Bahía Blanca | Miércoles, 16 de julio

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El origen de los autómatas: los robots de antes

Criaturas que obedecen a sus dueños… o han decidido rebelarse. Analizamos sus orígenes. Por Alejandro Franco

Antes de que existiera la ciencia ficción, los inventores soñaban con la existencia de seres mecánicos.

Se trata de un concepto fascinante por muchos motivos: primero, porque el hombre podía dar a luz un ente de características humanoides y poseedor de vida propia, lo cual lo equiparaba con Dios.

Segundo, porque hablamos de la concepción de robots en una era en donde nadie imaginaba nada remotamente parecido a una computadora y la electricidad era concepto intangible.

Primeros autómatas

Surgieron primero en las páginas de cuentos y leyendas. Desde ya los impulsaba la magia, fueran las sirenas doradas creadas por el dios Hefesto en la antigua mitología Griega, o la clásica leyenda hebrea del Golem, una estatua de arcilla que cobraba vida al susurrar el nombre secreto de Dios en su oído, y que rememoraba al mito cristiano de la Creación de Adán y Eva.

Pero el concepto abandona el terreno de la fantasía en el siglo XIII, cuando el inventor musulmán Al-Jazari desarrolla una serie de fascinantes y prácticos autómatas, los cuales van desde una orquesta animada por seres mecánicos, hasta una sirvienta de aspecto humanoide y capaz de servir tragos y bebidas calientes.

El secreto de Al-Jazari es su dominio maestro de los mecanismos de relojería, creando fuelles, engranajes diferenciales y utilizando la fuerza del agua como fuente principal de movimiento.

Robots renacentistas

Leonardo Da Vinci, el genial italiano – cuando no– elaboraría su propio autómata: un caballero de reluciente armadura capaz de pararse, sentarse, mover sus brazos y abrir la visera de su casco.

Y aunque la idea de Da Vinci nunca fue mas allá del boceto, el especialista en robótica Mark Rosheim se animaría a construirlo en escala real en el año 2002, demostrando que su diseño era acertado y funcional.

Androides incipientes

Las primeras computadoras aparecen en los años 40. Los autores de ciencia ficción rápidamente tomaron nota y convirtieron a los robots –hasta entonces seres metálicos impulsados por la magia o un complicado mecanismo de relojería– en computadoras andantes.

Creado el mecanismo revolucionario –decían los autores–, lo único que faltaba era optimizarlo.

Los robots en el cine debutan en 1927 con el clásico de Fritz Lang, Metrópolis. En la cinta de Lang una sociedad de ricos se erige de manera aplastante sobre una comunidad subterránea de obreros, los cuales les proveen los servicios esenciales a los adinerados.