Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

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En las cuadras de los supermercados chinos, los almacenes bahienses la pasan mal

La llegada de alrededor de 90 comercios orientales en los últimos 15 años puso fin a la calma de muchos almacenes y despensas locales. Qué debieron hacer los comerciantes criollos para sobrevivir en tiempos de crisis y al lado de los gigantes.

Fotos: Emmanuel Briane - La Nueva.

Federico Moreno/ fmoreno@lanueva.com

Son unos 90 en la ciudad. Los supermercados chinos proliferaron de manera descontrolada en nuestra ciudad durante los últimos 15 años, atraídos por un consumo que les permitía recuperar sus inversiones en poco tiempo.

Hoy, en plena crisis económica, los almacenes, autoservicios y despensas bahienses que sobreviven y conviven con ellos están más preocupados que nunca y cuentan cómo se las ingeniaron para no ser olvidados en la cuadra.

Paula, comerciante de Zelarrayán al 2.500.

“Ningún colega llega a fin de mes”

Paula, dueña de un almacén y casa de comidas en Zelarrayán al 2.500, explicó: “La realidad es que la gente busca precio y uno no puede competir con los chinos, porque cuando ellos compran 100 packs, nosotros compramos uno. Por suerte, mi rubro fuerte es la venta de comida”.

“Antes estábamos enfrente, teníamos fiambrería con despensa. Cuando me enteré de que venían los chinos a la cuadra dije ‘vamos a pensar en hacer otra cosa’, porque era obvio que siendo un negocio chico nos iban a comer. Y como no nos queríamos ir del barrio, porque nos encanta la gente, nos mudamos unos metros y vendemos comida casera y fresca, que es lo que buscan los vecinos”, agregó Paula.

“Los colegas del sector están muy preocupados, ninguno llega a fin de mes. Estamos rodeados –-hay 5 supermercados chinos en pocas cuadras--, la preocupación está pero mientras la Municipalidad los siga habilitando tenemos poco por hacer”, lamentó.

“El chino obviamente que resta, lo tengo a upa prácticamente, la Municipalidad no lo debería haber habilitado. Ahora existe una ordenanza que prohíbe mercados tan cerca, pero llegó tarde, no me sirve. Pero más daño que el chino nos está haciendo el Gobierno argentino a todos los comerciantes”, opinó Walter, dueño de un autoservicio en Florida y La Falta, ubicado a 20 metros de un super chino.

“Yo sobrevivo porque no pago alquiler y porque no tengo empleados, la merma en las ventas se sintió desde el día de su llegada -–hace unos 3 años--. Es muy grande y lo tengo muy cerca, pensá que tienen en góndola el fernet más barato de lo que a mí me lo deja la distribuidora. Le puedo competir en la mercadería fresca y gracias a algunos clientes fieles”, lamentó el experimentado vendedor.

Fabián tiene un almacén desde hace 20 años en San Martín al 3.600 de Ingeniero White. Hace 10, cuando un supermercado asiático se instaló a veinte metros de su comercio, todo cambió.

“Siempre tenés que ir cambiando de rubro, agregando alguna otra cosa. Yo tuve que poner el sistema de cobro de servicios, porque al almacén viene cada vez menos gente. Se subsiste, no más. Y eso que vivo acá y no tengo que mantener empleados. Si me pasaba antes tal vez decidía encarar otra cosa, hoy con mi edad y sin estudios no te toma nadie”.

En cuanto a los precios, Fabián explicó que estando a 20 metros del chino, a 50 de la Cooperativa y a 200 de La Banderita, “se me hace imposible hacerles frente, lo único que puedo hacer es ofrecer marcas alternativas que la gente busca en tiempos de crisis”.

Facundo, comerciante de Alem al 2.200.

Facundo, responsable de una vinoteca en Alem al 2.200, sostiene que “los chinos utilizan los precios bajos en las bebidas como gancho” y que los primeros tiempos “con el supermercado al lado se sintió muchísimo la merma”.

“Se sabe que hacen eso con la bebida, la tienen muy barata durante un tiempo para que el cliente también compre otras cosas no tan baratas. Ponen todo incluso por debajo de los precios sugeridos por las bodegas. Y nos ha pasado de hacer una promoción gracias a un acuerdo con un distribuidor, que los chinos vean que tenemos eso y que se le vayan a quejar diciendo que ellos también quieren esa oferta”.

Sobre cómo se tuvo que adaptar un local con 10 años en la cuadra desde la llegada de los asiáticos, hace un año y medio, Facundo destacó las condiciones que le permitieron subsistir: “Si no fuéramos una empresa instalada, distribuidora y con otras sucursales, estaríamos perdiendo público. La otra cosa que nos permitió resistir es la atención al público, donde podemos ofrecer más que la competencia. En este tiempo vi despensas chicas del barrio morir porque los chinos nos están rodeando por todos lados”.

Maximiliano es encargado de un drugstore ubicado en Zelarrayán al 600, misma cuadra en la que desde hace pocos años un supermercado chino ocupó el local donde solía haber un Burgos. “Se sintió mucho la llegada del chino, se pudo seguir porque somos un almacén con mucha variedad y porque tenemos una clientela fija. Y esa clientela es fija porque son muchos estudiantes de este sector que bajan a cualquier hora, y mientras que el chino cierra 21.30, nosotros estamos hasta la una de la mañana”.

Sobre la dificultad para competir con los precios que ofrecen los chinos, Maximiliano opinó que “me parece que así como se han hechos algunas famas malas, con lo de los precios se hicieron una buena fama y no sé si es tan así. Actualmente tienen los mismos precios que puede tener cualquiera. Si ahí hubiera una Cooperativa no sé si les iría tan bien como a los chinos, y eso es gracias a la fama que se hicieron”, agregó el comerciante.

Incluso al lado de una vinoteca, la estrategia es la bebida barata.

“Nosotros también pedimos ofertas” Facundo y Silvia tienen un almacén desde hace 5 años en Zelarrayán al 2.500. Hace 3 años se les instaló a pocos metros el primer chino y hace 10 días el segundo, eso contando estrictamente los que están a menos de 100 metros. “Cuando llegan se siente mucho, te matan con los precios bajos que ponen. Nosotros tratamos de hacerles frente pidiéndoles nosotros también ofertas a los proveedores que nos vienen a vender. Algunos te ayudan, otros no”, sostuvo Silvia.

“Los chinos suelen tener barato el alcohol, pero otras cosas no tanto. Y a la gente le entra por la vista el alcohol, después si le cobran 200 pesos el paquete de fideos o la comida de todos los días, que debería ser más importante que el alcohol, no lo ven o no se dan cuenta”, lamentó Facundo. “Nosotros la seguimos luchando, los clientes no son fieles, el que te dice que es fiel te miente. Subsistimos, esa es la palabra, no queda otra. De algo hay que vivir”, analizaron los jóvenes.