Comisaría Séptima: entre la conformidad y una preocupación
Vecinos y comerciantes del barrio Cooperación dieron su mirada positiva por la instalación de la seccional, aunque a las autoridades les inquieta la cantidad de entraderas que se producen en esa jurisdicción.
A más de 7 meses de la instalación de la comisaría Séptima, en la intersección de Astrada y Rigamonti, un sector de la ciudad considerado hasta entonces conflictivo, vecinos del barrio Cooperación destacaron aspectos positivos en materia de seguridad, aunque la zona mantiene un índice alto de entraderas.
“Siempre hubo problemas”, reconoce Elisabeht Sagretti, propietaria de un quiosco ubicado sobre Peñaloza, justo donde desemboca Siria, pero para ella, en la actualidad, está “bárbaro, 'tranqui'”.
“Cuando vinieron los chicos (en referencia a los uniformados), porque la mayoría son jovencitos, me pasaron el celular para cualquier cosita. Y siempre están dando vueltas”, agrega.
Al momento de inaugurarse, el 14 de junio pasado, se informó que la sede contaría con 50 uniformados, divididos en turnos.
“Vos ves que andan, y para colmo son unos cuantos, hay un montón, incluidas chicas. Andan en patrulleros. Y si bien ahora no, por el calor, también pasan caminando”, dice Elisabeth, duante una de las tórridas tarde de esta semana, sin ocultar que “siempre tenés a los borrachos”, aunque aclarando que “a mi nunca me pasó nada”.
La mujer asegura que llegó al lugar “cuando arrancó el barrio. Y siempre tuve negocio, aunque fui cambiando de rubro y, por suerte, nunca me tocó”. De todas maneras, reconoció que “una vez me llevaron el teléfono público que estaba afuera, me sacaron el cosito de las monedas. De esto, ya hace 6 o 7 años y ocurrió cuando ya cerrábamos”.
“No hubo asentamientos”
Para Elisabeth es beneficioso “el movimiento de la Coope (sucursal Nº 110, de la avenida Alem 3170). Eso era baldío y ahora hay movimiento” y también que “acá está la misma gente”. Y si bien en “los otros barrios hay vecinos nuevos, no hubo asentamientos”.
María Victoria Campos hace 21 años que vive en Pañaloza al 600, donde instaló su peluquería.
Asegura que “gracias a Dios, nunca tuve problemas; pero ahora estoy más segura. No hay tanto ruido de patotita y las juntadas en la plaza ya no están más”.
La mujer dice que “sinceramente, se puede salir a la calle. Antes, hará unos 4 años, estaba más bravo. Y desde hace 2 años es retranquilo”.
Sabrina Manrressa tiene una despensa en Rigamonti y Siria, y llegó al lugar casi al mismo tiempo de ser instalada la comisaría.
“Cuando me mude, me robaron el auto. Estábamos acá, era de madrugada, y mi hermana escuchó los ruidos. Lo tenía afuera porque en el garaje tengo el negocio. Después que pusieron la comisaría no se ha comentado de robos. La verdad, no hubo más problemas”.
La comerciante confiesa que “antes, los chicos se juntaban acá, a tomar. Eso se tranquilizó. Y desde que llegó la comisaría no se juntaron más. También se escuchaba que andaban mucho arriba de los techos; ahora está tranquilo”, completa.
Gladys Mabel Conca es propietaria del polirrubro que lleva su segundo nombre, ubicado en Panamá y Peñaloza, y que atiende junto a hijo Nazareno Asensi. Ambos fueron castigados duramente por la inseguridad que hace algunos años reinó en el sector.
Y para muestra es más que suficiente citar que a las 20.10 del lunes 24 de septiembre de 2012, un delincuente armado irrumpió en el lugar, encañonó a la mujer, la agredió y se apoderó de la recaudación para luego huir.
Anteriormente, el 20 de diciembre de 2008, pocos minutos antes de las 14.30, la solidaria actitud de una vecina que advirtió que se estaba cometiendo un asalto, puso en conocimiento de la situación a la policía que rápidamente arribó al lugar -cuando Nazareno ya había sido atado con el cable de un cargador de teléfonos y Gladys estaba a punto de ser atada con cordones de sus zapatillas- para no solo evitar el robo sino detener a los dos asaltantes que cometían e iniciaban la fuga.
Cuatro meses antes, ya habían padecido otro robo.
“Ultimamente está bastante tranquilo”, dice Gladys; aunque su hijo recuerda que “el año pasado, en octubre, le robaron a una chica en su casa, frente a la plaza. Y una o dos semanas después de haberse inaugurado la comisaría hubo un robo a una cuadra”, de la sede policial.
Nazareno completa diciendo que “después no he escuchado nada” y considera que “la presencia de la comisaría siempre ayuda”.
Si bien Gladys asegura que “no le prestó mucha atención” a la presencia polical, Nazareno indica que “hay veces que están y otras, no. Tal vez tengan que recorrer mucho y no den abasto”.
Una modalidad que no encuentra solución
Las entrederas, que aluden al asalto a familias en sus viviendas es, sin lugar a dudas, uno de los delitos que más sensibilidad, angustia y temor generan en materia de inseguridad.
Y como en otros sectores puntuales de Bahía, en jurisdicción de la comisaría Séptima existe una seguidilla, especialmente entre fines del año pasado y principios de 2019.
"Nos tiene preocupados la situación", reconoció una autoridad en la materia que prefirió el anonimato.
A diferencia de lo que sucede en el barrio Patagonia, donde los hechos generalmente trascienden y generan un impacto público, en el área de la última comisaría creada en la ciudad son pocos los que se conocieron.
De todas maneras, hay un común denominador, a diferencia de lo que sucedía el año pasado: ninguno está esclarecido.