Bahía Blanca | Miércoles, 16 de julio

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Novelas en el cine John Le Carré espía el mundo de los espías

Testigo y protagonista. Nació en Gran Bretaña como David John Moore Cornwell; fue agente del Foreing Office entre 1960 y 1964. Su verdadera vocación es la literatura.

El tema de los espías adquirió en nuestro país una inesperada y trágica actualidad. Pero no es esa circunstancia la que me motivó escribir esta nota, sino las novelas de John Le Carré adaptadas para el cine, que demuestran su persistencia por retratar a esos personajes oscuros que suelen desplazarse por los albañales de la sociedad.

David John Moore Cornwell nació en Dorset, Gran Bretaña, el 19 de octubre de 1931. Estudió en las Universidades de Oxford y Berna. En 1960 ingresó al Foreing Office, primero en el M15 (seguridad) y luego en el M16 (espionaje), pero su vocación era la literatura. Le alentaba saber que otros escritores británicos, como Anthony Burgess y Graham Greene, también fueron espías y pensaba que con una novela exitosa podría llegar a estar en un pie de igualdad con ellos.

Lo dicho ocurrió en 1961 con Llamada para el muerto (Call for the dead), publicada con el seudónimo de John Le Carré. Lo adoptó por sugerencia del editor, que deseaba un nombre más sonoro y fácil de pronunciar fuera del universo anglosajón. Lo copió del nombre de una zapatería de Londres mientras viajaba en ómnibus. Al año siguiente publicó Asesinato de calidad (A murder of quality).

Las dos novelas tuvieron buenas críticas, pero escasos lectores. Su suerte cambió en 1963 con El espía que vino del frío (The spy who came in from the cold), que según Graham Greene es la mejor novela de espionaje.

El éxito de esa obra le permitió renunciar al Foreing Office y dedicarse a la literatura. Desde entonces escribió otras 20 novelas.

La caída del Muro de Berlín y el fin de la Guerra Fría modificaron la política internacional y el juego del espionaje. Le Carré se adaptó a esta nueva realidad, por ejemplo, se ocupó del narcotráfico en El infiltrado (The night manager 1993) y la industria farmacéutica en El jardinero fiel (The constant gardener, 2001). Pero Le Carré no abandonó a los espías.

“La historia del espionaje no comenzó con la Guerra Fría –-afirmó en 1990-- y no desaparecerá con ella. Al contrario, esta es una nueva primavera para la literatura sobre espías. No hay que olvidar que el espionaje es la segunda profesión más antigua del mundo. Además, a las personas malvadas les encanta hablar de sí mismos y siempre conocen a alguien que es peor que ellos y al que procuran emular”.

Le Carré ha expuesto un pésimo concepto de los políticos. “Son los peores reincidentes del mundo. Su estupidez nunca nos defrauda. Como solían decir los soldados en Vietnam: un día distinto, pero siempre la misma m… Y a su estupidez de siempre, hoy debemos agregar la corrupción, masiva y sistemática”.

Uno de los personajes emblemáticos de Le Carré es George Smiley, un anti-James Bond, de baja estatura, regordete, apacible y de poca suerte con las mujeres, que aparece como protagonista en cinco novelas: Llamada para el muerto, Asesinato de calidad, El topo, El honorable colegial y La gente de Smiley, y como secundario en otras tres.

De la palabra a la imagen

El espía que vino del frío fue la primera novela de Le Carré llevada al cine. La dirigió en 1965 Martin Ritt, con Richard Burton y Claire Bloom. En Llamada para el muerto (1966), de Sidney Lumet, James Mason interpreta al agente Smiley, a quien le encomiendan investigar el suicidio de un miembro del Foreing Office.

Con posterioridad, Frank Pierson dirigió El espejo de los espías (The looking glass war, 1969), con Anthony Hopkins, sobre la educación de un espía y su anulación como ser humano; y tras un lapso de 15 años, en 1984 George Roy Hill realizó La chica del tambor (The Little drummer girl), sobre el conflicto árabe-israelí.

Tras la caída del Muro de Berlín, Fred Schepisi filmó La casa Rusia (The Russia house, 1990), con Sean Connery y Michelle Pfeiffer. El protagonista es un editor londinense adicto al jazz y al whisky. Una mujer le entrega un manuscrito donde un científico ruso revela la precariedad del sistema militar de su país. El manuscrito es interceptado por el gobierno británico, que decide enviar al editor a Moscú para averiguar la veracidad del dato.

En 1994, Le Carré visitó Panamá, donde verificó que los traficantes de armas de distintos países, como Gran Bretaña, Francia, Estados Unidos e Israel, habían intentado persuadir a los carteles de la cocaína con la compra de armas para su uso personal. El resultado de sus pesquisas fueron dos libros: El infiltrado y El sastre de Panamá (The tailor of Panama), que en 2001 John Boorman adaptó para el cine con Pierce Brosnam y Geoffrey Rush. Un filme paródico ambientado en Panamá, que según su protagonista Andy Osnard “es como Casablanca, pero sin héroes”. Osnard es un espía inglés degradado, enviado a esa ciudad para redimirse después de las tropelías cometidas en destinos anteriores. Su misión es evitar que el Canal de Panamá caiga en manos de extremistas. Allí toma contacto con Harry Pendel, que fue sastre de Noriega. Le Carré consigna que tras la invasión de EE.UU. y la captura de Noriega, circuló un chiste: “Tienen a Alí Babá, pero se le escaparon los 40 ladrones”.

La última adaptación, por ahora, es El hombre más buscado (A most wanted man, 2014), dirigida por el holandés Anton Corbijn, con Philip Seymour Hoffman, quien interpreta al veterano y escéptico agente secreto Günther Bachmann, fumador e infatigable aliado del vaso de whisky, que vive para su trabajo. Su tarea es investigar a los terroristas que durante tres años residieron en Hamburgo, Alemania, no fueron detectados y el 11 de septiembre de 2001 perpetraron el atentado a las Torres Gemelas. Con los hechos consumados, todos se lanzan tras ellos o a la búsqueda de un chivo expiatorio, salvo Bachmann, que posee sus propios métodos de investigación.