Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

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Alonso: "Por esta camiseta derramé lágrimas de alegría"

El "Bocha" tiene su propio museo en su casa. "Me regalaron la de mi ídolo, Salvador Pedro Cicchini", dijo emocionado.

El "Bocha" tiene su propio museo en su casa. "Me regalaron la de mi ídolo, Salvador Pedro Cicchini", dijo emocionado. Fotos: Pablo Presti-La Nueva.

Por Javier Oscar Schwab / jschwab@lanueva.com
(Nota publicada en la edición impresa)

   Los achaques de la edad no alcanzan para frenar el ímpetu de un ser humano extraordinario, y de un futbolista que dejó una marca imborrable en el corazón del hincha de Villa Mitre.

   Rubén Atilio Alonso, al que todos conocen como el "Bocha", se mantiene vivo a través de los recuerdos y las actividades solidarias que ya son moneda corriente desde hace varios años.

   Logró instalar un pequeño museo en su casa, donde atesora valiosos regalos ligados al fútbol, y es parte de una peña que se distingue por agasajar a personalidades ligadas al deporte, como ex jugadores y dirigentes, entre otros.

   “Por la camiseta de Villa Mitre derramé lágrimas de alegría", dice el siempre humilde Rubén Atilio Alonso, sin reparar en que mucha gente lloraba de felicidad cuando lo veían jugar a él.

   "Dicen que con mi físico chiquito hoy no podría jugar de '9'. Pero yo veo jugadores chiquitos que la rompen; sin ir más lejos el hijo de 'Pelusa' (Martínez) no es tan grande. ¿O no?", se pregunta.

   —¿Porqué idolatrás a Cicchini?

   —Fui suplente de Salvador durante varios años en el seleccionado liguista. Y siempre le digo a los chicos: "Si adelante tuyo hay uno peor, enojate. Pero si es mejor, callate y esperá el momento. Y Cicchini era el mejor...".

   —¿Vivís de agasajo en agasajo?

   —Y soy un agradecido. Hace poco me regalaron una plaqueta en Sporting. Me invitó Carlos González. Y la camiseta de mi ídolo me la dieron los directivos rojinegros en un agasajo en el club Villa Mitre.

   —¿Qué le contestás al que te dice que vos no podrías jugar hoy en día?

   —Los observo y me río. No soy de contradecir nada, todo lo tomo bien.

   —¿Qué jugador te gusta en tu puesto?

   —Me hice hincha de Julio Acosta. ¡Cómo me gusta...! Y (Agustín) Cocciarini, que es muy inteligente.

   —¿Vas a ver fútbol?

   —El local no; el del Federal. Voy a una obra de teatro y quiero que me regalen algo. Eso sí, si el partido es malo no hago comentarios al respecto; vuelvo a mi casa y lo analizo solo.

   "Cuando puedo me acerco a un pibe y lo aconsejo. El otro día un jugador de Villa Mitre (NdR: Juan Pablo Zárate) erró un penal, me acerqué y le dije: 'Te paraste mal hijo, le avisaste al arquero, que hoy son muy vivos...'".

   —¿Qué valorás de un partido?

   —Le decía a (Martín) Carrillo: "Vos tirabas dos caños y hacías un sombrerito y para mí ya estaba paga la entrada". Ahora no se ve nada, son todos pelotazos, seis cabezazos en la mitad de la cancha. Uff...

   —¿Seguís llorando cuando vas al club?

   —Sí, mucho. Viví momentos de mucha pobreza en el club. Y mi situación familiar también era difícil. Los lujos de hoy, que se dan los jugadores, lejos están de lo vivido por nosotros.

   "No cobrábamos un peso, nos bañábamos cuando se podía, había que cuidar lo poco que se tenía y las canchas eran de tierra. A mí dame los lujos de hoy, con el termotanque y el freezer, con el jugador de antes".

   —Otros códigos.

   —Salía a "pata" de mi casa. Al lado vivía Carlitos Lenher; en la otra cuadra Moro, Cappa, el "Titi" (Santanafessa). Los once de la Primera llegábamos caminando a la cancha. 

   —Sentimientos que casi no existen hoy en día.

   —Sí. Llevo 73 años con los mismos sentimientos. Jugué toda la vida en el club y lo único distinto que hice fue reforzar a Olimpo. 

   "Migliorini vino a ver al Capitán Martínez para comprar mi pase. Y él, como presidente, le dijo: 'Alonso es patrimonio del club'".

   Se te infló el pecho.

   —(Risas). Pensé que me comparaban con San Martín o Sarmiento. En la calle le decía a la gente: "¡Qué voy a ir a Olimpo si soy patrimonio del club!" No tenía ni idea qué era eso...

   Pero una de las canchas del complejo lleva tu nombre. Te reconocieron en vida.

   —(Se emociona). Tengo una nota del presidente (La Rocca) que dice que puedo usar el club cuando yo quiera y para lo que quiera. 

   "Ese es mi mayor orgullo, que si algún día no estoy en este mundo mi nombre se recordará a través de algo que se hizo en el club", manifestó el "Bocha".

"Me faltó carácter. No el de jugador de fútbol, sino el de la vida"

   Alonso estuvo en Quilmes (a los 16 años), Chacarita, Vélez, pero su paso por Europa lo marcó.

   "En el '67, Juan Carlos Barral me llevó a España junto con un puntero de apellido Martín, que pasó por Olimpo y que se enganchó en Zaragoza. A mí me hicieron practicar en el Real y en el Atlético, donde estaba Bernardo Griffa. Barral le pidió que me diera una mano. Pero en las prácticas me sacudía de lo lindo. Eso no me ayudó".

   "No podía creer lo que me estaba pasando. Había saltado de mi barrio a Madrid, cuando todavía ni siquiera conocía Buenos Aires. Después apareció la posibilidad de ir a Mónaco, pero no aguanté la soledad. Un buen día pedí la plata para el pasaje y me volví. Resigné los 2 millones de pesos".

   —¿Qué te faltó para triunfar en Europa?

   —Me faltó carácter. No el de jugador de fútbol, sino el de la vida, de saber enfrentar a un dirigente y no decir todo: "Sí, sí, está bien...".

   —¿Cómo se logra eso?

   —Ayudando al chico con la personalidad. Primero la persona, el respeto, el consejo sano.

   "Lo mío fue lesiones, cuchillo y dolor. Me decían: 'Ponete una inyección en los ojos y yo lo hacía'. Jugué con cicatrices hasta los 56 años".

Con su hijo Luciano, quien también heredó la pasión por el fútbol.

Ojos que no ven, corazón que....

   Recién operado. De la vista. "Me agarraba desesperación porque me sentaba en la tribuna y no veía nada. Repetía los gestos de la gente que estaba al lado mío para no pasar por b..., jajaja. Eso sí, jamás insulté a un jugador".

   Debilidades. "Mis hijos: Luciano, mi compañero del día a día; Viviana, Verónica y Gustavo (vive en Barcelona). Ellos se hablan, están pendientes de mis problemas de salud. Y mi nieta: Juliana".

   El cariño. De toda la gente. "Si salgo caminando para el club tardo como 3 horas en hacer algo más de 2 cuadras. Me paran todos los vecinos, nos ponemos a hablar del barrio".

   La Peña. "Como presidente en la comisión de bochas armé la peña 'Veteranos del club Villa Mitre'. Entregué unos 300 premios. Y también jugaba. Estuve como 10 años, pero cuando largué, sonaste. Ahora, por suerte, está Calacho y la promesa de los dirigentes de que no desaparecerán".