Bahía Blanca | Domingo, 13 de julio

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Aferrarse al rugby, como una tabla de salvación para mantener sueños y esperanza

Argentino incorporó a su plantel femenino 5 rugbiers de Venezuela. Con un trabajo, viven y ayudan a sus familias.

Desde la izquierda, Carla Lanzarote, Marianny Izarza, Najhuat Arellana, Isabela Gaspar y Rosmary Luján. Fotos: Emmanuel Briane-La Nueva.

Por Ricardo Sbrana - [email protected]

(Nota publicada en la edición impresa)

   Con el objetivo de potenciar su plantel de rugby femenino, desde hace unos meses el club Argentino viene reforzando su equipo con jugadoras de Venezuela.

   Llegaron cinco, por gestión del bahiense Valentín Diez. Algunas con experiencia en este deporte, otras con aptitud en el alto rendimiento. Pero todas con la necesidad de ver en el puente a nuestro país, la chance de una vida mejor. Para ellas y para sus familias.

   Las primeras en sumarse al equipo azul fueron Carla Lanzarote (26 años) y Marianny Izarza (28), quienes arribaron hace cinco meses.

   Lanzarote vivió con la madre y con la abuela en Yaracuí (centro-oeste de Venezuela) y su realidad, entre los 5 casos, fue la menos agobiante.

   “No la estaba pasando tan mal en lo personal. No es que me haya ido por el momento crítico sino para aportar un poco a la familia”, explicó.

   “Encontré gente muy amable en Bahía y en el club. Si bien practiqué fútbol y vóleibol, en rugby es donde más encajo. El rugby es como guerrear... Lo llevás en tu vida. Te caés y te levantás. Más allá de todo, en un momento tuve una lesión y luego entendí que esto es caer y levantarse. Tu decides si guerreas o no”, afirmó.

   Izarza, proveniente de Barquisimeto, es quien llegó con mayor experiencia en rugby. Jugó en Venezuela y también en Delta RC de Brasil. En su país la vio venir y aprovechó que tuvo el dinero para irse en el momento menos dramático.

   “La mía es la misma historia de cualquier venezolano: el principal motivo por el que quise salir del país es por la situación que se vive. No la pasé duro, porque nunca llegué a un punto crítico. Y mi familia tampoco, pero capaz sí mi vecino, al punto que comía dos veces al día. Fue como un alerta de que todo iba a empeorar: o me iba en ese momento, o no me iba”, afirmó.

   “Hablé con mi entrenadora (venezolana) y le planteé que necesitaba irme para trabajar. Ella contactó entrenadores para conseguirme una oportunidad y me ubicó en un club de Brasil, donde estuve diez meses. Iba todo súper bien porque me pagaban todo, vivía muy bien y cómoda. Pero entre entrenamientos y viajes todos los fines de semana, no podía buscar un trabajo. En la cabeza tenía la idea de que me estaba yendo bien a mí, pero no estaba ayudando a mi familia en Venezuela. Y no quería estar así. El principal motivo por el que acepté venir fue porque acá puedo jugar y trabajar”, contó.

   “En Venezuela teníamos un pequeño negocio, de velas. Nos iba bien hasta que llegó un momento en que no conseguíamos materia prima para seguir fabricando. Al principio nos iba súper bien, pero todo fue decayendo y la terminamos cerrando. Cada quien tuvo que buscar por otro lado”, agregó.

   Hoy no tiene más que palabras de agradecimiento.

   “Lo primero que me llamó la atención es que es una ciudad bastante tranquila y eso me gusta. Me gusta el clima. Es frío, pero me gusta. Me gusta la gente con la que me encontré, súper buena onda. La gente del club nos ayudó demasiado. Estoy súper agradecida con Bahía y con los argentinos que me he topado. Y hasta con los venezolanos con los que me topé en Bahía. ¡Hay muchos!”, afirmó.

Jugar para sobrevivir

   Rosmari Luján, 25 años, dejó su Bobures natal para aferrarse al rugby como tabla de salvación.

