Bahía Blanca | Viernes, 03 de mayo

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Rugby con aroma a café

¿Tiene el mismo gusto que el que vendés en la cancha? Y, no sé, te digo... (prueba) El tuyo seguro tiene la cuota artesanal. Mmm, está buenísimo. ¿Mejor que el de Lito? ¡Casi que sí eh! El café de máquina que le convidamos a Alfredo Rafael Breglia (58 años) abre el diálogo con el vendedor oficial del rugby bahiense. El cafetero de la ovalada. El garrapiñero de la cancha. El heladero del rugby.

 --¿Tiene el mismo gusto que el que vendés en la cancha?


 --Y, no sé, te digo... (prueba)


 --El tuyo seguro tiene la cuota artesanal.


 --Mmm, está buenísimo.


 --¿Mejor que el de Lito?


 --¡Casi que sí eh!


 El café de máquina que le convidamos a Alfredo Rafael Breglia (58 años) abre el diálogo con el vendedor oficial del rugby bahiense. El cafetero de la ovalada. El garrapiñero de la cancha. El heladero del rugby.


 Lito es eso y algo más. Es fanático de Martín Palermo y en segundo lugar de Boca. Lleva 33 años recorriendo rectángulos de césped de un extremo a otro, vendiendo golosinas y café a un público exclusivo.


 De otoño a primavera sus ocasionales ausencias se sienten. Esos vasitos de plástico blanco, bien calientes, alcanzan para templar el cuerpo en ventosas y frías tardes de invierno bahiense.


 Después de rechazar las entrevistas un par de veces, un par de años, Lito finalmente aceptó abrir la puerta de ese mundo de cafés y golosinas.


 --¿Cómo es la previa, la preparación para ir a vender a la cancha?


 --Tardo como dos horas. Pero todo comienza el jueves, cuando voy a la Unión de Rugby del Sur para averiguar el horario del partido. O leo el diario. Casi siempre juegan los sábados. La venta grande se hace en el partido principal.


 "Cargo el termo, las golosinas y salgo en la moto (NdR: una Garelli Noi Matic modelo 90), con todo bien agarradito para que no se caída nada".


 --¿Desde dónde salís?


 --Vivo en Tiro Federal, pero con la moto no hay problema. Igual, varias veces hice el viaje a las canchas en bici.


 --¿Cuántos litros de café preparás?


 --Cinco. Pero sobra. Para la gente que va...


 --Poca.


 --Sí, comparado con la que iba otros años. A los partidos locales iba más gente, tal vez ciento cincuenta personas de cada lado. Porque eran más clásicos los partidos y porque creo que ahora se trabaja más los sábados.


 --¿Qué ganancia hacés por fin de semana?


 --Más o menos cien mangos.


 --¿Siempre vendiendo lo mismo?


 --Sí, pero antes no había cantinas en los clubes. Yo empecé vendiendo en las escuelas y después un hombre me llevó a las canchas de rugby. Y como ahí me conocían ya los mismos chicos que iban a la escuela, en la secundaría del Don Bosco. Yo iba en la bici y me cruzaban en la calle y me decían "¡Lito, tenés partido el domingo!". "¿Dónde?", les preguntaba. "En Sportiva a las tres", me decían. Claro antes no había cantina, no había nada y yo me aparecía en la cancha del Parque de Mayo a las tres de la tarde en agosto. ¿Y sabés qué llevaba? 150 helados de agua. ¿Sabés lo que era ver comer en un partido a entrenadores, jugadores, dirigentes y público? El hambre que daba... Claro, no llevaba café ni golosinas. ¡Y un frío hacía!

Golpe que lo marcó




 Cuando se le pregunta sobre sus inicios como vendedor, la actividad que siempre le dio de comer, Lito se detiene en un accidente sufrido en la adolescencia y que lo marcó para siempre.


 "Exactamente no sé qué me pasó. Sé lo que me contaron. Si es cierto no sé. Tenía 14 años y había terminado séptimo grado. Mi viejo era albañil y un día me mandó a buscar algo a la obra. Alguien me chocó en la cabeza con un fierro. Me encontraron tirado", recordó.


 "Lo que recuerdo es que me desperté en el hospital el 7 de diciembre del '65 con un dolor de cabeza de la p... madre. Y que la hermana de mi mamá estaba llorando. Cuando después de 45 días salí del hospital y le pregunté por qué lloraba, me dijo que era porque el médico le había dicho que me moría", agregó.


 "Se calcula que me golpeó un caño que sobresalía de algún camión que pasó justo cerca de donde yo iba en bicicleta. Por lo que me contaron fue en Juan Molina y Vicente López", recordó.


