho esfuerzo porque hace 9 meses me pusieron en blanco", dijo.

   Ahora quiere ir por más y sabe que hay mucha gente solidaria que podría colaborar.

   "Lo que hago no lo hago a cambio de nada, la recompensa viene por parte de Dios”, aseguró.

   Comentó que si bien muchas familias reciben la Asignación Universal por Hijo, este ingreso no es suficiente para cubrir las necesidades básicas.

   “La mayoría no tiene vivienda propia y debe pagar un alquiler y también hay gente con problemas de salud”, comentó.

   En su casa no tiene gas de red, sino envasado. Y es también un costo que debe afrontar a la hora de cocinar los panes que regala. Pero no se fija en eso. Solo quiere ayudar.

   “Como les digo a muchas personas, me gustaría hacer mucho más. Estuve hablando con cuatro mamás que quieren armar un grupo de solidaridad pringlense y empezar a cocinar. Yo me prendo en todo”, añadió.

   Es muy buena repostera y le encantaría tener un comedor comunitario para ayudar a más personas.

   “Anhelo mucho poder seguir haciendo estas cosas. En la cocina tomo coraje haciendo lo que sea. Si alguien quiere hacer alguna donación de fideos, por ejemplo, voy a otro lado y pido alitas de pollo para hacer un guiso y acercarle a la gente”, dijo.

   El esposo de Sandra, Marcelo Morales, trabaja en una playa de camiones. No obstante, más de una vez la familia tuvo que pedir ayuda a la gente.

   “Soy re super humilde, a veces no me alcanza para comprar un par de zapatillas a mi hijo; pero el corazón es grande y yo siempre digo que voy a salir adelante", dijo.
"Cuando yo necesité, la gente estuvo. Esas cosas las valoro mucho. Hoy en día tengo mi techo propio pero también tengo mis necesidades. No pienso en eso porque hay gente que está peor”, señaló.

   De tal palo...

   Todo es una cadena de solidaria: cuando Sandra y su hija Betiana reparten el pan, el otro hijo de Sandra, Santiago, se queda al cuidado de sus sobrinitos pequeños.

   Samuel, su hijo de 18 años, está por egresar de la Escuela Agrotécnica, brinda apoyo escolar de forma voluntaria a chicos que lo necesitan y también da clases de fútbol de forma solidaria.

   demás también reparte los panes que hacen su hermana y su mamá en el Barrio Roca, para ayudar a las familias.

    Su esposo Marcelo, también la apoya en esta iniciativa.

   "Para poder hacer las cosas necesito espacio en mi cocina y él me ordena todo para que yo pueda empezar a cocinar los panes", dijo.