Bahía Blanca | Miércoles, 16 de julio

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Bahía Blanca | Miércoles, 16 de julio

Un pueblo que huye de la miseria y elige Bahía Blanca para vivir

En los años 70, miles de argentinos llegaron al país caribeño huyendo de la dictadura. Hoy, 40 años después, son los venezolanos los que emigran hacia aquí en busca de mejores condiciones de vida.

Fotos: Rocío Zabalza-LaNueva. De izquierda a derecha: Rodolfo Crespo con su hija Camila; Yorley Casanova; Eleana Moreno; Carolina Melinger y los niños Juan Andrés y Mathías Díaz con sus padres Isabel Oliveros y Jesús Díaz.

Laura Gregorietti/[email protected]

   La situación no es nueva. Desde la llegada de Hugo Chávez al poder Venezuela comenzó a vivir una debacle financiera y humanitaria que su sucesor, Nicolás Maduro, llevó a niveles impensados.
   Desde entonces, el país caribeño posee la inflación más alta del mundo -de un 2.006%- por delante de Sudán e Irán. Conseguir medicinas, harinas, carne, azúcar -y todos los elementos que se pueden considerar de primera necesidad- resulta prácticamente imposible, si se tiene en cuenta que para comprar un paquete de papel higiénico la gente tenga que realizar una fila de 7 horas. El nivel de desabastecimiento es digno de una crisis humanitaria y la pobreza, alcanza al 75% de los hogares.
   En los últimos 5 años, según cifras del Gobierno argentino, la ola inmigratoria de venezolanos en nuestro país creció un 1.600 por ciento y nuestra ciudad no es ajena a este movimiento. 
   Algunos vienen con trabajo, mientras otros se encuentran a la espera de revalidar sus títulos profesionales para comenzar a ejercer. Todos están afincados, tienen sus papeles en regla, documentos argentinos y sus hijos ya concurren a la escuela. Y hasta hablan un perfecto “argentino”.
   Carolina Melinger, Eleana Moreno, Yorley Casanova, Jesús Díaz, Isabel Oliveros y Rodolfo Crespo son algunos de los más de 200 venezolanos que dejaron su país, sus historias, costumbres y familias en busca de un futuro mejor en Bahía Blanca.

Isabel y Jesús
   Jesús Díaz e Isabel Oliveros, de 33 y 24 años, se instalaron hace unos pocos meses en Bahía con sus hijos Juan Andrés y Mathías. Ambos vivían en Valencia (Estado de Carabobo) y se conocieron gracias a la música.
   “Mi mujer es abogada y toca el violín y el fagot y yo, el saxo y la trompeta y llegamos aquí gracias a la publicación de una compañera de la Orquesta Sinfónica local en donde había un puesto vacante de segundo fagot. Me animé, concursé y gané en noviembre de 2017 ese lugar”, cuenta Jesús con un acento caribeño inconfundible.  Jesús venía de trabajar en la orquesta Simón Bolívar de Venezuela, donde pudieron concretar más de 10 giras internaciones compartiendo la pasión por la música.
   “Teníamos ya tres años viviendo en Valencia. Mi esposa daba clases en una de las universidades más prestigiosas del país, hacíamos una vida normal pero el sueldo no alcanzaba. Llegamos al punto de tener cada uno 4 trabajos y a veces no teníamos para comer”, agregó.
   A ambos los tranquiliza ver que sus hijos se han adaptado bien a un país con tradiciones y formas de expresarse tan distintas.
   “En Venezuela está instalada un poco esa creencia de que el argentino es antipático, pero para nada sentimos eso. Aquí son súper amables, atentos, todo el mundo tiene disposición de ayudar, sobre todo con los niños. Los vecinos, los amigos de la orquesta, todo el mundo nos ha tendido la mano, hasta para 'hacer el mercado' (las compras)”, cuenta Isabel, quien todavía no puede ejercer como abogada, aunque sí como docente de música para enseñar violín y fagot.

