Bahía Blanca | Lunes, 06 de mayo

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Andan a la deriva, pero no perdidos

Fotos: Pablo Goicochea-La Nueva. y Facebook / Videos: Francisco Villafáñez-La Nueva.

Por Belén Uriarte / buriarte@lanueva.com

 

   Abre los ojos. Se pregunta dónde está.

   Se estira. Mira a su alrededor. Y recuerda.

   Le encanta esa sensación de desconcierto.

   No se siente perdida. Se siente en el camino.

 

   Victoria Fernández Bugnest tiene 34 años, es de Neuquén y vivió la mayor parte de su vida en Bahía, donde conoció a su pareja Adrián Cabezas.

   Tuvieron tres hijas: Maitén (13), Aimé (9) y Amancay (4). Y hace dos años, como buenos amantes de la ruta, decidieron lanzarse a la aventura.

   Primero tuvieron que dejar atrás Ushuaia, donde estuvieron 11 años. Ella trabajaba en la secretaría de Cultura de la Municipalidad y él se desempeñaba como técnico informático.

   Un día se dijeron basta. Renunciaron a sus trabajos, vendieron todo e hicieron de su camioneta su hogar.

   —¡Están locos! —fue la primera reacción de sus hijas.

  Después, las nenas se coparon.  A Maitén le costó más que a las chiquitas: está en plena adolescencia y no fue fácil dejar a sus amigos. Pero ellos fueron quienes la alentaron: “¡Qué bueno, estás viajando por todos lados, qué copado!”.

  “No todos los que andan a la deriva están perdidos”, se lee en el capó de la Van Istana 2001 con la que Victoria y Adrián decidieron recorrer Argentina y América.

  Salieron el 1 de abril de Ushuaia y esperan llegar, al menos, hasta Tijuana (México). Hace unos días pararon en Bahía para recordar viejos tiempos, visitar familiares y ponerse al día con sus amigos.

  —El camino nos va diciendo el lugar al que vamos. La gente nos dice: por qué no van a tal lugar y vamos para ese lado… No tenemos todo armado. Después de Bahía nos vamos a Mar del Plata y de ahí no sabemos.

  Adrián es el conductor asignado. A su lado va su mujer y atrás sus tres nenas.

  Viajan despacio y paran todas las veces que pueden. La idea es disfrutar del camino.

  Confiesan que su vida es un poco loca. Pero también muy ordenada.

—Para desayunar tenemos que desarmar todas las camas así que nos tenemos que levantar todos. Son cosas que si no las hacemos en ciertos horarios se nos corre todo el día y nos llega la noche —cuenta Victoria.

  Las nenas cumplen un tiempo con sus lecturas y estudios. Y todos llevan un orden con las comidas.

  En la camioneta tienen todo lo que necesitan: 5 camas, un mueble con bajo mesada, una bacha, un anafe y un inodoro químico, que usan generalmente de noche. Durante el día prefieren ir a una estación de servicio o a algún camping para usar los baños y ducharse.

  Y nunca faltan las familias que los invitan a pasar a sus casas...

   Camioneta. Cinco personas.

   Pensar en intimidad resulta complicado. Pero es posible.

   Victoria cuenta que con Adrián siempre buscan un momento para encontrarse: a veces se levantan antes que las nenas, otras se acuestan más tarde y también aprovechan cuando sus hijas tienen actividades.

  —Ellas también necesitan su espacio. Tratamos de ver talleres donde podamos llevarlas cuando nosotros estamos en algún lugar. Siempre hay talleres gratuitos en las municipalidades —cuenta Victoria.

  La ruta, con mate de por medio y música sonando en la radio, también suele ser una posibilidad de encuentro. Parar el motor, un continuo aprendizaje.

  Pasaron buenos y malos momentos, y de todos rescatan algo.

  En Bariloche, conocieron la crisis. Lluvia torrencial, garrafa sin gas, un corto eléctrico que casi prende fuego la camioneta y una tos incontrolable hicieron que se replanteen todo.

  —Ya fue, nos vamos. Se acabó todo —se dijeron.

  Afortunadamente al otro día salió el sol. Acomodaron algunas cosas y siguieron viaje.

  Esquel también quedó en el recuerdo. Cuando pensaban irse para escapar de las bajas temperaturas apareció la salvación. Un chico que trabajaba en radio los invitó a su programa y se abrieron muchas puertas.

  Conocieron a una comunidad mapuche y a mucha gente del lugar que los sorprendió con su generosidad. Les dieron alojamiento. Les acercaron comida. Y pudieron quedarse unos días más.

