Bahía Blanca | Jueves, 17 de julio

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De lo prohibido al hilo rojo

Conocí a Ana en un viaje a Cataratas, alguien con quien se entabla conversaciones casuales, típicas de las excursiones. Soy observadora y tras dudar si correspondía formular la pregunta indagué por el significado del tatuaje que simulaba un anillo rojo en su dedo meñique; ella inmortalizaba con esa marca indeleble la historia de un amor prohibido.

En pocos días se estrenará El hilo rojo, solo que el amor mediático y escandaloso vivido por los protagonistas de la película dejan en un segundo plano la milenaria leyenda; Ana es anónima, pero su recuerdo volvió a mi mente junto a muchos interrogantes.

¿Un sentimiento puede complementarse con el concepto prohibido? ¿Lo que está destinado a suceder inexorablemente sucede? ¿Cómo advertir que una presencia es trascendente?

Persiste aún el debate sobre el origen de la leyenda, algunos la sitúan en Japón otros en China, poco importa. La misma relata que las personas destinadas a conocerse tienen un hilo rojo atado en su dedo meñique, sobrevive tiempos, distancias, tensiones, enredos, nunca se corta ni se deshilacha, pues ese hilo es el que guía a las personas al encuentro con ese ser especial. Según la leyenda hay un destino que aunque se lo pretenda ignorar, eludir, no resiste caprichos y sucede.

Surgen así interrogantes y si bien el hilo es una ficción entonces vale preguntar ¿cómo advertir ante la presencia de otro que es el indicado o el portador de la otra parte del hilo?

Evidentemente en esta columna no puedo dar todas las respuestas o tal vez ustedes, mis queridos lectores, ya las tengan elaboradas, sí intento esbozar algunas explicaciones o nuevas preguntas, acto irrenunciable de mi profesión.

Considero que a un sentimiento sincero, genuino e intenso no le cabe el adjetivo “prohibido”, es facilista, simple y hasta cobarde, como también los es atribuirle la responsabilidad al tiempo aludiendo que ambos se conocieron cuando una de las partes ya tenía un compromiso o “la vida armada”. ¿Se puede sostener un compromiso engañando a los otros y a uno mismo? ¿Vale en ciertas ocasiones y circunstancias intentar desarmar lo armado para darle una nueva forma? ¿Es momento de desarmar de una vez por todas y salir a buscar ese otro hilo rojo? O tal vez ¿no será necesario permanecer un tiempo solo ovillando el propio hilo?

No creo en la casualidad o en dejar todo librado al destino, creo en la responsabilidad de lo que se elige y también de lo que se niega, a sabiendas que lo que se esquiva vuelve una y otra vez a interpelarnos y sacudir nuestras estructuras.

Prefiero hablar de trascendencia y no de prohibiciones, alguien irrumpe y no es azar, su llegada no se debe al destino, sino que circunstancias y vivencias generan las condiciones para que aparezca en el camino. Es como una catarata, metafóricamente parece proceder desde cierta altura tal vez por nuestra idealización o por su mérito; es una presencia que inunda, desborda, calma, excita e imprime un paisaje único.

Mezcla de hechizo y belleza, derrama su presencia, con frases simples, risas, también discusiones y desacuerdos, convirtiendo lo cotidiano en mágico. Imposible deshacerse de lo que provoca, alquimia que atrapa para siempre y deja huellas indelebles.

No resulta sencillo dar con esa persona, habrá quienes aún no la encuentran, otros asumen poseerla aunque si en verdad hay vacilaciones te aseguro que aún no diste con ella; si leyendo viene alguien a tu mente ojalá tengas su número en la agenda. Por lo pronto, mañana tengo turno para mi tatuaje rojo en el dedo meñique.