Apodos: la historia también tiene sentido del humor
Mariano Buren "La Nueva Provincia" ¿Hace falta decir quiénes son "El zorzal", "El Diego", "El Lole", "Pampita", "Fito", "El Bati", "El Che", "Manu" o "La Sole"? Seguramente no. Basta con la simple mención de sus apodos para que el resto de los nombres emerjan solos, sin otra necesidad de ayuda. Como tampoco es fácil pensar en estos nombres sin su correspondiente sobrenombre: Ramón "Palito" Ortega, Roberto "El polaco" Goyeneche, Carlos "El indio" Solari, Ana Laura "Tita" Merello o Samuel "Chiche" Gelblung, entre tantos otros.
Periodista egresado de Taller Escuela Agencia (TEA) de Buenos Aires. Especializado en política nacional, historia, cultura y sociedad. Trabajó, entre otros medios, como redactor en First, Alfa Stile y EducaRed de Fundación Telefónica. Ganador la beca UCA-Clarín de la Fundación Roberto Noble. Fue secretario de redacción de Revista Competencia y jefe de redacción de la Revista Watt, ambas en la Ciudad de Buenos Aires. Se desempeñó como columnista político en Radio LU2. Actualmente es jefe de la sección "El País" de La Nueva. y editor en LaNueva.com.
¿Hace falta decir quiénes son "El zorzal", "El Diego", "El Lole", "Pampita", "Fito", "El Bati", "El Che", "Manu" o "La Sole"? Seguramente no.
Basta con la simple mención de sus apodos para que el resto de los nombres emerjan solos, sin otra necesidad de ayuda. Como tampoco es fácil pensar en estos nombres sin su correspondiente sobrenombre: Ramón "Palito" Ortega, Roberto "El polaco" Goyeneche, Carlos "El indio" Solari, Ana Laura "Tita" Merello o Samuel "Chiche" Gelblung, entre tantos otros.
Esto se debe, sin dudas, a que los sobrenombres representan una de las formas más extendidas del ingenio nacional, tal como lo asegura Julio Mafud en su ensayo Psicología de la Viveza Criolla: "Los motes, la viveza y la cachada son la creación más peculiar del arte popular argentino".
Suena lógico, entonces, que la mayoría de los personajes que marcó el compás político-económico de la Argentina desde 1810 en adelante cuente con su correspondiente apodo. Se trata de una larga tradición que abarca desde el último virrey, Baltasar Hidalgo de Cisneros ("El sordo") hasta la actual presidenta, Cristina Fernández de Kirchner ("Reina Cristina" o "CFK").
El fenómeno bien podría interpretarse como un mecanismo de defensa social. Los apodos son, acaso, una de las pocas formas de revancha que tiene la gente ante los dislates políticos.
Un rápido muestreo, a lo largo del tiempo, corrobora la hipótesis: Juan José Passo ("El viejo"), Feliciano Chiclana ("Hipoteca"), Lucio Vicente Mansilla ("Mantequilla"), Dalmacio Vélez Sarsfield ("Mandinga"), Carlos Tejedor ("El camaleón"), Leandro Alem ("Cristo"), Ricardo Balbín ("El chino"), Oscar Alende ("El bisonte"), José López Rega ("El brujo") o Carlos Ruckauf ("Rucucu").
No hay que olvidar que reírse de los poderosos siempre causó fascinación entre los ciudadanos anónimos.
Los seudónimos tienen los más variados orígenes: pueden ser afectuosos (Guillermo Brown, "El viejo Bruno"), irónicos (Ignacio Alvarez Thomas, "El capón"), hirientes (Juan Lavalle, "Espada sin cabeza"), descriptivos (José María Paz, "El manco") y hasta vindicatorios (Juan José Castelli, "Pico de oro").
Muchas de estas denominaciones surgieron en diálogos privados o en las calles. Otros, en cambio, encontraron su marca de origen en algunas publicaciones satíricas, como El mosquito, Caras & Caretas, Tía Vicenta o Humor.
Más allá de su intencionalidad, los apodos bien pueden ser considerados como una forma alternativa de ingresar a la historia. Después de todo, suele decirse que lo importante es que se hable bien o mal de alguien, pero que se hable.
Uno por uno
- Manuel Belgrano ("Cotorrita", por estar siempre vestido de verde, su color predilecto).
- Mariano Moreno ("El mulato", por el color de su tez).
- Martín Miguel de Güemes ("El gangoso", por un inocultable defecto en el habla).
