El arbolado urbano en Bahía Blanca, una polémica que continúa
Mientras que en la segunda mitad de la década de 1990 se plantaron 160.000 árboles en la ciudad, llevando el total a casi un árbol por habitante, en marzo de 2017 ya no estaba disponible el dinero que se había destinado en el presupuesto municipal para la plantación de 3.000.
Redacción “La Nueva.” / [email protected]
La ciudad crece y, mientras en el macrocentro se construyen decenas de nuevos edificios, da la impresión que de algo tan importante como el arbolado, fundamental para la sombra, la oxigenación y la temperatura de la zona urbana, nadie se está ocupando como debería.
Mientras que en la segunda mitad de la década de 1990 se plantaron 160.000 árboles en la ciudad, llevando el total a casi un árbol por habitante, en marzo de 2017 ya no estaba disponible el dinero que se había destinado en el presupuesto municipal para la plantación de 3.000 árboles.
En la actualidad se desconoce la cantidad de ejemplares y, si bien recientemente se creó una aplicación para censarlos, gran parte del conteo depende del aporte de la gente, con la incompletitud que eso conlleva.
Especialistas del arbolado sostienen que hace muchos años que la Municipalidad ha dejado de interesarse por la forestación a conciencia de la ciudad, mientras que después de la muerte de una adolescente ocurrida en marzo de 2014 en el Parque de Mayo, la tala indiscriminada se ha vuelto la principal solución ante cualquier complicación del tipo visual o relativa al suelo o al espacio aéreo. Además, sostienen, mientras que causas como el cigarrillo o la violencia de género gozaron de masivas campañas concientizadoras, pareciera que la importancia del árbol, pulmón y refrigerante por naturaleza de una ciudad, ya no es tema de agenda.
“Requiere de un trabajo interdisciplinario”
“A mi juicio el arbolado no es un tema complejo, pero sí que requiere de un trabajo interdisciplinario, algo que no se está dando actualmente desde el municipio, sin ánimos de criticar ningún color político. El arbolado tiene que ser tenido en cuenta porque es un servicio estatal y porque hay buena legislación tanto nacional como provincial –-la local tiene algunas fallas técnicas de suelo-- que así lo indica”, sostuvo Osvaldo Theaux, dueño de un vivero en Florida al 4.500.
“Hubo algún atisbo de desarrollo en los últimos años, como podrían ser el paseo de la Mujer, la Carrindanga o algún paseo peatonal, muy necesarios porque cada vez más gente se vuelca a la actividad física. Pero en líneas generales es más lo que falta por hacer, y requiere de un trabajo con muchos enfoques, encabezado por ingenieros agrónomos en el que intervengan arquitectos y hasta organismos de salud”, agregó.
Con respecto al crecimiento del centro de la ciudad y sus implicancias, Theaux recordó que “mientras a fines de los 60 la calle Brown estaba toda arbolada, actualmente no queda ningún árbol”.
“Los comerciantes se preocupan por que se vea su cartel o su vidriera, pero nadie piensa en los efectos negativos de la falta de un árbol. Lo mismo con la construcción de edificios, los árboles hasta les harían gastar menos electricidad por el uso del aire acondicionado, ya que el arbolado te baja la temperatura”, lamentó el puntaltense.
Sobre el censo de árboles en la ciudad, sostuvo que se hicieron algunos muy buenos, pero que nunca fueron tenidos en cuenta por las distintas gestiones municipales.
“Hubo algún anteproyecto lineal de forestación, pero sin tener en cuenta espacios, distancias ni variedades. Creo que sería bueno rever todo, sin menospreciar las cosas buenas que se hayan hecho”, opinó.
Acerca de la tala indiscriminada, el hombre que lleva más de 40 años en la actividad analizó que “la gente de Parques Municipales no da abasto, la otra vez me enteré de que no contaban ni con un vehículo para salir a hacer visitas de poda o extracción de árboles”.
Del presupuesto municipal 2018 se desprende que la suma destinada a la dependencia Paseos Públicos es de 1.012.000 pesos.
También consideró que el hecho de que la gente hormigone cada vez más sus veredas perjudica el correcto desarrollo de la vegetación.
