Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

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Tiempos de “chapa y pintura”

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   Es real que “lo primero entra por los ojos” y no causa la misma impresión un objeto reluciente y nuevo comparado con aquel que está deslucido o deteriorado. Da cuenta de estos conceptos “el mercado del usado”, ámbito en el que al momento de vender un producto, el aspecto es fundamental.

   ¿Interior o exterior? ¿Ser o parecer?

   En tiempos en los que la Psicología ya es cotidiana, la “autoayuda” pulula por cuanto espacio se te ocurra y la industria de terapias y abordajes alternativos va en ascenso, es evidente que el conocimiento y cultivo del interior es prioritario; sin embargo parecer, aparentar, figurar, simular, disimular, ocultar, fingir, son los barrotes de la prisión del siglo XXI, pues estamos presos de las apariencias.

   Alardear o presumir y carecer son las dos caras de la moneda, arrojarla al aire da igual, sea “cara o seca”, es evidente la existencia de un conflicto, en el que mostrar una imagen social de felicidad y éxito enmascara un bienestar inexistente.

   Fama, popularidad, estar en el centro de la escena, son los motivos de quienes pretenden sobresalir y aparentar construyendo una personalidad ficticia y recubriéndose de objetos “para figurar” un estilo de vida y una posición, que seguramente no es real.

   Abundan ejemplos, seguramente alguno ya viene a tu memoria y hasta amplificado por las redes sociales, que se han convertido en un “altavoz” de vidas “artificiales” y de identidades virtuales que pretenden llamar la atención.

   Consumir y “mostrar” determinadas marcas, ostentar relaciones y conquistas, vanagloriarse con “una agenda de contactos y selfies”, son los naipes empleados para construir el endeble castillo en el cual guarecerse y preservar al personaje construido.

   ¿Necesidad y deseo de aparentar?

   Según la Psicología en la génesis de la apariencia hay una profunda necesidad de afecto y aceptación, de ser reconocido como importante por el entorno; patrón neurótico que se expresa mediante la construcción de una “ficción” para obtener opiniones favorables, pues la energía se centra en montar una vida, una historia, una imagen, hasta una sonrisa “blanca y plastificada” que se vea bien, sin importar el interior.

   Este afán y exageración de “chapa y pintura” recubre una arraigada inseguridad; quien vive aparentando está convencido que no es sobradamente atractivo, interesante, inteligente para llamar la atención, por ello el alarde compensa la carencia, equilibra la inseguridad y “conseguiría” la aprobación social.

   La compensación es un mecanismo psicológico, y sea consciente o inconsciente, opera como una especie de “chapa y pintura” que tapa los sentimientos de inferioridad, las frustraciones, debilidades, que en ocasiones son imaginarias.

   ¿Vidas perfectas? ¿Para quién? Vivir para aparentar, para el aplauso o para despertar envidia implica cultivar aquello perecedero, aquello que debilita y que sumerge en un circuito sin salida; aceptar las imperfecciones, cultivar lo que no se ve pero que da sentido y satisfacer solo la opinión propia, deviene en éxito duradero.