 --¿Cómo siguió tu vida después del accidente?


 --Hice primero y segundo año del secundario pero cuando me ponía a estudiar me daban unos dolores de cabeza terribles. Creo que en la cabeza me pusieron 33 puntos.


 "Sé que me hacen mal el frío y el calor. Me mareo, me baja la presión. Concentrarme me da dolor de cabeza. El golpe fue arriba y se fracturó el cráneo. No se puede unir ni enyesar. Después intenté buscar trabajo, pero cuando me revisaban las ART no me daban laburo. Hice changuitas. Ya me pudrí de tanto manoseo".


 --¿A qué aspirabas?


 --Había empezado a estudiar construcciones. Pero en lo mío también me perjudicó el fumar. Vivía tomando 3 o 4 genioles por día. Ahora hace cuatro años que no fumo.

En perspectiva




 --¿Te gusta el rugby?


 --Sí, es lindo. Yo pienso que... Si bien dicen, dicen, que los golpes son bravos, en el fútbol también lo son porque si un tipo queda lesionado no te enterás. Batistuta no puede jugar más al fútbol por los golpes que tiene en los tobillos. El rugby es muy sano como deporte. Tal vez se pelean en la cancha pero no en la calle. Después del partido vos los ves en los clubes charlando entre ellos, de lo más normal, en el tercer tiempo. No la siguen en el baile a la noche.


 --¿Qué diferencias ves con el rugby de antes?


 --Hoy practican muchos jóvenes. Antes se veían en primera a jugadores más grandes. El try valía tres puntos. Y tenías a Argentino, Sportiva, Uni, Tiro Federal de Punta Alta, Puerto Belgrano, Banco Vallemar. Y cada tanto venía un equipo de afuera, pero el día que venía alguno de afuera, a Sportiva o la cancha del Parque, había dos mil personas.


 --¿Algún partido que recuerdes?


 --No. Todos. Son un montón. Siempre uno tiene algo que no tiene el otro. Antes el rugby era tan fervoroso que se peleaban hasta las hinchadas. Pero jamás hubo alcohol ni nada. Tenían ganas de pelearse nada más. Son los que hoy tienen 50 o 60 años.


 --¿En qué club te tratan mejor?


 --En todos.


 --Je, pero en alguno debés vender mejor.


 --Depende en qué cancha se juegue. No es lo mismo si es en la principal o en la secundaria. Hay que ir a los partidos. Salvo que esté lloviendo.


 --¿Qué pide la gente?


 --Garrapiñada y café. Se hizo más tradicional la garrapiñada. Antes compraban más cosas caras. Antes en los cines había unos chocolates inmensos que hoy no te los compran. La venta se fue quedando por los precios. Tal vez eran mejores los sueldos. Hoy buscan un girasol, algún chicle.


 --¿Girasol en el rugby?


 --Sí, pilas. Ahora está de moda. Ni que fuera tan rico...


 --¿Vendiste en el cine?


 --Vendí en el Unión y en el Don Bosco. También estuve en los clubes de básquet y fútbol. Yo miraba el diario y ahí definía los lugares. Antes iba realmente gente a los espectáculos deportivos. Y lo más importante es que consumían.


 --¿Te sentís parte del rugby?


 --Tanto del rugby como de la calle también, por todos los que me saludan. Significa que te aprecian pero al mismo tiempo me pregunto de dónde lo conozco al que me saluda. Y eso le agrega años a la pregunta, je.

¡Devuelvan los chocolates, Globetrotters!




 --¿Viviste algún episodio fuera de lo común como vendedor?


 --Ah, sí, el de cancha de Estudiantes. Fue cuando vinieron los Globetrotters. Ellos ven a los vendedores, les sacan golosinas y se las regalan al público. Pero yo no lo sabía. Y estaba vendiendo en la platea baja. En la bandeja tenía unos chocolates Aero chicos, medianos y grandes. Eran caros. En eso aparece un negro inmenso y me dice "¡Chocolate!". Yo seguí de largo. Pero volvió a tocarme el hombro. "¡Chocolate", volvió a decir y me los agarró y los tiró a la tribuna. Me dejó sin nada. "¡Chau!", me dijo. Me saqué la bandeja, la tiré al suelo y lo fui a correr.


 "En eso me paró un policía y me preguntó qué pasaba. Le expliqué y me mandó con un señor de portafolio negro que me hizo una boleta ¡por una bandeja y media! No había empezado el show y ya tenía en mi bolsillo dinero por comisión de la totalidad de la venta más la ganancia.

Ricardo Sbrana/"La Nueva Provincia"