Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

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El Planetario de la UNS ya tiene nombre propio

El domo de la sala lleva desde ahora el nombre del agrimensor e ingeniero Enrique Ferráz, ex docente y apasionado por la astronomía.

Agrimensor e Ingeniero civil, Enrique Ferraz

Mario Minervino / mminervino@lanueva.com

   La Universidad Nacional del Sur (UNS) ha dado un nuevo paso en su valiosa costumbre de asignar a los espacios que conforman sus instalaciones académicas, nombres de docentes y hacedores de la historia de esa casa.

   En este caso se ha procedido a dedicar el nombre del agrimensor e ingeniero civil Enrique Luis Ferraz al domo del planetario que funciona en el área de Agrimensura, en uno de los cuerpos del complejo de la avenida Alem 1254.

   Ferraz (Pigüé 1907-Bahía Blanca 1980) fue docente de varias materias, tanto en el Instituto Tecnológico del Sur como en la UNS.

   Fue uno de los fundadores del Centro de Ingenieros local, tuvo una importante labor pública y privada en el ámbito de su profesión y fue un apasionado por la astronomía, creador del Centro Astronómico de Bahía Blanca y participante de la construcción de los observatorios del Instituto Juan XXIII y de la UNS.

El planetario, cuyo domo lleva ahora el nombre de Ferraz, es un local con una cubierta semiesférica, sobre la cual se proyectan imágenes relacionadas con el universo, una suerte de gran pantalla que simula ser la bóveda celeste.

La UNS posee también dos cúpulas diseñadas para servir como observatorios, aunque las mismas nunca se pudieron poner operativas por falta de los telescopios adecuados.

El planetario realiza una tarea que se concentra en charlas a escuelas y estudiantes. Está abierto el público en circunstancias puntuales.

 

Un observatorio propio

   En su vivienda familiar de calle Yrigoyen al 500, Ferraz construyó, en la década del 50, su propio observatorio, con cúpula --como corresponde-- y un variado equipamiento.

   El lugar era una suerte de balcón al cielo, con un local anexo funcionando como taller. Allí desarrolló su afición durante casi 25 años, incluida la observación de posibles objetos voladores no identificados, luego de una experiencia vivida en un viaje de estudios con sus alumnos en cercanías a Viedma.

   Todo el equipamiento de ese lugar fue luego donado al observatorio del Instituto Juan XXIII, del cual Ferraz fue promotor y creador.