Bahía Blanca | Miércoles, 16 de julio

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Una pintura de la moda rioplatense del siglo XIX

Moda es sinónimo de tendencia y un concepto que mueve una industria millonaria. A partir de ella, se puede llegar a "decodificar" a una persona, tanto por su elección estética, clase social o inclinación por una ideología política o creencia. Incluso, aquel que se declara ajeno a sus efectos y frivolidades, en verdad no puede escapar a sus redes: el mercado se encargará de diluir las opciones.




 Moda es sinónimo de tendencia y un concepto que mueve una industria millonaria. A partir de ella, se puede llegar a "decodificar" a una persona, tanto por su elección estética, clase social o inclinación por una ideología política o creencia.


 Incluso, aquel que se declara ajeno a sus efectos y frivolidades, en verdad no puede escapar a sus redes: el mercado se encargará de diluir las opciones.


 El "estar a la moda" se ha vuelto algo más que lucir el último modelito: es un modo de alcanzar la aceptación social o una búsqueda por alimentar la autoestima.


 Claro que este concepto no siempre fue tan difundido como en la actualidad y, sin dudas, su evolución ha sido mucho más paulatina en tiempos pasados.


 Por caso, el profesor del Centro Municipal de Estudios Folklóricos, Abel Martínez Ocampo, así lo refiere al vestir de los pobladores del Río de la Plata, entre 1800 y 1900, cuando, tanto en el ámbito rural como en el urbano, las prendas evidenciaban los cambios de la época.


 Entonces, las ropas eran confeccionadas a mano y se mandaban a hacer a medida, salvo cuando se ocupaban las mujeres de la familia.


 "En el ámbito rural, el gaucho imponía un estilo de vestir que mantenía a lo largo de las décadas, ya que sólo conocía la moda surgida de la necesidad", dice Martínez Ocampo.


 En cambio, en Buenos Aires, la mujer se mostraba más caprichosa en la elección de telas y patrones de sus prendas, inspiradas en las tendencias europeas, que llegaban con uno o dos años de retraso, pero que lograban imponerse en las principales capitales del país, como Mendoza, Córdoba, Salta, San Miguel de Tucumán y San Fernando del Valle de Catamarca.


 "Es importante aprender a no mirar estos atuendos como disfraces, sino como una forma de vestir de la época que heredamos de nuestros antepasados y que, incluso hoy, se pueden apreciar sus influencias", destaca.


 Según Martínez Ocampo, en el siglo XIX se pueden distinguir, a grandes rasgos, tres períodos de cambio en la vestimenta. Estos van de 1800 a 1830, de 1830 a 1870 y de 1870 a principios del 1900.


 En el ámbito rural, quienes sobresalían eran peones y estancieros, mientras que en el urbano, la mujer se lucía por sus ropas de gala y de paseo.

Prendas con simpleza.
Desde principios del siglo XIX hasta 1830, la influencia española se hizo evidente en el campo, donde el varón vestía calzoncillo cribado (blanco) debajo de un calzón (pantalón por debajo de la rodilla), que acompañaba con una chaqueta y chaleco, como lo hacen los típicos toreros en Andalucía.





 Los sombreros de fieltro o pajilla combinaban con pañuelos de colores, que ataban de tres formas diferentes: al estilo aragonés (tipo pirata), serenero (que cubría la parte de la nuca y se ataba debajo del mentón) o golilla (al cuello o sobre la espalda).


 La mujer, en tanto, mostraba los vestidos de salón con corte imperio (debajo del busto) y grandes faldas, una tendencia que se impuso después de la Revolución Francesa de 1789.


 "Se deja de lado la ropa cortesana y abultada, para responder a la moda de la simplicidad. Esto se ve reflejado, por ejemplo, en la famosa pintura que muestra a Mariquita Sánchez de Thompson entonando el Himno nacional", explica Martínez Ocampo.

El vestir "político".
El chiripá apareció hacia 1830 y era usado tanto por la clase baja como por los mismos estancieros.





 Hay pinturas que testimonian este fenómeno. Un caso muy particular fue el de Juan Manuel de Rosas, por ejemplo.


 Por esos años, el estanciero también usaba dos tipos de galera: la troncocónica (ancha arriba y angosta abajo) y la chimenea.


 Asimismo, el gorro de mangas, que, en principio, era un regionalismo español, pasó a formar parte de la indumentaria de las tropas nacionales y los federales de Rosas.


 Mientras, en el salón, volvió el corte romántico, con vestidos voluptuosos, de faldas bien amplias (con miriñaque) y mangas "farolito". Debajo, calzones largos, con puntilla y medias blancas.


 "En este período, se advirtió cómo lo político marcó la moda en las mujeres que, afines a las tendencias federales, usaban moños rojos en sus cabellos, de 1835 a 1852.


 "Incluso, se dice que había grupos que esperaban a las señoras a la salida de misa, con una latita de brea para pegarles la cinta, en caso de que no la tuvieran", indica Martínez Ocampo.


 También, comenzó a ser frecuente el uso de peinetones, trabajados en carey, y mantillas.

Clases difuminadas.
Las bombachas y las alpargatas, dos de las prendas que aún hoy perduran en el paisaje rural y urbano, entraron en escena a partir de 1870. Por entonces, no sólo las usaban los peones, sino, también, los estancieros, que las combinaban con blusas y corraleras o sacos cortos.





 "Los vascos trajeron las alpargatas. El gaucho vio que eran baratas y accesibles, por lo que las incorporó a su vestimenta".


 Y si bien la mujer de campo o paisana marcó un cambio, al abandonar su tradicional camisón largo con faja de cuero, para usar vestidos floreados y sencillos, la ciudad volvió a ser escenario de la moda, a fines de ese siglo. Allí, las amplias faldas dieron paso al polizón, que se colocó para abultar los glúteos de la mujer.


 "La moda rioplatense fue receptora de las influencias europeas, por lo que las características de las prendas eran diferentes a las del Litoral y norte del país", destaca Martínez Ocampo.


 En las regiones alejadas del puerto principal, las características de la ropa se adaptaban al fuerte sol y altas temperaturas, con sombreros de alas más anchas, polleras más cortas y telas más frescas.


 Sin embargo, Buenos Aires siempre marcó el centro de los cambios en la moda, que (si bien paulatinos) otorgaron a los pobladores de esa época fundacional su particular perfil.


Desfile histórico.
El 13 de este mes, el Centro Municipal de Estudios Folklóricos, junto con el Museo y Archivo Histórico, presentó el Desfile de Moda Rioplatense, en el que se exhibieron las principales vestimentas de la época, acompañadas por danzas y bocadillos tradicionales. Fue en la sede del museo (Dorrego 116), donde, hasta fin de este mes, se exponen artículos criollos pertenecientes a colecciones particulares y de la centenaria talabartería "Londres".
Soledad Llobet