Aquelarre
En estos últimos meses, la ciudadanía ha sido testigo de una serie de actos gubernamentales rayanos en la locura.
La mentira, la gran protagonista de los delirantes discursos de Fernández de Kirchner, se ha convertido para este gobierno atroz en la principal fuente del Derecho; la ley, la jurisprudencia y la costumbre han sido desplazados por la nueva estrella gubernamental. Fábricas truchas, partidarios espontáneos que no son tales, estadísticas falsas, son parte de los mensajes echados al ruedo diariamente por la primera mandataria.
La Argentina está atravesando el peor período de su historia; que el país esté al mando de un conjunto de dirigentes cuyo objetivo principal es el robo y la celebración de negocios turbios refleja el grado de decadencia y desamparo en que nuestra dolida Nación está sumida.
El pronóstico que se diagnosticara en un artículo anterior publicado en esta sección ("Futuro incierto"), lamentablemente se está cumpliendo: las muertes por la inseguridad, los robos, la escandalosa impunidad de los funcionarios ladrones, como allí se predijo, siguen su curso normal.
Las continuas y escandalosas denuncias de robos, coimas, nepotismo y engaños cometidos por algunos gobernadores y conspicuos funcionarios del gobierno nacional --delitos que se encuentran plenamente acreditados a través de un programa político que se emite los domingos por la noche-- han caído en saco roto, pues no hay fiscal alguno con el coraje suficiente para actuar de oficio frente a tales estropicios.
En tanto el miedo siga reinando en aquellos que tienen a su cargo la responsabilidad de controlar la condenable conducta de los gobernantes actuales, la esperanza de vivir en un país mejor, poco a poco, se irá diluyendo.
El miedo domina y paraliza, y muchos de los dirigentes nacionales bien lo saben. Por ello, utilizan todos los medios a su alcance para apretar e intimidar, para amenazar y calumniar.
Un muro infranqueable separa a la viuda de Kirchner del resto de la sociedad; ella vive en un mundo de fantasía, en un paraíso inexistente donde la gente de carne y hueso --hay que aclararlo, pues esta mujer no debe saberlo-- vive alterada, irritada e indignada por la pelea doméstica entre la ocupante de la quinta de Olivos y sus exaliados Moyano y Scioli. La sociedad es rehén y víctima de esta rencilla absurda, sorda, originada sólo por la arrogancia de quien hoy habita la Casa Rosada.
La cadena nacional ha mostrado en estos días escenas patéticas, protagonizadas por una mujer desorientada, de ojos desencajados y rostro marchito, que en su papel de locutora eterna pasó a vender muñequitos alusivos a su persona y a su marido muerto, hasta entregar DNI a personas que dudan del sexo que Dios les regaló. Esa es la presidenta: una persona que no sabe dónde está parada, que ignora la realidad que la circunda, que divaga y dice cosas que hasta sus propios apaludidores no pueden creer, que arremete en forma implacable contra un supuesto rival que no ofrece resistencia alguna: el sumiso y siempre humillado Scioli, un curioso personaje que debe ser estudiado por la psiquiatría, pues no creo que en el mundo actual se encuentre un espécimen de esta naturaleza que se deja basurear en todo tiempo y en todo lugar por Fernández de Kirchner como por el alcahuete Mariotto, sin que al castigado gobernador se le mueva un pelo.
Mientras todo esto ocurre, el show del horror continúa su camino de desquicio y depredación. Varios son los actores de esta novela de pesadilla; el sospechado Boudou, que sigue su raid de oprobio; Ricardo Jaime, que impunemente continúa caminando por las calles, sin recibir sanción alguna; los Schoklender, que fueron excarcelados gracias a la reducida suma de dinero que generosamente los honorables integrantes de la Cámara Federal impusieron a los imputados; Bonafini, que alegremente sigue insultando a diestra y siniestra sin que el increíble Oyarbide la haya citado a declarar en la causa penal donde se encuentra imputada. Y si a toda esta lista le agregamos los homicidios, los robos, las salideras bancarias a manos de delincuentes comunes --y no tanto--, vemos que el panorama es oscuro, oscurísimo.
¿Adónde iremos a parar? ¿Cuánto más se deberá soportar?
Sólo espero que en algún momento Dios se apiade de este país agobiado, de este país esquilmado.
Un resto de esperanza debe ser nuestro soporte, nuestra meta para que esta nación --hoy en tinieblas-- vuelva a ver la luz.
Julio C. Borda es autor de El Señor de la Patagonia. Vida de Francisco P. Moreno, de reciente aparición.
Perú sigue creciendo
Por Gustavo Chopitea
Perú está constituyéndose en una de las economías latinoamericanas que más progresan, destruyendo pobreza aceleradamente y atrayendo, cada vez más, a la inversión. Los números que así lo testimonian siguen siendo excelentes, como se verá.
Según el FMI, Perú habrá de crecer este año a un buen ritmo, del 5,5% de su PBI. La información se dio a conocer en el informe de ese organismo, denominado "Perspectivas de la Economía Mundial".
La estimación anterior del FMI --de apenas enero pasado-- era del 5%. El pronóstico ha mejorado, entonces. El ritmo de crecimiento peruano está muy por encima de la media regional, que es del 3,7%. Comparado concretamente con otros países de la región, Perú está mejor que muchos de ellos. Mejor ciertamente que Colombia (4,7%), que Bolivia (5%), que Chile (4,3%), que México (3,6%), que Uruguay (3,5%) y que Brasil (3%). En mi opinión, significativamente mejor que la Argentina, cuya economía está desacelerándose mucho y que presumiblemente no crecerá por encima del 2,5%.
No es sorprendente que, en paralelo, Perú esté siendo seleccionado como uno de los países más seguros para la inversión en nuestra región. El segundo después de Chile, país éste que tiene la economía más moderna y más madura de América Latina. Respecto del índice de riesgo soberano publicado por Black Rock, Perú ocupa el puesto 17 a nivel mundial. Notable, por cierto.
Perú tiene hoy, asimismo, la inflación más baja de toda la región, del 2,6% anual. Tasa que los analistas esperan disminuirá al 2,5% el año que viene. Esto es consecuencia de un manejo serio y ordenado de la economía, que ha sido mantenido por cambios de signo político que no han modificado el rumbo general de la política económica.
Hasta Chile, con una inflación del 3%, está peor que Perú. También Colombia (3,4%), México (3,7%, en un año electoral), Ecuador (5,3%), Brasil (5,5%), Paraguay (6,5%) o Uruguay (6,5%). Mucho peor Venezuela (29%) y la Argentina, cuyas cifras oficiales no son, para muchos, siquiera creíbles y son estimadas, en realidad, en un orden del 27% anual.
Perú sigue --queda visto-- su marcha ascendente, consciente de que los éxitos que suma demuestran el acierto de la estrategia adoptada, basada en el mercado y en la apertura de la economía. Todo lo contrario de la estrategia de nuestro gobierno: aislada, cerrada, proteccionista y con un Estado omnipresente, que cada vez luce más policíaco, en todos los órdenes.
Ocurre que Perú sabe bien que el futuro no es un regalo, sino en todo caso una conquista que se procura todos los días con tesón, coherencia y esfuerzo. Fruto del trabajo y el acierto en las decisiones.
Gustavo Chopitea es analista internacional del grupo Agenda Internacional.