Diego Grippo lo vive desde adentro
Por Fernando Rodríguez / [email protected]
Hizo una evaluación física en Boca, en la Liga 1996-97, cuando dirigía Julio Lamas. En ese trabajo, el DT observó que además de la parte traumatológica que hacen los médicos en general, se podía incluir el aspecto nutricional. Y se quedó entusiasmado. Cuando eligieron a Lamas y ante el impedimento del médico Daniel Corbalán de seguir en el cargo, se lo ofrecieron a Diego Grippo, un conocido del ambiente.
“Tuve la posibilidad de estar en la selección argentina juvenil en 1987, entrené con la preselección y después no quedé”, recordó el actual médico de la Selección.
La Liga corta del 89, con Olimpo, jugó a muy buen nivel. Y se puso la celeste y blanca, aunque como sparring.
“Me aclaron de entrada -recordó- que la Selección estaba armada”.
Para Diego, hermano de Mauro, Claudio y Mariano, es el cuarto Mundial: 1998, 2006, 2010 y el actual.
-¿Qué valor agregado tiene que conozcas el juego?
-En algunas charlas se me ocurrió decir que es una parte muy importante conocer el vestuario. Hay que respetarle los momentos a los jugadores. Es importante no invadir momentos y lugares.
El médico bahiense destaca que son los kinesiólogos quienes están todo el día metiendo mano a los jugadores.
“En mi caso -cuenta- mientras no haya lesiones graves, me ocupo más de los menúes, controles de gastroenteritis o resfríos”.
-¿Existe más rigurosidad por parte del jugador?
-Cambió nuestro trabajo porque todo se fue profesionalizando y lleva más cuidado. Cambiaron los materiales deportivos, también los sistemas de entrenamiento. A la vez, nosotros fuimos incorporando personal de la parte de cobertura médica. En el 98 salí de médico con un solo kinesiólogo. Y el profe, que también hace un trabajo de todos los días, en ese momento no viajó. Hoy, por ejemplo, la elongación está más en manos de los kinesiólogos. Se trabaja mucho, hayan jugado o no.
-En estos torneos se juega prácticamente a diario. ¿Qué diferencia existe con el futbolista de alto rendimiento que necesita más recuperación?
-La característica del juego y el deporte. Estamos hablando de 90 minutos, donde la mayoría está en cancha el tiempo completo. Y en el básquet se piensa en una rotación donde el jugador no supere los 25 o 30 minutos por partido.
-¿Esto se habla con el cuerpo técnico?
-Permanentemente. Se recuerda durante el partido. A veces, por necesidad, tanto Prigioni como Nocioni jugaron 30 minutos y al partido siguiente se notó.
-¿Qué aprendés de los jugadores que participan en la NBA o en Europa?
-De todo. Traen mucha información, donde te comentan lo que hacen los profesionales de allá. Y no hay que cerrarse a escuchar, al contrario, hay que tener la cabeza abierta y ver qué se puede aprender. Cada vez que tengo la posibilidad de hablar del tema médico, me dan ganas de hacer una pasantía, para ver cómo trabajan en Estados Unidos o Europa.
-¿Qué tan lejos estamos?
-Desde el punto de vista de conocimientos, bien. Desde la infraestructura, mal. Ellos tienen un montaje destinado a la recuperación de los jugadores. Un vestuario de la NBA, en algunas franquicias es casi una clínica de medicina del deporte. No dejan margen para ninguna duda. Y lo que nosotros hacemos de manera más casera, ellos lo hacen con máquinas. Acá es más artesanal.
-La situación que viviste con Manu, ¿es lo que más grabado te va a quedar de todos estos años?
-Es fea la situación cuando uno descubre que un jugador queda afuera por lesión. Y en este caso fue feo porque se perdió un jugador de envergadura. Hubo que hacer una especie de duelo. Son situaciones que quedan grabadas a fuego porque son raras, distintas. Está encima la prensa, los médicos de la otra franquicia, el entrenador de acá y el de allá. En lo personal tenía claro que no íbamos a hacer nada que lo dañara. Es deporte y siempre existen riesgos. Ya con toda la información había que tomar una decisión. La tomó San Antonio y me parece que estuvo bien. Si yo estuviese de ese lado, hubiese hecho lo mismo.