   “En todos los pueblos se siente la crisis. Lo que pasa es que cuando sos de pueblo, como Bobures, hay mucha agricultura, ganadería... Mi pueblo por suerte es costero y hay pesca. De hambre no se van a morir: comen plátanos, yuca, cualquier cosa... Gracias a Dios mi familia no pasó hambre, pero sí tuvo que abstenerse de comer ciertos alimentos que uno está acostumbrado como pollo y carne”, contó.

   “Me vine a la Argentina y a Bahía para mejorar, por la situación de mi país. No la estaba pasando mal, porque era atleta de alto rendimiento. Fui selección de atletismo en lanzamiento de jabalina. Pero en vista de la situación (económica) y de querer mejorar mi rendimiento deportivo, la entrenadora de la selección me puso en contacto con Valentín (Diez)”, sostuvo.

   “La decisión de jugar al rugby fue por supervivencia. Como vivo del deporte, necesitaba ir a una competencia internacional para recibir viáticos y ayudar a mi familia con ese dinero. Me esforcé y quedé en el equipo de rugby que representó al país en los Centroamericanos y del Caribe del año pasado, donde obtuvimos medalla de Plata”, recordó.

El drama, de cerca

   Isabela Gaspar (23) vivía en Caracas. Hoy, en Bahía, se siente aliviada. Entrenó rugby y trabajó como freelance por 2 dólares al mes.

   “Yo sí viví las 24 horas sin luz, sin agua... Nada de lo que se ve en los medios es mentira. En Caracas pasamos una semana sin agua y sin luz. La gente tenía que agarrar agua de pozo. Había gente bañándose en el río Guere, un río contaminado. Todas las aguas sucias de casas y departamentos caen ahí. Por eso es un alivio estar acá. Tengo agua, luz. La gente es súper amable. Podés caminar o trotar por la calle sin problemas. Allá en Caracas quería trotar o hacer ejercicios al aire libre y no se podía porque es muy peligroso”, recordó.

   “Me gusta el club (Argentino). Me siento bien. Todos fueron super amables conmigo y veo muchas ganas de aprender", dijo.

   Najhuat Arellana (25 años) fue una de las últimas en llegar -15 días- desde Caracas. “Por ahora el cambio ha sido muy bueno. La ciudad es tranquila y la gente amigable”, dijo.

   “Dejé el país por la situación en la que nos encontrábamos. Estuvimos quince días sin luz y sin agua. Teníamos que salir a las calles a ver dónde conseguir agua”, agregó.

   “Uno piensa en irse a Colombia, por ejemplo, pero prácticamente es como estar en Venezuela. La delincuencia es igual de alta o parecida. Y Brasil está igual, con la violencia y además hay un idioma distinto. Argentina es un país tranquilo. La mejor opción”, afirmó.

   “Yo hacía diseño gráfico. Tengo una amiga en Dallas, Estados Unidos, y nos pedían diseños y se los enviábamos. Nos pagaba en dólares. Y sin embargo, llegó un momento que aún ganando en moneda extranjera no era suficiente con la inflación que había. Pero siempre tuvimos para comer”, concluyó.

“Para levantar el nivel”

   Valentín Diez fue quien gestionó y concretó la llegada de las refuerzos. Es bahiense y vivió 20 años entre República Dominicana y Panamá, donde además jugó al rugby.

   “Estoy ayudando al entrenador principal del equipo (Marcelo Spikerman). Decidí importar jugadoras de afuera para levantar el nivel”, explicó.

   Fue quien contactó a entrenadores de la Federación de Venezuela y propició para las jugadoras -con ayuda de dirigentes de Argentino- las condiciones necesarias para la estadía.

   “Acá traté de darles una mejor calidad de vida, en todo lo que se pueda. Buscamos que estén tranquilas, que puedan hacer el deporte que les gusta y tengan un trabajo, sin tener que preocuparse por los problemas de nuestro país”, concluyó.