Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

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Una impactante historia de abuso sexual, indiferencia y superación

De chica, y durante más de 10 años, Daniela fue violada por su padrastro y su madre la ignoró. Mientras Casación le acaba de confirmar la pena de 23 años de cárcel al autor, ella pasó a ser ejemplo para otras víctimas.

Fotos: Emmanuel Briane-LN.

Por Pablo Andrés Pascual/ppascual@lanueva.com

   “No sabes lo fuerte que eres, hasta que ser fuerte es la única opción que te queda”, dijo alguna vez el músico jamaiquino Bob Marley.

   Ser fuerte era la alternativa que tenía Daniela para poder soportar los abusos a los que su padrastro la sometió durante más de 10 años, y el dolor que le provocó el hecho de que su madre no la acompañara cuando le pidió ayuda.

   Voluntad y amor fueron los pilares en los que se apoyó para reconstruir su vida y salir adelante.

   Hace pocos días la Sala V del Tribunal de Casación provincial confirmó la pena a 23 años de prisión que el 28 de agosto de 2017 la justicia bahiense le había impuesto a un expolicía, acusado de violarla sistemáticamente en Cabildo.

   Según el fallo, el acusado, que está detenido en la Unidad Penal Nº 19 de Saavedra, abusó de la chica desde los 8 años y hasta los 18 o 19.

   “Ese camino es largo y te provoca ansiedad, porque no sabés cómo va a terminar todo. Es mucha incertidumbre y, mientras tanto, te planteás cosas como si hiciste lo correcto y todo eso te provoca angustia”, le cuenta hoy Daniela a “La Nueva”.

   La chica logró formar una familia con el hombre que la ayudó a dejar atrás ese calvario. Este presente le permite mirar hacia atrás y recordar lo que debió soportar.

   “Hacía rato que pasaba esto, pero nunca me animaba a decirlo. En tres ocasiones le dije a mi mamá lo que estaba pasando, porque pensé que en ella iba a encontrar apoyo, pero me dijo que yo me lo había buscado. Lo justificaba y decía que era mi culpa porque supuestamente lo había provocado”.

   Agrega que “él era mi padrastro y podés entender que quisiera más a los hijos que tuvo con mi mamá, porque eran suyos, pero el hecho de que mi madre no me creyera fue doloroso. Traté de confiar en ella, que también había sido mamá soltera, y me respondió de esa manera”.

   Con un pequeño hijo fruto de una relación anterior (nació cuando ella tenía 15 años) y en ese contexto familiar, Daniela terminó aceptando que nadie la iba a ayudar.

   “Llegué a pensar que si mi mamá no me cree o no le importa, quién me iba a creer lo que le diga o quién me iba a ayudar. Por eso nunca hablé, porque siempre me agarré de eso. Sumado a lo que me decía él, de que era policía y que yo era una loquita que salía a todos lados y otras cosas. Por dentro una piensa que es así”.

El escape

   Daniela admite que la única alternativa que tenía para salir de ese infierno era irse de su casa y que se decidió a hacerlo poco después de conocer a Martín.

   Él era compañero de su padrastro en la policía y hacía un tiempo que estaban saliendo. Sin saber el verdadero motivo, a mediados de 2015 la ayudó a escapar.

   “Me fui una madrugada, porque me cansé y la situación no daba para más. Él salió de trabajar, armé los bolsos y los escondí detrás de una planta. Me avisó cuando estaba afuera, entonces salí con mi hijo y no volví más”.

   Se fueron juntos de Cabildo y eligieron otra ciudad de la región para comenzar a escribir “su historia”.

   Daniela tenía por entonces 19 años, mucho miedo y demasiados interrogantes. Esa circunstancia determinó que debería estar preparada antes de contarle a su pareja lo que había sufrido.

   “Él había visto actitudes raras en mí y en mi padrastro, hasta que me decidí y le conté luego de venirnos a vivir juntos. Me insistía y llegó un momento que tuve la confianza suficiente para contarle. Yo me preguntaba qué podía pasar cuando se enterara; a lo sumo se alejaría, lo que hubiera sido entendible, porque no cualquiera está listo para afrontar algo así”.

   Nada de eso sucedió. En Martín encontró el apoyo necesario para enfrentar lo que vendría.

   “Le cambió la cara y le generó un montón de sentimientos encontrados, de bronca, de querer matarlo, y hasta de llorar al imaginarse por todo lo que había pasado. Siempre me recalcó que yo estuve sola y es así. Mis hermanos (hijos biológicos del acusado) eran más chicos que yo, pero era obvio lo que pasaba, era como imposible que no supieran, vieran o escucharan algo”.