“Las veredas no tienen los espacios que un árbol requiere, la gente hormigona todo con tal de que no haya pasto, de no tener que regar o de que no defequen los perros, pero ese verde es necesario para que el árbol pueda armar sus raíces y no rompa nada. Se hacen receptáculos de 80x80 cm para poner un fresno que tiene un diámetro de copa de 5 a 7 metros”, explicó.
Con respecto a los hábitos y deseos de los bahienses, Theaux destacó que mucha gente compra árboles, aunque reconoció que el público suele ser bastante caprichoso.
“Vienen con una foto de las calles de Madrid, sacada de internet, y te piden esa planta. Pero Bahía Blanca tiene su clima, su suelo y lo que la gente te pide suele distar mucho de lo que la ciudad necesita o permite. Cuando se trata del árbol de la vereda muchas veces nuestra misión como vendedores y asesores es disuadirlos y venderles lo que mejor les va a rendir”, comentó.
“Estamos en el límite de un desierto”
“Veo al arbolado mal atendido, como siempre lo estuvo. No hay un mantenimiento adecuado por parte de las autoridades y la gente tampoco tiene conciencia de que estamos en el límite de un desierto y que hay que regarlos. Problemas como el levantamiento de veredas son consecuencia de la falta de agua, a la raíz la podés educar”, expresó el ingeniero agrónomo Oscar Giqueaux.
“Los canteros con profundidad son una burrada, en Europa actualmente cuando plantan un árbol al lado entierran un caño de 1,20m de profundidad, de unas 3 pulgadas de diámetro, y riegan por ahí, entonces al agua las raíces la van a buscar para abajo, no para los costados o debajo de las veredas, que es donde se acumula por capilaridad. Las raíces no tienen un objetivo más importante que buscar el agua”, explicó el dueño del vivero ubicado en Guido Spano 55.
Giqueaux alertó también sobre un error muy común que cometen particulares y hasta los mismos empleados municipales.
“La tala indiscriminada es otra burrada, no es la solución. Debería haber una persona criteriosa que determine las podas porque no puede ser que poden unos gajos de 20 centímetros de diámetro con una motosierra. Una situación puede ameritar una poda solo excepcionalmente, eso sin considerar lo mal que queda estéticamente”.
“En Mendoza no podan los árboles, los van guiando con criterio desde que los plantan y como mucho hacen recortes leves para darle forma o tamaño a la copa. Acá, después de 70 años se les ocurrió de la noche a la mañana podar los árboles de la avenida Colón, donde precisamente no hay problema con las veredas. ¿Qué pasaba, les molestaba la sombra?”, ironizó.
Acerca del volumen foliar de la ciudad, el agrónomo explicó que actualmente no se conocen cifras oficiales del mismo pero que “indudablemente hay que seguir forestando”.
“Cuando vine a vivir a Bahía en 1966 el ambiente era distinto porque la ciudad era más chica, el arbolado también y el viento entraba mucho más. Hoy parece que hay menos viento que hace 50 años porque creció el arbolado y esa cortina lo frena. Eso te demuestra que cuanto más arbolemos mejor clima tendremos en la ciudad”, detalló Giqueaux.
Por último, sobre los gustos de los bahienses, el botánico manifestó que “últimamente vendo 40 o 50 sauces llorones al año, pero si quisiera vendería 1.000, porque la gente viene motivada solo por la belleza pero yo los cargo y le digo que el sauce llorón queda lindo solo al lado del arroyo”.
“Es una planta que necesita muchísima agua, y ese es solo un ejemplo de que la gente viene buscando estética y uno tiene que disuadirla para que se lleven algo práctico y adecuado a sus necesidades”.
“Un árbol de 50 años se destruye como si nada”
Liza Porcelli Piussi es, además de psicóloga y escritora, fervorosa activista defensora de los árboles de Bahía Blanca.
Impulsora de la limpieza voluntaria del arroyo Napostá y administradora en Facebook del sitio Bahía Verde, lamenta la falta de conciencia del grueso de los bahienses.
