Gora vasco!
Una mínima carpa y una singular carretilla roja, debidamente adornada con una bandera argentina y otra del País Vasco, daban cuenta de la ubicación de Daniel López, en un rincón del camping Maldonado, de nuestra ciudad, al resguardo de los tradicionales tamariscos bahienses.
Lo acompañaba su señora, recién llegada de Mar del Plata para estar con él por un hecho puntual: dos días antes, Daniel había cumplido sus 52 años de edad.
También había perdido 5 kilos de peso, como consecuencia de la marcha que empezó 43 días atrás, cuando salió de una loma de la localidad de Luis Piedra Buena, provincia de Santa Cruz, el mismo lugar donde, hace 73 años, en 1935, emprendió idéntico raid Guillermo Isidoro Larregui, uniendo aquella localidad patagónica con la Plaza de Mayo, generando una verdadera leyenda, la del Vasco de la Carretilla, que cada día adquiere más trascendencia y colorido.
Un croto por un vasco
Larregui nació en Pamplona, País Vasco, en 1885, y cumpliría sus 50 años de vida caminando por los ripiosos caminos patagónicos, empujando una carretilla de 120 kilos de peso, con sus bártulos adentro, en medio de una travesía que pretendía, nada menos, demostrar que no sólo "los yanquis" podían ostentar un récord mundial.
Trabajador del petróleo, la idea de caminar casi 3 mil kilómetros fue, en parte, consecuencia de una apuesta con sus compañeros de las perforaciones petroleras de cerro Bagual, en Santa Cruz. Como buen vasco, emprendedor, preparó su carpa, ropa, algo de comida y eligió una simple carretilla como sistema de transporte de sus enseres. Así se lo vio partir, desde una lomada de Piedra Buena, el 25 de marzo de 1935.
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Daniel López es chapista y rosarino, aunque vive en Mar del Plata desde 1981. Fanático de las caminatas deportivas y las travesías a pie, hace poco más de un año llegó a sus manos una hoja con el título "La mochila rodante", donde, precisamente, se rescataba la fantástica caminata de Larregui.
Leer la historia y conjugarla con su amor por la actividad pedestre fue suficiente para decidirlo a intentar repetir aquella hazaña. Su mujer y sus tres hijas estuvieron de acuerdo y supieron darle su apoyo durante el año que dedicó a entrenar y fortalecer sus músculos para poder cumplir con la exigencia física que demandaría el camino.
Informó de inmediato su proyecto a sus amigos, la mayoría de ellos miembros de la asociación "Crotos libres", quienes también celebraron la idea y repasaron algunos de los diez mandamientos que rigen esa asociación marplatense: "Crotearás con el sudor de tus pies. Caminarás, no trabajarás ni combatirás, y amarás el ocio y la paz por sobre todas las cosas".
Claro que también tienen otros principios, algunos de los cuales permiten a López encarar el recorrido en esta etapa de su vida; por caso: "No fumarás ni te drogarás, amarás toda la naturaleza y cultivarás la alegría".
Los últimos días de enero, López tomó un ómnibus rumbo a Piedra Buena, con una carretilla común, a la cual le agregó un tanquecito de agua de 30 litros, una tapa plástica y extendió un poco sus manijas, "para tener mejor equilibrio".
El 28 de enero, luego de ser recibido por el intendente de esa localidad santacruceña y ser despedido por los habitantes del lugar, comenzó su caminata, desde el mismo lugar desde donde lo hiciera Larregui.
Alpargatas y cataratas
Cuando Larregui salió de Piedra Buena, en marzo de 1935, los caminos ya estaban helados. Lo esperaba un clima riguroso, unos pocos caminos de ripio y muchos campos por cruzar. Lejos de las almohadilladas zapatillas de estos tiempos, el vasco, como corresponde a quien se precie de tal, caminó en alpargatas, y fue precisamente ese calzado el que más reposiciones le exigió: 40 pares, para los 3 mil kilómetros recorridos.
Cuando llegó a Caleta Olivia, uno de sus pies se había congelado, pero apenas logró reponerse retomó su marcha.
Con muy pocos medios de comunicación, su raid igualmente se iba conociendo y el vasco era recibido en cada localidad como un verdadero héroe, siendo objeto de muestras de solidaridad y del apoyo de la gente de su misma sangre, además de aportársele dinero recolectado en espontáneas colectas populares.
López no tuvo que cambiar de calzado, todavía, aunque sí la rueda de su carretilla; en realidad, la cambió por un sistema dual.
En Caleta Olivia, una radio local supo de ese inconveniente y organizó una colecta. Al mediodía, la carretilla tenía nuevas ruedas. Pero las rutas y banquinas argentinas tienen lo suyo y en Trelew tuvo que realizar otro recambio. Esa vez, le colocó dos pequeñas ruedas de moto, con cámara y cubierta, las cuales, parece, van a resistir el último tramo hasta Buenos Aires.
Si todo marcha bien, a López se lo verá, en los próximos 30 días, caminando por la ruta Nº 3, hasta llegar a la misma Plaza de Mayo que Larregui, aunque, a diferencia de este, no piensa dar una vuelta a la misma.
"Esa vuelta olímpica se la dejo al vasco", asegura.
Tampoco su futuro tendrá relación con el de Larregui. Es que López asume que puede tomarse "dos o tres meses" para dedicarse a estos recorridos, pero después tiene que volver al trabajo, al taller de chapa y pintura que tiene en su casa.