   Recuerda que “estuvimos casi dos días hablando y me dijo que había que hacer la denuncia. Después de todo eso me convencí de que debía hacerla”.

   Mucha gente en Cabildo había notado situaciones extrañas y, como suele pasar, el foco o la mirada crítica estaba puesta sobre la víctima.

   “Luego me enteré de que se comentaban cosas en el pueblo. Incluso, uno de los compañeros le había dicho a mi pareja que algo raro pasaba en mi familia. Decían que yo era pareja de mi padrastro, en vez de decir que estaba siendo abusada. Era como se había naturalizado la situación”.

   Pese a haber escapado, el asedio de sus familiares no cesó.

   “Me hablaban y me decían que no estaba preparada para cuidar a un bebé, que el nene tenía que estar con ellos, que mi relación iba a fracasar y que estaba loca”.

“El dolor físico me hacía olvidar el del alma”

   Antes de ver la luz y lograr reconstruir el presente y proyectar el futuro, en la vida de Daniela hubo un pasado con oscuridad.

   Como suele suceder con las víctimas de abuso sexual, en muchas ocasiones el daño psicológico supera al físico.

   “Es feo lo que voy a decir, pero hacés de todo para que la otra persona no te encuentre deseable o no te quiera tocar. Yo sufrí bulimia y anorexia, era un esqueleto. Pensaba que si no tenía curvas y estaba así, no me iba a pasar nada. Llegué a raparme toda la cabeza, pero seguía todo igual. Llega un momento que no sabés qué más hacer”.

   También admite que hubo una época en la que atentó contra su salud.

   “Llegó un tiempo que estaba depresiva sin darme cuenta y me hacía cortes en los brazos. Pero no me cortaba para matarme, estaba tranquila, el dolor físico me hacía olvidar el dolor del alma”.

   “No podés llorar, y si lo hacés no sabés si es de angustia o bronca. Se te nubla la mente y no podés pensar”, agrega.

   Para sorpresa de muchos, su madre nunca cambió de parecer.

   “Se comunicó varias veces por Facebook, pero siempre me escribe amenazándome de que todo es mentira. Por lo que menciona, está yendo a una iglesia evangelica y dice que Dios me va a castigar por la mentira que armé. Me mandaba mensajes de que estaba loca y que me iban a sacar el nene porque no estaba apta para criar a un chico. Nunca va a reconocer o pedir perdón, ni nunca se trató de acercar”.

   De hecho -según averiguó- su madre visita al condenado en la cárcel.

   Tampoco tiene relación con sus hermanos.

   “Con mi hermana no tengo contacto, está enojada conmigo. Con mi hermano hablé un par de veces y me dijo que me quería, pero estaba triste y mal por lo que había pasado. Me dijo que no sabía si era verdad o no todo esto, y que no ponía las manos en el fuego por nadie, pero son sus padres y se inclinan por ellos”.

   Daniela tiene dos hijos y asegura que, luego de lo que le tocó atravesar, su única preocupación es cuidarlos.

   “No voy a ser como mi mamá. Todo lo que pasé te provoca un miedo que lo llevás toda tu vida. A mi primer hijo es como que siempre lo sobreprotegí, me cuesta soltarlo, que vaya a la esquina a jugar con un amigo. En el caso de la nena, apenas llora voy a ver qué le pasa. Si bien a veces soy exagerada, tengo miedo de que les pase algo y yo no esté ahí”.

 

Prohibido callarse

Consultas: “Después de la denuncia y el juicio, me escribieron personas que habían leído el caso y que consiguieron los datos para contactarme. Me contaban situaciones similares y me pedían consejos. Lo primero que les digo es que no se callen, que hagan la denuncia”, afirma la joven.

Volver a empezar: También admite que no es fácil para las víctimas de abuso volver a tener pareja y retomar una vida normal. “Me costó tener confianza, me parecía raro que un hombre me escuchara y prestara atención sin tener una doble intención o querer conseguir algo”.

Apoyo: “Mi pareja me entendió, me dio el espacio para tomarme el tiempo que fuera necesario. La persona que realmente te quiere te va a saber esperar, entender y apoyar en todas las etapas que pasás”, finaliza.

Causa. La fiscalía investiga una denuncia promovida por la abogada Viviana Lozano, representante de la víctima, para determinar si la madre de la joven podría ser partícipe o encubridora del delito por el que fue condenado su pareja. 

 

* Por las características del delito, los nombres de los protagonistas son ficticios a fin de preservarlos.