Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

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Conmovedor inicio del juicio a Mauro Schechtel

Conmovedora y angustiante al extremo. Así resultó, ayer, la primera jornada del juicio oral y público contra Mauro Emilio Schechtel (30), acusado de uno de los delitos más aberrantes de nuestra región, como fue el secuestro, violación e incendio de una niña de 10 años, que salvó milagrosamente su vida gracias a una valentía fuera de lo común.
Conmovedor inicio del juicio a Mauro Schechtel. Sociedad. La Nueva. Bahía Blanca

 Conmovedora y angustiante al extremo. Así resultó, ayer, la primera jornada del juicio oral y público contra Mauro Emilio Schechtel (30), acusado de uno de los delitos más aberrantes de nuestra región, como fue el secuestro, violación e incendio de una niña de 10 años, que salvó milagrosamente su vida gracias a una valentía fuera de lo común.


 Quienes le ofrecieron a la menor los primeros auxilios --aquella tarde del 18 de junio de 2008, en la ruta 72, partido de Coronel Dorrego--, médicos que la asistieron en la emergencia, policías que trabajaron en la investigación y, por último, su padre, Eduardo, quien afirmó que la menor "hoy está espectacular", signaron la jornada, que concitó gran atención de medios locales, zonales y nacionales, al rechazarse un pedido de privacidad del acto.


 Los picos de emotividad fueron tan altos que afectaron no sólo a testigos y al público (entre quienes había familiares de la víctima), sino también a los magistrados, en particular al doctor Enrique José Montironi --actúa junto a sus pares Hugo Adrián De Rosa y Mario Lindor Burgos--, a quien se vio secando sus lágrimas con un pañuelo.


 El acusado --siempre con su mirada al piso-- estuvo presente en el inicio de la audiencia, a cargo del Tribunal en lo Criminal Nº 1, aunque, por pedido de su defensor oficial, Germán Kiefl, fue retirado de la sala antes de la ronda testimonial y no presenciará el debate en lo sucesivo.


 Para el fiscal Sebastián Foglia; su ayudante dorreguense, Marcelo Romero Jardín y los abogados de la familia afectada, Adriana Domizi y Fernando Dimatz, se va a acreditar que Schechtel fue quien, al mando de un Renault 12 naranja, colisionó intencionalmente la bicicleta que guiaba la niña, en Perón al 1300, para ofrecerle el traslado al hospital Municipal de aquella ciudad.


 Sin embargo, en el camino, el sujeto tomó hacia las afueras y, en un descampado próximo a la citada carretera, la inmovilizó con cinta de embalar, la ultrajó y después la roció con combustible, prendiéndole fuego, con la evidente intención de matarla para ocultar el abuso.


 No obstante, la víctima, malherida, consiguió arrastrarse hasta la calzada, fue auxiliada por un camionero y, de esa manera, logró recuperarse.


 Creen los acusadores que se trató de un abuso sexual agravado, con acceso carnal, en concurso con homicidio calificado, criminis causa (para ocultar un delito previo), en grado de tentativa.


 Kiefl, por su lado, se opuso y abogó por la absolución, sin dar a conocer sus argumentos.

El drama, de cerca




 En el inicio de la audiencia, se escuchó la palabra del camionero Fabián Ullman, quien virtualmente se topó con la niña en medio de la ruta 72, cuando se dirigía hacia Rosario, luego de superar varios días de corte, por el piquete agropecuario.


 "Estaba bastante oscuro y vi un bulto en el camino, una persona. Puse la luz alta y era una nena, pude ver que estaba en estado crítico, quemada y que pedía ayuda", expresó el transportista.


 Dijo que la pequeña estaba desnuda de la cintura hacia abajo y con ropas chamuscadas en la parte superior.


 "¿Qué te pasó?", le preguntó Ullman, para recibir como respuesta: "me atropelló un auto naranja".


 Pese a la conmoción, la menor le aportó el número de teléfono de su casa y el nombre de su madre. El camionero pidió ayuda a la policía, luego de que dos vehículos no detuvieran la marcha, al punto de casi atropellarlos.


 "El tercer vehículo paró y su conductor se horrorizó. Era muy difícil ver a una persona así", admitió Ullman.


 También comentó que la policía demoró "30 minutos interminables, que fueron horas para mi" y recalcó que la víctima le insistía en que "la había atropellado un auto naranja".


 El primer policía en arribar a la escena fue el sargento Luis Alberto Jerez, quien se encargó de conducir a la niña al hospital, en el patrullero.


 "Lloraba, me contó detalles, que la rociaron con algo y la habían quemado. Me dijo que un auto naranja, no muy grande, ocupado por una sola persona, la había chocado y que la subió de prepo", sostuvo el efectivo.

"Nunca vi algo así"




 También comparecieron los doctores Carolina Bertaso, Nicolás Testani y Mauro Sueldo (médico de policía), quien --pese a su experiencia de más de una década en la materia-- debió entrecortar su relato por la angustia.


 "No había visto nunca algo así, con tanta alevosía y me conmovía que (la menor) estuviera tan lúcida", aseguró Sueldo.


 Esa sensación --confesó luego--, se robusteció al observar que la niña portaba una "pulserita rosa", de similares características a las que ella, habitualmente, les ofrecía a sus hijas, a quienes conocía por vivir relativamente cerca.
Todos los facultativos coincidieron en que la chiquita presentaba quemaduras varias, traumatismos en el rostro y lesiones genitales. Dos de los tres, a su vez, afirmaron que presentaba "olor a combustible" y Bertaso agregó que tenía "cintas de embalaje en sus muñecas".



 A ellos también les hizo mención lo del "auto anaranjado".


