Bahía Blanca | Sabado, 20 de abril

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"En el tenis, el que mejor anda es el porfiado y el que nunca se rinde"

Luis Alberto Frontini lleva más de 50 años abocado al desarrollo de la actividad. Conocé sus inicios, su especial vínculo con Pacífico y su visión del deporte en nuestra ciudad.

Fotos: Emmanuel Briane- La Nueva.

Por Tomás Arribas / tarribas@lanueva.com
(Nota publicada en la edición impresa de hoy)

   Aquel que haya transitado los estrechos pasillos del predio ubicado en Mendoza y Güemes, al menos habrá intercambiado miradas con este agradable personaje.

   Llueva, nieve o truene, él siempre estará allí, con su inalterable carisma y amabilidad, merodeando entre las gradas del Club Atlético Pacífico, su segundo hogar.

   Desde la simpleza y la dedicación, Luis Alberto Frontini (73) contribuyó enormemente a desterrar el mito que persigue al deporte en cuestión desde sus orígenes.

   “El tenis no es tan elitista como se cree. Podrá ser limitado en cuanto a recursos, pero no deja de ser accesible. Eso depende mucho también de las aspiraciones de cada uno. Pero, como práctica cotidiana, está al alcance de todos”, contó.

   Contrariamente a lo que muchos, basados en esa creencia, podrán imaginar, Luis es lo que comúnmente llamamos un tipo común; de esas personas con un fuerte sentido de pertenencia hacia los colores tatuados en el alma; tendencia en vías de extinción.

   “Acá en Pacífico todavía se mantiene esa tradición. Lo trabajamos permanentemente. Tenemos una política de acercamiento y trato con la gente, donde buscamos que el socio se sienta cómodo y atraído por la institución”, añadió.

   Jugador, socio, profesor y dirigente, podría decirse que Frontini marcó a fuego la historia del tenis en Bahía Blanca. Su historia habla por sí misma...

   —¿Cómo se inició esta aventura?

   —Mi vínculo con el tenis comenzó en 1966. Un día fui a jugar con un amigo a las viejas canchas de Pacífico en calle Entre Ríos, y desde ahí no lo dejé nunca. En esa época no había profesores, se aprendía mediante la práctica personal y mucha inquietud. Aunque era difícil, porque, en esos tiempos, acá se sabía muy poco. Cada cual jugaba como podía. Más tarde, la Federación Bahiense contrató un profesor, Carlos Barral, quien había trabajado en Mar del Plata con Guillermo Vilas, y él nos dio la pauta de la técnica correcta. Nosotros nos sentábamos a ver cómo daba clases y así íbamos aprendiendo, ni siquiera tomábamos clases.

   —¿Y la docencia? ¿Surgió en simultáneo?

   —No, eso fue accidental. Adquiridas las tierras de calle Mendoza, el club decidió vender aquella manzana para construir un complejo deportivo acá. Lamentablemente eso no fue así, solamente se construyó la cancha de básquet y la de bochas, y el tenis quedó en la nada. Ante eso, nos juntamos con un grupo de socios de aquella época y, sin pensarlo, nos pusimos a dar clases en el viejo complejo para solventar los gastos. Lo hicimos hasta juntar lo necesario para armar una cancha. Y así fue como se construyó la actual cancha tres, en el año ‘75.

   "En el tenis, el que mejor anda es el porfiado y el que nunca se rinde. Y yo soy muy porfiado. Por eso siempre traté de perfeccionar mis conocimientos, con cursos de profesorado y demás, sumada a mi experiencia personal. Así fui forjando un estilo y transmitiéndolo como creo que debe ser. Esto no es una mecánica fría, sino que además tiene mucho que ver el condimento personal y mental", agregó.

   —¿Cómo ve al tenis bahiense actual?

   —Está bárbaro. Aunque me gustaría ampliarlo aún más. Hay un tenis amateur muy grande comparado con otros lugares, y por suerte se ha perdido el fanatismo del padre que proyecta en el hijo. Uno nunca piensa en formar a un campeón. Los (Roger) Federer nacen y nosotros aprovechamos todo lo que tiene para que lo explote. Pero no tenemos una varita para transformar un jugador en estrella. Eso no existe. Por suerte, mucha gente practica a diario la actividad y la disfruta. Yo creo que Bahía está muy bien.

   "Cuando se dio el boom de Vilas, el tenis argentino cambió y creció enormemente. Él introdujo un estilo de juego, el Top Spin, que hasta ese momento era desconocido. Esa popularidad alcanzada nos vino bárbaro, porque se incrementó el trabajo y la pasión por el deporte", detalló.

   El rico y extenso relato testimonial de Luis, podría resumirse en el siguiente párrafo: "Si me sacan el tenis, me sacan todo. Gracias a Dios tengo mi familia, pero el tenis es mi motor, lo que siempre me dio las ganas de vivir".

La anécdota

   "Cuando estábamos construyendo las actuales canchas, todavía no teníamos agua. Entonces, como había cisterna y perforación en el viejo predio de calle Entre Ríos, hicimos una conexión con toda una cañería que pasaba por el medio de la calle y que llegaba hasta acá. Cada vez que se cortaba la bomba teníamos que correr 150 metros hasta el otro predio para ver qué pasaba. Tenía buen estado físico, eso sí (risas)", bromeó.

Grabado a fuego

   "Lo que más recuerdo fueron los trabajos hechos con la construcción de la sección Tenis en el club. Fue algo imborrable, que hicimos paso a paso y con mucho sacrificio. Éramos un grupo de personas, que nos reuníamos los sábados y domingos a colocar ladrillos. Y eso fue mi vida prácticamente. Verlo hoy como está, es extraordinario", contó orgulloso.

Inalterable

   "Doy clases los lunes, miércoles y viernes, y los todos los jueves jugamos un dobles con un grupo de muchachos. Hace 20 años, por lo menos, que lo mantenemos. Se juega siempre, haga frío, calor, llueve, truene; casi nunca se posterga. Prácticamente estoy todos los días en Pacífico, porque si no doy clases vengo a jugar un rato. En otra época le metíamos 12 horas de corrido fácil, ahora un poco menos. En la época en que daba clases en la Base Naval, salía a las 8 de mi casa y llegaba a las 9 de la noche", cerró.