Yorley Casanova
   Con dos décadas de experiencia como abogada y un hijo de 20 estudiante de Comunicación, Yorley Casanova, de 41 años, decidió que la situación no daba para más en su país y tomó la decisión que nunca se había imaginado. Hace dos años dejó todo y se fue a Chile, pero allí sólo pudo conseguri trabajo como moza.
   “Toda mi familia está en Venezuela, hasta mi abuela”, cuenta entre lágrimas. Trabajaba en una empresa de consultoría en la que prestaba asesoría y ejercía como profesora universitaria. Pero nada alcanzaba”.
   Estando en Chile se reencontró con un amigo argentino compañero del bachillerato, que había llegado a Venezuela con su familia en los 70 y regresó a la Argentina en el 96.
   “¡Y allí nació el amor! Nos hicimos pareja y vinimos para Bahía. El trabaja en Profertil, pero a mí me ha costado mucho conseguir trabajo, no solo por mi edad sino porque no tengo una profesión que se adapte a otro país, ya que claro está, las leyes aquí son distintas”.
   Pero Yorley tiene una máxima en su vida:  “Si vas a emigrar piensa que es lo que puedas aportar al lugar donde llegues”.
   “Mientras estudio para la reválida, estoy comenzando con un pequeño emprendimiento personal que es una tienda virtual de alimento para mascotas a domicilio, pero con sentido social, porque parte de lo recaudado será donado a fundaciones sociales y castraciones de los animales abandonados que es algo que se necesita mucho. Se llama Mascoteros Delivery".
  Según destaca, todos los abogados que recalaron en nuestro país se encuentran realizando la reválida de la carrera de Abogacía en la UBA, porque en la UNS te exigen dos años de residencia.
  “He mandado muchos CV a escribanías, para asistente jurídico, pero no he tenido suerte y también me han discriminado en varias oportunidades, pero hay que seguir. Tenemos mucho para agradecer porque nos han hecho sencillo el tema de los trámites. En tres días teníamos el DNI acá en Bahía. Lo único que me ha venido costando mucho es el invierno”, recuerda entre risas.

Eleana Moreno
   Eleana tiene 43 años, trabajaba en Administración y Marketing y está casada con un bahiense al que conoció gracias a internet.
   “Tenía un grupo de juegos virtuales integrado por varias personas de otros países y un día armamos una juntada en Buenos Aires. Y ahí estaba él, al que conocía 'virtualmente' gracias a su hermana que hizo de 'cupido'. Yo estuve un mes aquí en 2008 y en 2009 viajó él para Venezuela, nos casamos y se quedó. Veníamos a la Argentina una vez al año. Pero en 2011, ya no pudimos viajar más. Mi marido estuvo años sin ver a su familia, lo sufrió mucho”, cuenta emocionada.
   Por entonces, pensar para ellos en radicarse en la Argentina era una posibilidad cada día más cercana.
   “Yo me negaba, soy muy "mamitera" (mamera) como decimos allá, y siempre había una excusa para quedarnos. No tenemos hijos, tengo problemas para quedar embarazada y tuve tres abortos y el último, fue devastador. Tenía que ingerir 4 cápsulas de progesterona por día y mis amigos me las mandaban desde el exterior porque allá no se consiguen, hasta que se me terminaron y pasé 4 días sin tomarlas y lo perdí”.
   Entre lágrimas, Eleana relata que hay muchas necesidades en su país. Que la gente tiene hambre.
   “Conseguir un poco de leche, arroz, harina, todo era un sufrimiento. Desde acá me queda el consuelo de que puedo ayudar a mi madre y a todas las madres que pasan desde la madrugada haciendo 6 horas de cola para conseguir apenas un kilo de azúcar. Todo el sistema está podrido, nada funciona”.
   Tanto Eleana como su marido hoy trabajan en una granja de huevos de nuestra ciudad.

Carolina Melinger
   Carolina, al igual que todos, recuerda con melancolía todo lo que dejó en ese país que ella siente como su patria. Aunque nació en Bahía Blanca, sus padres se mudaron a Venezuela cuando Argentina vivía su última dictadura.
   Se calcula que actualmente viven unos 8.500 argentinos en ese país, cuya mayoría llegó no sólo en los años 70, sino también en la crisis de 2001.
   “Nací un 24 de enero de 1978 en Bahía Blanca y en agosto del 79 nos fuimos para Venezuela. Aquí la situación era dificil y una hermana de mi mamá le contó a mis padres que allí había oportunidades de trabajo y nos fuimos. Y así fue, ese país nos dio todo, incluyendo educación pública y gratuita, y de un día para otro, todo se vino abajo”, relata.
   Si bien conseguir papeles de residencia o documentaciones siempre fue una tarea difícil en Venezuela -”tardabas dos años en recibir todo y te llegaba vencido”- con la llegada de Hugo Chávez Frías al poder todo fue peor.
   “Este hombre, por cuestiones políticas, de un día para otro nacionalizó a chinos, árabes, rusos,sirios y cuanto extranjero se le cruzó, con el único fin de sumar votantes en las elecciones. Algo que consiguió ampliamente, claro”.
   Con lágrimas en los ojos, asegura que “Venezuela es su lugar en el mundo, su hogar, donde está toda su familia”.
   “Al lugar que tú llegues, te recibían con un plato de comida. En Venezuela no eres un vecino, eres un hermano, un compadre. A mi edad, cuando estás 'terminando de empezar', cuando a la casa que construiste de a poco y con sacrificio le faltan apenas detalles por terminar y tienes que dejar todo e irte, es muy triste, no tiene perdón”.
   Carolina tiene con su marido 5 hijos en común y una vida de sacrificio. Es entrenadora y chef y en su hogar había inaugurado un espacio de salud y nutrición que a los 6 meses, con toda la crisis, desapareció.
   Ahora, desde aquí tengo mi pagina de cocina, llamada 'La Cocina de Carolita', que la han acepetado muy bien y donde promociono lo que se llama 'Chef en casa'. Voy a tu casa a cocinar para tus reuniones de amigos y fiestas, las arepas    venezolanas son lo que más me piden”.
   Además, Carolina trabaja en un gimnasio donde entrena y brinda consejos a la gente que quiera sentirse bien y cambiar de hábitos.
   “También quiero armar una fundación para ayudar a los venezolanos a salir de ese infierno, lamentablemente no hay otra salida, no hay vida allí, solo hambre y miseria”, afirma emocionada.

