Bahía Blanca | Miércoles, 16 de julio

Bahía Blanca | Miércoles, 16 de julio

Bahía Blanca | Miércoles, 16 de julio

Villa Rosario, a seis años de la erradicación

Seis años después de ser erradicados de la vera del arroyo Napostá, los vecinos de la Nueva Villa Rosario recuerdan los padecimientos de un pasado difícil y enfrentan un presente donde la desocupación y la falta de obras constituyen aún realidades sin resolver. Hace tiempo que no duermen apiñados en una única habitación o con los pies mojados por las recurrentes crecidas del arroyo pero, de todas formas, se sienten discriminados por el municipio.

 Seis años después de ser erradicados de la vera del arroyo Napostá, los vecinos de la Nueva Villa Rosario recuerdan los padecimientos de un pasado difícil y enfrentan un presente donde la desocupación y la falta de obras constituyen aún realidades sin resolver.


 Hace tiempo que no duermen apiñados en una única habitación o con los pies mojados por las recurrentes crecidas del arroyo pero, de todas formas, se sienten discriminados por el municipio.


 "Por las calles de tierra de la zona comprendida entre Venezuela, México, Thompson y 1810, hace al menos dos años que no pasan las máquinas. Y el asfalto de la calle 1810, una de las pocas vías con pavimento para llegar al barrio, se encuentra en muy mal estado por el tránsito constante de camiones que van al Mercado Frutihortícola", comentó Adriana Macano, vecina del lugar.


 Similar fue el panorama trazado por Angélica Sanhueza, quien junto a su marido integra el Consejo Vecinal de Nueva Villa Rosario.


 A su entender, los problemas de la actualidad son la desocupación y el mal estado de las calles.


 "Cada vez que llamamos a la delegación de Villa Rosas para solicitar algún arreglo de las calles de tierra nos dicen que las máquinas están rotas. La última vez que hubo algún trabajo fue hace dos años", dijo.


 También resulta un problema cuidar las instalaciones del Salón de Usos Múltiples (SUM) que se alquila a los vecinos para determinados eventos, ya que está ubicado en un amplio espacio verde y por la noche suele ser blanco de vándalos.


 "En los últimos años robaron dentro del salón unas cuatro veces y una lo incendiaron. Cada vez que se colocan vidrios nuevos alguien los rompe, incluso un día se llevaron la heladera que teníamos como si se llevaran algo del tamaño de un celular", agregó Sanhueza.


 "Desde hace tiempo nos sentimos olvidados por el municipio, creo que para el intendente actual no existimos. En el barrio Noroeste robaron y le dio un subsidio a la sociedad de fomento del lugar pero acá, hasta el momento, no hubo nada", puntualizó.


 Si bien la mayoría de los vecinos lleva una vida honesta, comentaron que muchas veces son discriminados por quienes no conocen a la barriada, ya que cuando hay algún robo en los barrios cercanos se comenta que los ladrones huyen siempre hacia Villa Rosario, como si resultara lógico que fueran de allí.


 "Una vez pedí un préstamo en una compañía financiera del centro y, si bien el recibo de sueldo de mi marido alcanzaba para cubrir el monto solicitado, nos lo negaron por vivir acá", contó Sanhueza.


 También mencionó los problemas de violencia que se generan a la salida de la Escuela Secundaria Nº 8 y recordó el caso de la joven a la que le cortaron el cuello con una gillette meses atrás, aunque destacó que el barrio en general es tranquilo.


 En cuanto al significado de tener una vivienda propia, lo describió como algo "impagable" y destacó la mejora evidenciada en materia de salubridad luego de la gestión del entonces intendente Jaime Linares.


 "Por vivir en esas condiciones mi hijo, que tenía un año en aquel entonces, contrajo bronquiolitis aguda e incluso estuvo en terapia intensiva con respirador. En esa época mi marido estaba desocupado y tuve la suerte de entrar al Plan Jefas y Jefes de familia", relató.


 Elisabeth Perrone, también vecina del lugar, vivió a orillas del arroyo durante 23 años.


 "Sólo teníamos una habitación y las ratas nos cebaban mate. Igual siempre me voy a sentir orgullosa de Villa Rosario", recordó, entre risas.


 A partir del traslado, Elisabeth vive en una casa de tres habitaciones junto a su esposo y sus seis hijos y asegura que la vida les cambió completamente, ya que no deben preocuparse por las inundaciones, salvo por los charcos que se forman en las calles de tierra.


 Las cuotas que los vecinos pagan por las viviendas son de 128 pesos por las casas de tres dormitorios, 106 por las de dos y 88 por las de una habitación, más 27 pesos por las obras cloacales.


 "Lamentamos no tener arreglos en las calles, ya que otros lugares de la ciudad han recibido obras de asfalto, como por ejemplo Spurr que creció mucho. Incluso para conseguir la iluminación de algunas cuadras tuvimos que pelear mucho", explicó.


 Perrone aseguró que para que el barrio evidencie algunas mejoras habría que construir un puente peatonal y reparar las calles, aunque también sería importante que se realicen tareas de mantenimiento en el espacio verde donde se encuentra la cancha de fútbol, ya que muchos vecinos tiran la basura en ese mismo sector y hay mucha maleza en los alrededores.


 Para José Hernández, pastor de varias iglesias evangelistas de la zona, los problemas del barrio consisten en la falta de trabajo, que afecta a mucha gente, el estado de las calles de tierra y las deficiencias en el pavimento de 1810.


 "Mi deseo es poder contar con un centro de jubilados y construir una cancha de bochas para que la gente mayor tenga un lugar donde entretenerse, ya que hay canchas de fútbol y de básquet pero para los abuelos no hay nada", sintetizó.

Cruzando el charco




 "Vivo en Thompson y Esmeralda en un terreno fiscal, no tenemos servicios y sería importante que se realicen obras de asfalto, ya que los colectivos no pasan por el lugar. Estoy vendiendo comida en el mercado para ganarme la vida, ya que mis hijos tienen que ir a la escuela" contó Berta Avendaño, residente en el sector de Villa Rosario que no fue erradicado.


 Muy cerca de allí, en la primera cuadra de Tarapacá, vive Yanina Aguilar, quien destacó que el sector más tradicional cuenta con casi todos los servicios, salvo gas natural.


 "Tengo mi propia casa de material y estoy contenta de vivir acá, lo único que habría que mejorar sería que la gente no arrojara basura en el arroyo", comentó.


 "El problema grande de este barrio es el elevado índice de desocupación y, en el plano material, la falta de mantenimiento de las calles", expresó Miguel Muñoz, quien vive en Darregueira al 2000.

Un poco de historia




 Cuando en 1995 un vecino de Villa Rosario llamado Raúl Corbetto le presentó al intendente Jaime Linares un proyecto para erradicar a las familias que habitaban las precarias casas de la costa del arroyo Napostá, se puso en marcha un éxodo que culminó recién en 2005 durante la gestión de Rodolfo Lopes.


 Entre anuncio y anuncio, el traslado de 168 familias se vio paralizado en 2001, cuando la empresa a cargo de la construcción de las viviendas decidió no continuar las obras por falta de fondos, ya que el Instituto Provincial de la Vivienda no realizaba los pagos correspondientes.


 Recién en 2002 se entregaron las tres primeras casas y en 2004, luego de una amenaza de usurpación por parte de los vecinos que continuaban al otro lado de arroyo, se entregaron 56 más.


 Finalmente, en 2005, se completó el traslado, posibilitando que las 168 familias puedan retomar o comenzar una vida digna.

Sergio Prieta/Especial para "La Nueva Provincia"