 Las docentes Adrián Toftum y Clarisa Ibarguren, quienes aquella tarde regresaban desde una escuela rural hacia Dorrego, confirmaron que vieron, a la vera de la ruta 72, en cercanías de donde, poco después, fue encontrada la víctima, al "Renault 12 naranja".


 Ambas no dudaron en afirmar que era el mismo vehículo que, luego, identificaron en sede policial, tras ser secuestrado, durante la madrugada siguiente, en la localidad de El Perdido, donde se detuvo a Schechtel, mientras pernoctaba en la casa de una hermana.


 Toftum expresó que, al paso, logró observar en el interior a "una persona con buzo oscuro, en posición dudosa, boca abajo", dejando entrever que el hombre podía estar manteniendo una relación sexual.

Hacia el sospechoso




 El comisario Marcelo Giussia, entonces jefe de la seccional de Dorrego, le ofreció al tribunal detalles que llevaron a los investigadores hacia el único detenido.


 Sostuvo que los datos del auto naranja, aportados por la niña y las maestras, así como la descripción que hizo la menor sobre el autor, como un hombre de "ojos claros y ropa oscura", fueron importantes para avanzar en la pesquisa.


 También dijo que mantuvo contacto con distintos colegas de la zona y que su par Pablo Correa, a cargo de la seccional de Monte Hermoso, resultó vital para llegar a Schechtel.


 Le informó que en el balneario había estado trabajando un plomero, oriundo de Coronel Suárez, que se movilizaba en un coche de esas características y que también habría tratado de abusar de una menor, en un hecho que no llegó a "judicializarse" porque no hubo denuncia.


 De esa manera, se estableció quién era el sospechoso, que tenía un familiar en El Perdido y que una oficial de esa población dorreguense había observado el Renault en cuestión.


 Así, se llegó a la casa de la hermana de Schechtel, en cuyas adyacencias se encontró el rodado, totalmente tapado con una lona, y se concretó un allanamiento dispuesto por la justicia.


 "El imputado estaba acostado, boca abajo, temblando y muy sudoroso, muy nervioso", afirmó Giussia.


 En el lugar secuestraron prendas con manchas hemáticas y otras que estaban recién lavadas.


 A preguntas del defensor, reconoció que la hermana comentó: "yo sé que está enfermo o que tiene problemas y no se quiere hacer tratar" y no recordó que el procesado haya hecho, en esas circunstancias, algún comentario.

"Me imaginaba lo peor", dijo el padre de la niña




 La media hora en que se prolongó la declaración de Eduardo, padre de la niña, alcanzó el cariz más dramático de la jornada.


 Tan es así que uno de los magistrados debió interrumpir su relato sobre la torturante experiencia, para permitir que cambie el semblante, cuando le dijo que lo importante era saber cómo se encontraba en la actualidad su hija y respondió: "hoy está espectacular".


 El docente, de 45 años, confesó que pasaron varios días hasta que conoció la verdad real del caso y la magnitud del daño y que cuando le dieron la primera noticia "me imaginaba cualquier cosa, lo peor", suponiendo que la habían "quemado con cigarrillos" o que "la habían apuñalado".


 Fue desgarrador escuchar a Eduardo relatar cómo siguió los pasos del vehículo sanitario, desde Dorrego al Hospital Penna.


 "Tenía mucho miedo. Cuando llegó a Bahía, fui a su encuentro. Ella estaba conciente, nos abrazamos y la llevaron urgente. Nicolás (Testani) me dijo que estaba muy j... el tema", afirmó, para agregar que "le di un beso cuando entró al quirófano".


 Otro tramo dramático fue el pasaje en que el avión sanitario condujo a la niña hacia el Hospital Garrahan, donde se completó el paso más importante de su recuperación.


 "'Yo voy a hacer lo posible para que llegue, pero es posible que no llegue'", le dijo, con total crudeza, un médico.


 Incluso Eduardo no quiso despedirse de su hija "porque --aseguró-- no la podía mirar".


 "La primera alegría de todo esto es que llegó viva", continuó.


 Fue en ese instante que el doctor Enrique Montironi lo interrumpió y le pidió que deje el pasado de lado, al menos por un momento.


 "Hoy está espectacular; preadolescente, hace su vida normal, tiene muchísima fuerza y se mantiene. Además, tiene muy buenas calificaciones en la escuela", sostuvo, con una sonrisa.


 Al retornar a la secuencia dramática, consultado por el fiscal Foglia, admitió que su hija debió superar "operaciones día por medio, durante un mes y pico" y que otros "grandes momentos" fueron cuando despertó y cuando salió de Terapia Intensiva.


 Por último, reconoció que la menor, que el 3 de noviembre cumplirá 13 años, padeció algunas secuelas físicas, producto del ataque, aunque advirtió que es un problema mayor para ellos, como padres, que para la niña, que "lo lleva con tanta entereza, que es envidiable".


 "Hoy no tiene tratamiento psicológico, la dejamos que tome un poco de aire", amplió.

"Lo ideal sería que no salga más"




 Antes de comenzar el juicio, Eduardo Olsen, tío de la niña afectada, reconoció que tenía sensaciones "un poco encontradas".


 "Guardo la esperanza de que el juicio sea ejemplar, por todos los casos como este que pueda haber en el país. Creo que los jueces van a tener que pensar varias veces antes de dictaminar la sentencia", afirmó.


 Olsen --está casado con una hermana del padre de la menor--, admitió, en ese sentido, que "lo ideal sería que no salga más", aunque aclaró que "no soy abogado".


 Sobre el estado de la pequeña, confirmó que "se ha insertado en la sociedad y está muy contenida, yendo a la escuela y realizando alguna actividad deportiva".


 Por último, valoró la gestión de los médicos del Hospital Garrahan, a la que calificó de "espectacular".


 "Cayó en las mejores manos del país", finalizó Olsen.