“Desde que tuve el accidente empecé a amar la vida”
Angel Jesús Bouhaben se desplaza con su andador por el centro de Bahía, donde vende señaladores y regala sonrisas. Hace 10 años tocó fondo y de a poco quiere seguir mejorando.
Maximiliano Allica / [email protected]
Se llama Angel Jesús pero aclara que no le pusieron esos nombres por una cuestión religiosa. La madre se llamaba Nélida Angela y Jesús era el abuelo.
Me confunde, Angel, cuando explica ese origen mientras se acomoda el rosario con una medalla de la Virgen, al lado de un escudo de Huracán.
Dice que, más allá de cuánto le inculcaron o no el amor a Cristo, igualmente es un hombre de fe.
“Con estos nombres, ¿qué querías que hiciera? Y todo eso fue creciendo después del accidente”, adelanta.
Pero antes de llegar a ese momento hay una historia, que vamos a contar en forma parcial, ya verán por qué.
Angel tiene 41 años, es bahiense y se crió en el barrio Vialidad, cerca del puerto. De familia humilde, empezó a ayudar a la madre desde muy chico. A los 10 años vendía pescado y a partir de ahí vendría una serie de changas para que Nélida no tenga la responsabilidad exclusiva de dar de comer a todos los hermanos.
Su vida es (casi) la de un pibe humilde como tantos otros. “Y bastante vago, yo te cuento los detalles a vos, en confianza, pero no los pongas en la nota. Tengo tantas espinas como la corona de Jesús”, dice y guiña el ojo.
Le digo que ok, nos ponemos de acuerdo y seguimos adelante.
Saltamos la etapa de primera juventud y nos remontamos a sus 25-26 años, cuando todo cambió en aquel viaje para probar suerte en Buenos Aires. Nada fue fácil, como ya no lo era en Bahía.
Cuenta que la mejor etapa fue cuando trabajaba de dibujante, bajo el seudónimo de Otto. Siempre dibujó, pero nunca le había prestado mucha atención a esa habilidad, hasta que alguien le empezó a encargar trabajos para ilustrar distintos proyectos gráficos.
“Lo que otros tardaban un mes en terminar, yo lo hacía en una semana. Era vago... pero no por eso dejaba de laburar –dice --. Algunos dibujos míos viajaban a otras ciudades del país, a España, Francia”.
Le digo que sí con la cabeza, pero desconfío. Se da cuenta y me manda a la barra del café donde estamos tomando un cortado para que busque papel y lapicera.
Se los alcanzo y en dos minutos traza con la zurda, que ahora es su mano “hábil”, el dibujo que acompaña esta nota. Me lo da, me mira fijo y dice: “Yo soy esto que ves, pero me acuerdo de lo que era”.
“El cerebro no respondía casi nada”
El vuelco brutal en su vida llegó cuando lo atropelló una camioneta hace 10 años. Perdió buena parte de la movilidad, casi toda la audición y directamente dejó de hablar.
“El cerebro no respondía casi nada. Volví a Bahía, me reencontré con mi familia. Pero siempre la quise pelear, por peor que estuviera. Al principio venía al centro, me quedaba quieto en algún lado y pedía. No podía decir una palabra pero yo veía que la gente me quería ayudar. A este bar (Boston Café) venía con las monedas que juntaba y, aunque no alcanzara para la comida, nunca me faltaba el plato. Me decían que a ellos les servían las monedas para el cambio. ¿Te das cuenta?”.
Sin otro tratamiento médico que su fuerza de voluntad empezó a romperse el alma para superarse. No es tan fácil entenderle cuando habla, su oralidad sigue un poco trabada, pero es mucho más fácil ahora que hace un par de años.
Él mismo se crea ejercicios de audio. Y, en su casa, donde vive con cuatro sobrinos, se anima a caminar unos pasos sin andador.
“A veces me caigo, claro. Los chicos se ríen, porque es como si yo fuera un nene que está aprendiendo a caminar”.
Hace un buen tiempo que dejó de pedir monedas porque empezó a vender señaladores, que encarga a una empresa en Buenos Aires. Le va mejor de lo que parece. “Hay veces que junto bastante y, al otro día, no vengo al centro porque no me gusta molestar a la gente. Cuando estoy por acá es porque necesito vender”.
Dibujar más y caminar solo
--¿Qué hacés cuando te quedás en tu casa?
--Pinto y dibujo. Tengo una pila de trabajos terminados.
--¿Por qué creés que los bahienses te ayudan tanto?
--Porque la gente es buena. Desde que estoy así descubrí un montón de cosas. Te digo más, desde que tuve el accidente empecé a amar la vida. Mi vida antes de esto tampoco era fácil. Ahora le deseo el bien a todos, hasta a los boludos que me putean.
--¿Perdón?
--Siempre hay boludos en la calle.
--¿Cuál es tu sueño?
--Volver a caminar solo. Ya me vas a ver, yo sé lo que te digo.