El amor de Aldo y Nelly
Aldo me lo cuenta naturalmente.
—Antes de enterrar a Claudito me metí y empecé a escarbar. Encontré el cajón y estaba el cuerpito de la beba, habían pasado 17 años. Yo le había puesto la mamadera y un chupete y ¿podés creer que las gomas del chupete y la mamadera estaban intactos?
Yo sólo lo miro. Él sigue hablando.
—Envolví el cajón en bolsas de nilon, hice de nuevo el pozo, lo metí y lo tapé. Quedó plano, perfecto. Y ahí arriba pusimos a Claudito.
* * *
Claudito era mi vecino de la infancia. Tenía unos 11-12 años cuando murió. En aquel 1985 yo ya era adolescente y no jugaba mucho con él. A esa edad, 4-5 años es mucha diferencia. Me acuerdo que subí al departamento de Claudito y le di un beso a Nelly —su mamá— y otro a Silvina —su hermana. Había poca luz. Nadie lloraba. El silencio se escuchaba.
* * *
Nelly ceba mate mientras Aldo sigue hablando. Hasta que interviene.
—Y ahí también pusimos a la nena de Guillermina.
—¡¡¡¿Qué?!!! —pregunto.
—Sí, a Guille se le murió una beba a los 2 días de nacer. Era sietemesina.
Ya son Aldo y Nelly hablando naturalmente de la muerte cercana.
* * *
A Aldo lo cuestionaban mucho. Los vecinos se quejaban de sus formas. “Aldo está loco”, decían. A mí nunca me cayó mal a pesar de sus interminables golpes de martillo, ruido a serrucho y otras yerbas que llegaban desde el piso de arriba. Desde algún lado me salían más las ganas de entenderlo que de cuestionarlo. Nelly es distinta. Una mujer de vida dura y corazón tierno. Dos vecinos con los que uno puede contar incondicionalmente.
* * *
—¿Y los nenes de Patri?
—No los vemos —dice Nelly.
—¿Qué pasó con Patri?
—Se dejó morir. Tuvo un cáncer de útero y no se lo dijo a nadie.
Patri tenía más de 40 cuando murió. A Aldo y Nelly se le murieron 3 hijos, una nieta...
* * *
Aldo fue ferroviario y pintó panteones en el cementerio. Me cuenta una anécdota del cagazo que se pegó el día que estaba en el piso más bajo de ese panteón de 7 niveles subterráneos y escuchó un ruido. La muerte ajena lo asustó. La cercana le parece natural, como resignado a todo lo que le fue pasando. Nelly lo escucha. También parece resignada a esa vida tan difícil. ¿En dónde habrán encontrado tanto amor para seguir apostando a la familia, a seguir teniendo hijos?
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Sólo me queda una cosa. Cruzármelos de nuevo antes de que la casa de mi mamá sea de otros. Y decirles: “Aldo y Nelly, gracias por su hospitalidad, por su amor, por sus abrazos. Y por cuidar a mamá y papá”.