“El principal problema es que hay una desvalorización de los árboles, una ignorancia del valor que tienen y de lo que tardan en crecer. Un árbol de 50 años acá se corta y destruye como si nada, como si fuera una computadora vieja o un mero objeto”, expresó.
“Pongo de ejemplo una situación que viví hace poco a la vuelta de mi casa: noté que tres cedros sanos que siempre veía en una esquina habían desaparecido, así que cuando crucé a la dueña de casa le pregunté qué les había pasado. Me dijo que llamó a Parques Municipales para que los recortaran por las dudas para que no cayera ninguna rama en su pileta, que al principio le respondieron que eso no le correspondía a la Municipalidad pero que después accedieron a ir al domicilio de la señora.
“¿Qué hizo la gente de la Municipalidad? Taló los tres cedros al ras, árboles que estaban sanos, en una vereda sin baldosas por lo que no se corría ningún riesgo de levantamiento ni nada. Entonces qué podemos pensar, exigir, si quienes deberían controlar y sancionar la tala indiscriminada la usan como recurso. Y no basta con plantar algo en el lugar del árbol talado, porque para lograr la sombra que había van a pasar 50 años”, lamentó.
Porcelli Piussi denunció también el desprecio que las empresas constructoras demuestran por los árboles de las veredas cuando les significan una traba para la obra.
“Las grandes empresas presentan proyectos como quieren, nadie les exige que planten nada, ni que hagan ningún cantero. Averigüé si en Buenos Aires sucede lo mismo y me explicaron que allá es inconcebible tirar un árbol para facilitar una construcción. Mientras allá no sobra ningún cantero y aprovechan cada espacio para seguir plantando miles de árboles, acá en Bahía los canteros se tapan con cemento”, denunció.
“Creo que hace falta generar conciencia y difundir. ¿Cómo se logró sacar el cigarrillo de los espacios cerrados? Con campañas masivas. Bueno, con los árboles habría que hacer lo mismo, porque un árbol es calidad de vida y es algo muy fuerte que le estamos dejando a las próximas generaciones. Y por último habría que multar realmente a quienes talan un árbol, que les duela, como la multa por pasar un semáforo en rojo, no que paguen 3.000 pesos, ¡se matan de risa con una multa así!”, opinó la administradora de Bahía Verde.
Por último, alertó sobre las decenas de fuegos que hacen los bahienses cerca o directamente pegado a los árboles del parque de Mayo, “lo que los va matando”, y pidió que los inspectores municipales o la autoridad competente destine un mínimo de agentes a controlar esa situación que se da cotidianamente, sobre todo en esta época en el pulmón de la ciudad.
“La comisión del arbolado no sirve si solo asesora”
La extitular de la Comisión del Arbolado del Concejo Deliberante, Mercedes Insausti (Integración Ciudadana), aseguró que las acciones de ese grupo no sirven de mucho si solo funciona para asesorar a la comuna.
“No teníamos injerencia en las decisiones que se tomaban, poca caja de resonancia de lo que sucede con el arbolado y solo podíamos asesorar”, opinó.
Además contó que en marzo de 2017 ya no había dinero para la compra de los 3.000 árboles que pensaba adquirir la Municipalidad en el Presupuesto del año pasado.
“Desde la Dirección de Parques nos dijeron que los árboles que se plantaron en 2017 fueron donados por empresas privadas, aunque nunca supimos cuántos fueron”, se quejó.
Por último opinó que tras presidir esa comisión piensa que el municipio no tiene interés en el tema porque “no ha dado muestras de querer mejorar la situación ni hubo una política de reposición del arbolado”.
En la actualidad, la comisión no funciona, ya que tras el cambio de concejales, el 10 de diciembre pasado, Insausti abandonó el legislativo y no se designó a un reemplazante.
“Entiendo que en marzo deberían elegir una autoridad y comenzar con las reuniones en abril”, mencionó.
Ya se censaron más de 2.667 árboles bahienses
La directora de Parques y Espacios Públicos, Elena Díaz, aseguró que ingenieros agrónomos y personal municipal continúan censando el arbolado bahiense.
Las tareas se realizan con la colaboración de decenas de vecinos que mediante una aplicación para teléfonos celulares llamada “Bahía Arbolado” suben fotos de los ejemplares. De esa forma avisan al personal de la comuna para que vaya a constatar de qué especie se trata y sobre su estado.