  Victoria y Adrián no saben bien cuánta plata llevan gastada entre los arreglos de la camioneta y los kilómetros recorridos. Tampoco quieren hacer cálculos.

  —Por ahí alguno dice “eso lo puede hacer alguien que tiene plata”. Y está bueno que sepan que no es así, que lo puede hacer cualquiera. Nos costó mucho esfuerzo: dos años de preparar la camioneta, de crisis porque a veces no llegábamos. Pero lo hicimos, lo logramos de a poquito —resalta Victoria.

  Para la familia no hay día más emocionante que el de la partida. Cargar todo en la camioneta y tomar la ruta les hizo creer que todo se puede.

  No viajan con mucha plata. No tienen muchos ahorros. Pero en el camino van haciendo cosas para sustentarse. Preparan talleres culturales y también llevan remeras para vender.

  —Siempre estamos inventando una cosita más y a veces nos toca trabajar en algún lugar en el que estamos. Y así vamos juntando… —cuenta Victoria.

  Los talleres los organizan antes de llegar al lugar: tienen uno de serigrafía artesanal [consiste en grabar imágenes] y otro sobre reciclado. Y quieren seguir aprendiendo para transmitir nuevos conocimientos.

  Además, llevan películas, un proyector, una pantalla y un equipo de sonido. El cine itinerante es la forma de agradecerle a la gente que los recibe.

  —Originalmente estuvo pensado para pueblitos o pequeñas ciudades donde no haya cine. Pero vamos donde se puede —dice Adrián.

  —Los lugares se conocen cuando uno llega a conocer a la gente. Y el cine permite un encuentro que nos ayuda a conocer un poco más el lugar —agrega su mujer.

   Victoria y Adrián se conocieron por Ana y Santiago, dos amigos en común. Ellos son pareja y los alojan cada vez que visitan Bahía.

   —Nos conocemos hace 25 años. Para nosotros es hermoso demostrarles a las nenas que los amigos de verdad se mantienen, que uno no pierde nada porque viaja, sino que gana un poquito más de historia, de conocimiento, de gente amiga —destaca Victoria.

   Ella y su marido viajaron mucho. Ni bien se conocieron fueron de mochileros a Sierra, después llegaron hasta Las Grutas y recorrieron gran parte del sur argentino. Cuando llegaron las nenas, pensaron que el sueño de viajar por todas partes debía esperar.

   Pero Panchito y Aymará, otros de sus amigos, les dieron el primer empujoncito hacia la aventura. Y así surgió la frase “Somos Nosotros” que hoy está pintada en su camioneta y los acompaña a donde van.

   —A Panchito y Aymará los conocemos hace mucho y nos reencontramos en Ushuaia. Siempre tuvimos viajeros viviendo en casa, pero ellos fueron los primeros que alojamos. Nosotros decíamos “ya está, tenemos las nenas”. Y ellos nos dijeron "por qué, qué diferencia hay" —recuerda Victoria—. Compartimos mucho tiempo y surgió esto de “así somos nosotros”, porque llegamos a nuestra esencia, a ser lo que queremos ser.

   La vida de Victoria y Adrián está arriba de la camioneta y no se ponen plazos.

   En la parte superior del vidrio frontal del vehículo que los transporta se lee Ushuaia-México, pero aseguran que no tienen un destino definido. Pusieron un lugar para fijar una meta, pero si consiguen las visas piensan seguir para el norte.

   Saben de despedidas y de dejarlo todo. Y si bien no es fácil, se sienten felices.

   —Llega un momento en el que nos tenemos que ir porque si no nos apegamos a los lugares y a las personas. Y la idea de este viaje es aprender que todo viene con nosotros pero hay que dejarlo en algún momento —dice Victoria.

   —Una amiga viajera dice que cuando ya te sabés las calles te tenés que ir. En Bahía no vale porque ya vivimos acá —agrega Adrián entre risas.

   No tienen en claro qué harán después del viaje. Pero volver a Bahía siempre aparece como una posibilidad.

   En esta última visita vieron a la ciudad más hermosa. Confiesan que el verde del Parque de Mayo, los amigos de siempre y las calles de sus infancias siempre tiran…

   Pero con el motor encendido no se permiten pensar más allá. Están cumpliendo un sueño: viajar en familia, disfrutar al 100 % el tiempo juntos. Y no quieren imaginar el final.

   —Nosotros no decimos que viajando tenés una vida mejor; creemos que cuando uno hace lo que quiere de verdad tenés una vida mejor… Llegar a eso que querés lleva tiempo, esfuerzo, crisis en vos, pero lo lográs y sentís algo inexplicable.

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