El comunismo y el proyecto consolidado de Chávez 

La leche no llega a Venezuela y los niños toman una “bebida láctea”, que se asemeja al suero para hacer queso.

   La Isla Margarita solía ser unos de los destinos más promocionados de Venezuela. Ahora, en los grandes hoteles, los niños le piden a los turistas la comida que les sobra. Los restaurantes tiran los restos a la calle y la gente se pone a comer junto con los perros.
   "Solían llegar entre 500 y 600 cruceros al puerto. En seis años lo destruyeron, no hay más cruceros. Las empresas de harina, leche, todas fueron expropiadas y liquidadas. Los niños toman una leche que manda México para las cajas solidarias que reparte el Gobierno que no tiene ni la cuarta parte de nutrientes que dice el empaque", dice Carolina.
   El sueldo mínimo de un trabajador venezolano ronda entre los 3 o 3,50 dólares. Un kilo de carne sale 6,80 dólares y un paquete de pañales te lo pueden cobrar de 2 a 5 dólares, depende la cantidad. 
   "Tres y 3,50 es el mínimo real, en dólares. Los gobernantes dicen que no existe el dolar negro (lo que era acá el dólar blue) pero resulta que  toda la economía se rige por ese dólar negro. Porque el paquete cuesta 4 dólares en el mercado mundial, pero tu ganas 3,50", ejemplifica Jesús. 
   “Ese es el gobierno que supo gestar Chávez. Todos los poderes son chavistas, vivimos la consolidación de su proyecto. ¿Pero sabes qué es lo que me da más miedo? Saber que es el comunismo el que está destrozando a América Latina a través de estas personas que están puestas allí para manipular a la gente, que todavía no se ha dado cuenta de que este proyecto no es viable para un futuro próspero”.
   Quien llegó aquí también escapando de esa situación es Rodolfo Crespo, de 45 años.
   El es originario de La Guayra y también llegó aBahía Blanca buscando una mejor vida para su familia. 
   Trabajó toda su vida en una empresa de amoblamientos, carpintería y ejerciendo el oficio que aprendió de plomero y electricista.
   "En abril del 2016 vine por primera vez aquí para ver cómo era la ciudad. Panamá, Colombia, Dominicana y Argentina eran las opciones para instalarse a vivir porque la situación en Venezuela ya era insostenible. Un compañero me habló de Bahía Blanca y la vinimos a conocer".
   El momento de la decisión llegó cuando en un fin de semana le desmantelaron la oficina los ladrones, llevándose todo lo que pudieron. Ya era la segunda vez que le robaban y lo dejaron en cero, hasta la maquinaria le llevaron.
   "Hablé con mi esposa e hija -Camila, de 8 años- y hace un año y tres meses que ya estamos viviendo en Bahía. Los niños son los que más fácil se adaptan a los cambios, ya me habla en argentino y a veces hasta no le entiendo", relata entre risas.
   "Nos gusta de Bahía su tranquilidad. La recorrimos bien,  tienen un McDonalds, un shopping (aunque muy chico, dice)  y muy cerca dos lugares muy bellos como son Monte Hermoso y Sierra de la Ventana", cuenta.
   Rodolfo destaca además la excelente receptividad de los argentinos.
   "La atención en el Hospital Penna es muy buena, los pocos que nos hayan tratado mal no tienen comparación con todos los demás que nos hacen sentir como en casa".

Cómo contactarse con ellos

-Kahtrin Melinger, hermana de Carolina, tiene un blog “Una venezolana en Bahía Blanca” y maneja  www.venezolanosenbahia.com, y el Facebook “venezolanos en Bahía”.

- Podés ver cómo cocina Carolina Melinger sus arepas venezolanas en el facebook "La Cocina de Carolita".

- Isabel Oliveros da clases de violín y fagot y se puede contactar en el Instagram @isabeloliveros y @belemaquillaje.