Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

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Lenzu, el apellido que danza entre Bahía Blanca y Nueva York

El 15 de marzo se cumplirán 25 años desde que Anabella cumplió la mayoría de edad y fundó L'Atelier. Hoy vive en Nueva York y Pamela es la directora.

Anabella (izquierda) y Pamela forman un gran equipo de trabajo. Donde quiera que estén. Fotos: Emmanuel Briane-La Nueva.

Franco Pignol / fpignol@lanueva.com

   Anabella vive en Nueva York, donde es la cara visible de uno de los estudios de danza más conocidos de aquella hermosa e imponente ciudad del este de Estados Unidos. Pero ella no puede afirmar que lo que hace es realmente “danza”, así, con todas las letras.

   En la Gran Manzana es muy difícil encontrar algún espectáculo que sea clásico o tradicional. Allá es todo experimentación, fusión, mezcla, prueba, error, cruzar los límites, desandar el camino, ir más allá... Llega a tal punto el resultado final que no se puede afirmar estrictamente: “esto es danza o aquello es música”. Todo convive de acuerdo al ojo de especialistas y puede resultar entretenidísimo.

   Aún no lo sabía Anabella en 1999 cuando llegó por primera vez en avión al John F. Kennedy. Enseguida se dio cuenta que justamente era esa adrenalina artística lo que estaba buscando. Y después de un par de viajes más finalmente se quedó a vivir en 2001 para nunca más volver. Bueno, está bien, sólo regresa algunas semanas de vacaciones cuando de aquel lado del planeta el frío se vuelve extremo y de este lado totalmente ausente.

   El viaje recién comenzaba, pero Anabella ya tenía una historia gigante por contar: puso la piedra fundacional del estudio de danzas L'Atelier que el próximo 15 de marzo cumplirá 25 años sin interrupciones en calle Juan Molina al 600.

   “Venía bailando hace muchísimo. Tomaba clases en Buenos Aires con distintos maestros desde que tenía 13 años. Mi idea era abrir una escuela que se basara en la creatividad y que tenga un formato completamente diferente a todo lo que había en ese momento. Había muy pocos lugares para estudiar danza en aquella época. El primer año tuve 5 alumnos, el segundo 65 y el tercero 350”, recuerda con orgullo.

La clave del éxito

   —¿Cuál creés que fue la clave para que todo comenzara a funcionar?

   —En aquel momento era muy joven y bailaba muy bien. Las nenas de aquellas épocas me veían bailar y era un punto de referencia. Comencé a hacer contactos con la Alianza Francesa y diseñamos un programa para que las chicas puedan hablar en francés y escribir todo el vocabulario de danza. Luego traje al primer crítico de danza Ángel Fumagalli y se venía desde Buenos Aires a enseñarle a mis alumnas. Quería lograr otro impacto y creo que lo logré.

Como coreógrafo tenés que poder buscar tu propio lenguaje, como lo hace un poeta. Entonces estudiás cada vez más técnicas y diversidad de aproximaciones y de estéticas. Nueva York, en ese sentido, me rompió la cabeza".

   —Te fuiste después de siete años y Pamela, tu hermana , ocupó tu lugar ¿qué te animó a viajar habiendo tenido tanto éxito en tu ciudad?

   —En uno de mis viajes a Buenos Aires, Ángel Fumagalli me convenció de irme del país para seguir creciendo porque a mi me gustaba mucho la parte coreográfica y quería que siguiera perfeccionándome. Otra persona muy importante en mi formación integral fue el escultor Rafael Martín. Fui su alumna durante diez años. Él también me decía que tenía que irme. Yo no tenía ni idea, pero pude viajar a Nueva York (Queens) y después de ir y volver un par de veces finalmente me quedé allá por el 2001.

   —¿Qué encontraste?

   —Como coreógrafo tenés que poder buscar tu propio lenguaje, como lo hace un poeta. Entonces estudiás cada vez más técnicas y diversidad de aproximaciones y de estéticas. Nueva York, en ese sentido, me rompió la cabeza.

   Como decíamos, cuando Anabella se instaló en Estados Unidos su hermana Pamela tenía 17 años y se hizo cargo de la escuela en Bahía con todos los alumnos y los espectáculos.

   “Cuando sos bailarín tenés que madurar, no te queda otra opción. Tenés conciencia física, de disciplina y responsabilidad”, explica Anabella.

A mi ya no me alcanza solamente con la danza. Me aburro. Diseño proyecciones 3D, dibujo y pienso la escenografía. Hay que recorrer muchos caminos antes de tomar decisiones estéticas y manejar los distintos lenguajes. La idea, siempre, es lo más importante”.

Inquietante Nueva York

   La ciudad norteamericana de Nueva York es, desde hace varias décadas, uno de los polos culturales cosmopolitas y más inquietos artísticamente del mundo. A tal punto que es muy extraño encontrar a alguien que te enseñe alguna rama del arte de manera tradicional.

   Todos mezclan, prueban, experimentan y desbordan los límites impuestos por la tradición buscando lo nuevo. Para lograr su objetivo es condición fundamental conocer bien y manejar sin dificultad las reglas básicas. Luego es cuestión de volar.

   “Mi mamá cada vez que va para allá y ve algo de mis espectáculos me dice que hago cosas raras. Hago lo que quiero, experimento. No puedo decir que hago danza, tampoco lo puedo llamar performance o danza teatro. Trabajo con diseñadores, músicos, cantantes de ópera, fotógrafos, videastas, hago dibujos mientras hago el espectáculo, canto, bailo...”, aclaró Anabella.

   “A mi ya no me alcanza solamente con la danza. Me aburro. Diseño proyecciones 3D, dibujo y pienso la escenografía. Hay que recorrer muchos caminos antes de tomar decisiones estéticas y manejar los distintos lenguajes. La idea, siempre, es lo más importante”.

Variedad de lecturas

   —Imagino que ante tanto cruce de lenguajes la reacción de los espectadores resulta de lo más heterogénea.

   —Sin dudas. Hace un tiempo hice una espectáculo sobre la maternidad y la transformación del cuerpo femenino como bailarina. Entonces dibujaba sobre el escenario y tenía dos cámaras, una desde arriba y otra desde abajo, que proyectaban imágenes hacia el público. Tuve que hacer la coreografía de un trío (para los que veían en vivo, desde abajo y desde arriba). Hubo a un hombre que no le gustó para nada que mostrara mi panza. A una bailarina embarazada le encantó pero salió preocupada, decía que tenía miedo de que le pasara lo mismo. Además, en el escenario cuento la historia de cómo tuve a mis hijos, del dolor, de cuando fui bulímica, anoréxica, las lesiones físicas que padecí como bailarina...

Algunos números

   La escuela L' Atelier, que fundó Anabella y que hoy dirige Pamela, tiene un amplio pergamino a lo largo de 25 años.

   —35 espectáculos.

   —300 presentaciones en más de 100 escenarios de Bahia Blanca y la zona, Buenos Aires, Chile, Italia y Nueva York.

   —Más de 2.000 alumnos pasaron por sus clases.

   Para mayor información o ponerte en contacto con el centro de danzas lo podés hacer escribiendo a latelier_ccd@hotmail.com