“Más allá de que la responsabilidad es del municipio siempre es grato ver cómo hay muchos vecinos que les gusta colaborar con todo el tema del arbolado”, dijo Díaz.
Los resultados se pueden ver en la web municipal Gobierno Abierto, donde un mapa muestra la ubicación exacta de cada árbol relevado. Cuando la aplicación comenzó a funcionar, en noviembre pasado, había unos 400 árboles. En este momento se contabilizan 2.667.
Por el momento se puede ver que el barrio Universitario, sobre todo las calles Córdoba y Perú, entre Alem y Zelarrayán, el Centro, Napostá y Tiro Federal, en inmediaciones al Parque Independencia, son los sectores donde mayor intervención hubo.
En menor medida aparecen sectores aislados del barrio Noroeste y Vista Alegre, y zonas aledañas al Parque de Mayo. De todos modos se pueden observar muy pocas fotografías de cada especie.
Entre las variedades se destacan los fresnos americanos, pinos, diferentes tipos de acacias y jacarandáes, entre otras 60 especies registradas.
La idea de contar la cantidad y variedad de árboles en nuestra ciudad surgió tras la muerte de Daiana Herlein y fue incluida en la ordenanza de Gobierno Abierto, aprobada por el Concejo Deliberante en abril de 2015.
Entre los motivos que impulsaron su incorporación se mencionó la necesidad de tener datos sobre la cantidad de ejemplares, información sobre las especies, su estado general y la presencia de problemas fitosanitarios, ya que ese conjunto de datos permitiría diseñar políticas referidas al tema.
Opinión: ¿Una parte del ADN bahiense?
Por Adrián Luciani / [email protected]
Difícilmente haya bahiense que no conozca y aprecie las bondades de contar con un arbolado público acorde a la ciudad que nos merecemos.
Sus ventajas como regulador del clima y como medio eficaz contra la polución urbana se enseñan desde muy temprano en la escuela, pero también se aprenden en la calle.
Para quien piense lo contrario sólo hace falta que vea cómo en pleno verano se forman largas colas de personas bajo la sombra de las pocos ejemplares que sobreviven frente al banco Nación, o advertir cómo numerosos usuarios del servicio de ómnibus deben cruzar de vereda para no calcinarse al sol mientras esperan.
A estos bien podrían sumarse no pocos automovilistas que gastan litros de combustible para dejar su auto a la sombra en medio de calles sin hojas.
Sin embargo, más allá de los discursos oficiales y de los comentarios en las redes sociales, en el interior de cada uno siempre terminan imponiéndose otras necesidades por encima de los árboles y casi siempre se invocan las mismas excusas para justificar el uso de la motosierra. Pero claro, cuando la sombra ya no está, se acude a la del vecino o se admira la forestación que embellece y se disfruta en otras ciudades.
La deuda de Bahía Blanca con su arbolado público parece una materia pendiente que nunca se va a aprobar.
Ya en la década del 60 la escasa cantidad de árboles fue advertida por la denominada Misión 40 de la OEA, que recomendó concretar medidas al respecto y preparó un plan junto con el ministerio de Asuntos Agrarios de la Provincia.
La iniciativa consistía en crear barreras forestales a la vera del hoy Camino Parque Sesquicentenario y del canal Maldonado, entre otros puntos, buscando incidir de manera positiva sobre el microclima local y evitar los nocivos efectos de las tormentas de polvo provocadas por los vientos de los cuadrantes N.O y S.O.
También se recomendó unir con cortinas vegetales los parques de Mayo e Independencia, por entonces vinculados mediante tierras fiscales. Sin embargo, muy poco pudo concretarse.
Hoy más de 20 años pasaron desde el último programa serio que lanzó la Municipalidad para mejorar el arbolado público. Se realizó en la administración de Jaime Linares y contó con apoyo de varias empresas.
Planificación, inversión, control y conciencia colectiva siguen siendo las claves para revertir el déficit crónico, salvo que el desierto siga siendo parte del ADN bahiense y no querramos cambiarlo.