- José Rondeau ("Mamita", por el buen trato que dispensaba a sus subalternos).
- Bernardino Rivadavia ("El sapo del diluvio", por su físico poco agraciado, similar a un batracio).
- Facundo Quiroga ("El tigre de los llanos", por su destreza al mando de las tropas montoneras).
- Juan Manuel de Rosas ("El restaurador", por su rigor para desbaratar el estado de anarquía).
- Justo José de Urquiza ("El tigre de Montiel", por su destreza e influencia al mando de sus tropas).
- Salvador María del Carril ("Lingote", por las políticas económicas y cambiarias que aplicó).
- Bartolomé Mitre ("Don Bartolo", por el afecto que despertaba su figura señorial entre los porteños).
- Marcos Paz ("Buche", por sus mejillas fláccidas, que se movían al hablar).
- Domingo Faustino Sarmiento ("El loco", por su fuerte temperamento, tanto privado como público).
- Nicolás Avellaneda ("Chingolo", por el complejo que tenía por su baja estatura).
- Julio Argentino Roca ("El zorro", por su probada astucia política y militar).
- Miguel Juárez Celman ("El burrito cordobés", por la ineficacia de su gestión presidencial).
- Carlos Pellegrini ("El gringo", por ser hijo de inmigrantes franceses e ingleses).
- Luis Sáenz Peña ("El pavo", por la debilidad exhibida durante su breve presidencia).
- José Evaristo Uriburu ("Lechuza", por la combinación de ciertos rasgos faciales).
- Manuel Quintana ("El maniquí", por su frase: "Es tiempo de ponerse los pantalones").
- José Figueroa Alcorta ("Jettatore", por la escasa suerte que traía su presencia).
- Roque Sáenz Peña ("Protocolo", por su excesivo apego a las formas y cortesías en público).
- Alfredo Palacios ("El mosquetero", por su estilizado bigote y la tendencia a batirse a duelo).
- Victorino de la Plaza ("El chino", por su ascendencia diaguita, evidenciada en la forma de sus párpados).
- Hipólito Yrigoyen ("El peludo", por su carácter taciturno, ajeno a la exposición pública).
- Marcelino Ugarte ("El petiso orejudo", por sus picardías políticas, que lo asociaron al célebre criminal).
- Marcelo T. de Alvear ("El pelado", por su característica calvicie).
- José Félix Uriburu ("Von Pepe", por la ferviente admiración que tenía por Alemania).
- Lisandro de la Torre ("Gato amarillo", por su pelo rubio, combinado con su mal carácter).
- Roberto M. Ortiz ("El gordo", por su cuerpo voluminoso).
- Ramón Castillo ("El viejito", por su avanzada edad al momento de ser presidente).
- Pedro Pablo Ramírez ("Palito", por su extrema delgadez).
- Edelmiro Farrell ("El mono", por ciertos rasgos de su cara).
- José Pascual Tamborini ("El ciprés", porque según el diario La Fronda era "alto, triste y no daba frutos").
- Juan Domingo Perón ("El pocho", por la gorra de esa marca que empleaba en su tiempo libre).
- Juan Hortensio Quijano ("Jazmín", como una forma ironía ante su tosquedad).
- Pedro Aramburu ("El vasco", por los orígenes euskeras de su apellido).
- Isaac Rojas ("La hormiga negra", por su baja estatura, sumada al uso de grandes anteojos de sol).
- Arturo Frondizi ("El flaco", por su físico alto y esmirriado).
- José María Guido ("Barón de Río Negro", por un vino de esa marca, en referencia a su trayectoria en esa provincia).
- Arturo Illia ("La tortuga", por la supuesta lentitud de su gestión).
- Juan Carlos Onganía ("La morsa", por el tamaño y forma de sus bigotes).
- Alejandro Lanusse ("El cano", por el color blanco de su pelo).
- Héctor Cámpora ("El tío", por su supuesta hermandad política con Perón).
- Raúl Lastiri ("El yerno", por su matrimonio con Norma López Rega).
- María Estela Martínez de Perón ("Isabelita", en homenaje a su madrina fallecida).
- Raúl Alfonsín ("El gallego", por los orígenes galaicos de su apellido).
- Carlos Menem ("El turco", por los orígenes siriolibaneses de su apellido).
- Fernando de la Rúa ("Chupete", por su ingreso juvenil al mundo político).
- Eduardo Duhalde ("El cabezón", por el supuesto tamaño de su perímetro craneal).
- Néstor Kirchner ("El pingüino", por su procedencia patagónica).