Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

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Para atraer al turismo, "trenes, combis, ómnibus y aviones también son economía"

El especialista en transporte y logística Jorge de Mendonça analizó las facetas que Bahía Blanca y la región deberían potenciar para generar un polo turístico de múltiples atracciones.

Fotos: Archivo La Nueva.

Se supone que las notas de economía y/o transporte deben su consistencia a partir de los números de indicadores, estadísticas y proyecciones. Los “martes negros” de la historia económica nos demuestran lo contrario (y no es que trate de parafrasear a la Escuela Austríaca, sobre la cual no tengo ni mínima idea).

¿Qué tiene que ver la explosión de viajes del aeropuerto bahiense con que Ferrowhite realice una muestra de trencitos de juguete? ¿Qué tienen que ver ambos temas con que se pudiera generar trabajo? ¿Qué tiene que ver todo eso con un suplemento de economía y logística?

Los pueblos, ciudades y metrópolis del mundo explotan cada milímetro o hasta lo inventan para que se convierta en atractivo turístico. La industria sin chimeneas se mueve por lo lúdico, el disfrute y la competitividad social del viajero (o hasta la competencia consigo mismo).

“Una vez en la vida tenés que dar un beso en el Ponte Vecchio” y pavadas como esa mueven millones de divisas, multiplican pymes y garantizan trabajo.

“Una vez en la vida hay que ir al castillo de Ferrowhite”

Escuchar una charla magistral en la sala energética. Tomar un café en la torre de San Jorge. Abordar un catamarán y viajar por los islotes. Recorrer la maqueta ferroviaria más grande del mundo. Cerrar un negocio en la Casa del Espía. Inundar el alma en las muestras trabajadoras de las salas del Museo Taller.

Sin eso, plantar un hijo, plantar un libro o escribir un árbol no serán suficientes para considerar que se ha vivido.

Salvando el trabalenguas anterior, las consignas de vida enmarcadas en un deseado complejo sociocultural y marítimo a partir del portuario Museo Taller y su castillo, no son más que clichés económico-turísticos que se construyen desde el romance cultural y se explotan salvajemente por el mercadeo de viajes y turismo.

Así como es imposible certificar una tendencia económica hacia el futuro cercano, mediano o lejano, mucho menos posible hubiera sido demostrar que el aeropuerto del área metropolitana de la Bahía multiplicaría en varias veces sus pasajeros si solo nos hubiéramos remitido a aplicar matemáticas al mísero vuelo --menos que diario-- de hace un lustro.

La explicación es sencilla, y hace 300 años que se replica la referencia: la economía es creada por la oferta, mientras que la antítesis de ello es la larkineana segmentación del análisis de transporte en que el microscopio nos dice “que no hay carga” y los ramales se cierran, los telégrafos se apagan, los caminos no se asfaltan, los canales no se dragan, los teléfonos no se instalan, los correos se discontinúan, y demás similares yerbas.

El milagro aeroportuario bahiense no es tal cuando lo analizamos por oferta en lugar que por demanda. Movilidad es abrir el foco a la región de entre una y dos horas de auto desde el aeropuerto y comprender qué es lo que necesita un viajero. Eso es analizar por oferta.

Medir la ticketera nos lleva a reducir asientos, viajes y quebrar empresas. Ese es el modelo larkineano, el que propone achicar las redes, los territorios “porque en el futuro todo va a desarrollarse”.

La torre Eiffel de White es la torre del castillo. Así lo expresó la especialista en ciudades-puerto Chantall Gillette en 2008 cuando llegó a la puerta del mismo, pero zonzo sería creer que con una torre frente al mar podríamos tener un vergel de turistas comprando y gastando en, siquiera, el área metropolitana de la Bahía.

La torre Eiffel es una antorcha dentro de un concierto de atractivos organizados económicamente. Sí, hasta el más importante atractivo o acto que fuere gratuito, es parte de una asíncrona, pero poderosa, sinfonía de ofertas de turismo a metros, cuadras, y hasta docenas de kilómetros a la redonda.

Desde el ojal de Ventania, hasta el Ceferino de Pedro Luro, y de El Sauce hasta la Laguna de Puan, solo dejarán de ser economías a puro temporada cuando un concierto de servicios de combis, buses y hasta lanchas de turismo o paseo, sean un haber disponible a la vista en páginas webs o aplicaciones, donde una familia en Tucumán o un gerente en La Plata, tengan en su haber colectivo, que “el castillo está donde hay docenas de otros servicios y atractivos”, ya sean atractivos para quien va en su propio vehículo o, especialmente, para el que arriba en ómnibus, tren, crucero o avión.

¿Cruceros?

Sí, cruceros. Los cruceros son inviables para los muelles del Puerto Bahía Blanca, hasta tanto no esté desarrollado ese asíncrono concierto de servicios de todo tipo para el viajero o turista de todos los días. Ahí sí es cuando un crucero puede recalar y dar fuertes beneficios, pues no habrá que montar un sistema, sino solo disponer un esfuerzo un poco mayor y tomar una ganancia adicional.

¿Trenes?

Al igual que la meca de Vaca Muerta no toma en cuenta la economía entre Bahía Blanca y Neuquén, los aviones no paran en tramos de menos de, en promedio, 400 a 600 km, y es ahí donde queda flojo el modelo larkineano de polos de desarrollo distanciados: así como el tren no va a competir con el avión en los extremos, ese mismo tren regional semirrápido o parando en todas, es tan necesario como varios ómnibus complementarios y hasta paralelos que aseguren la oferta que garantiza la movilización de la economía.