Larregui, en cambio, se apasionó tanto con su caminata que se convirtió en su forma de vida. En 1936, siempre "acompañado" por una carretilla, caminó 4.700 kilómetros, uniendo Coronel Pringles con La Quiaca, en Jujuy.
Cuatro años después, 1940, salió desde Villa María, en Córdoba, llegando hasta Santiago de Chile, con el cruce de la cordillera incluido.
Por último, en 1943, inició su último raid, partiendo desde Trenque Lauquen, en Buenos Aires, hasta las cataratas del Iguazú. Allí, vivió un hecho singular: quedó tan prendado de la belleza del lugar que decidió quedarse para siempre.
Levantó con sus manos una humilde casa dentro del Parque Nacional Iguazú y allí vivió hasta el fin de sus días, el 5 de junio de 1964, luego de 79 años de vida.
Muchos diarios del país recogieron, entonces, la noticia con el título: "Murió el Vasco de la Carretilla", dando cuenta de su vigente popularidad a pesar del paso del tiempo.
Entre yanquis
La caminata de Daniel López es seguida con entusiasmo, hoy, por los diarios y radios de los distintos lugares por los que pasa.
Marcha a un promedio de 35 kilómetros por día, que esperaba mejorar a partir de Bahía Blanca, arrancando bien temprano, descansando para el almuerzo y la siesta y armando su carpa o usando las siempre "frescas" alcantarillas para dormir por las noches.
No conocía la Patagonia, la cual le pareció "enooorme" (estirando la "o" para dar énfasis a su impresión) y, en general, lo acompañó el buen tiempo.
Tuvo muchas historias en su camino, pero rescata la solidaridad y ayuda de la gente que fue encontrando a lo largo de su travesía.
También vivió rarezas; por caso, cuando dos "yanquis" (así los nombra) en moto se asombraron al verlo caminar por la ruta. No porque fuera con una carretilla o por lo singular de su emprendimiento, sino por ser argentino.
"La Patagonia está llena de alemanes, italianos, brasileños y yanquis. Pero que se asombren de ver a un argentino en tierra argentina es algo llamativo. Por eso tendríamos que dedicarnos más a estos paseos y recorrer esa hermosa tierra", apunta.
Seguramente, su travesía quedará registrada en algunos escritos, pero siempre la historia base, aquella gesta del Vasco de la Carretilla, es la que cada día se consolida más.
De hecho, en 2005 se estrenó la película "Gora Vasco (Milonga de temple y carretilla)", realización de Roberto Arizmendi, contando su historia, y hace unos meses, se inauguró un monolito en Piedra Buena, frente al edificio municipal.
En Chacabuco, provincia de Buenos Aires, el centro vasco lleva su nombre y cada año le rinde debido homenaje.
López demorará, a lo sumo, 70 días en completar los 2.500 kilómetros entre los puntos de salida y llegada.
Al vasco le demandó poco más de un año y 500 kilómetros adicionales, por la falta de caminos en muchos tramos del recorrido.
López asegura que su próximo viaje será a Luján, aunque con una única intención: conocer la carretilla original con la cual el vasco cubrió su primer trayecto, donada por el propio Larregui al museo de aquella ciudad bonaerense.
Será, entonces, sin dudas, un visitante de lujo.
Otros andarines
Era casi moneda corriente, en las primeras décadas del siglo XX, la llegada a nuestra ciudad de numerosos "andarines", provenientes de diferentes países, recorriendo el mundo y compartiendo sus experiencias en cada sitio que tocaban.
Luego del Vasco de la Carretilla, llegó a Bahía Blanca, en 1941, Hugo Maggi, el Suizo del Barril, quien utilizaba como medio de transporte de sus bienes un barril acostado, oficiando como rueda, con un eje y una plataforma en su parte superior.
Maggi había salido de la localidad santacruceña de San Julián y llegó hasta Buenos Aires luego de 8 meses de marcha.
En 2007, llegó a nuestra ciudad gente de Suiza, buscando recrear aquella marcha para la confección de un libro.
En 1944, pasó otro caminante: Segundo Jiménez Milla, con un vehículo similar, apodado El Chilenito del Barril.
Había partido desde Santiago de Chile y gastó 58 pares de zapatos hasta llegar a Bahía. Prueba de la conmoción que generó es que, apenas conocida su presencia, se organizó un colorido acto frente al edificio que ocupaba este diario (Sarmiento 64), donde el maratonista Armando Sensini le entregó una bandera argentina. Acto seguido, lo invitó a ir caminando juntos hasta Ingeniero White. Sensini llegó primero, no por defección del chileno, sino porque este decidió detener su marcha para apurar un vinito en el bar Muñoz, a medio camino hacia la localidad portuaria.
Por último, no podemos dejar de mencionar un caminante recordman local, protagonista de una de las historias más singulares del anecdotario bahiense.
Nos referimos a Alfredo Telmo Mancini, personaje popular si los hubo, conocido con el apodo de "Pela".
En 1949, el corredor Avelino Cobreros intentó batir el récord nacional de marcha continua en automóvil (establecido en 110 horas), manejando su automóvil Singer en un circuito dentro del Parque de Mayo.
"Pela" se entusiasmó tanto con ese intento que decidió recorrer el mismo circuito de Cobreros, pero caminando. Con un único par de zapatos y la camiseta de Liniers, comenzó su raid que, todos descontaban, no pasaría de un intento menor.
Sin embargo, el hombre caminó durante 50 horas ininterrumpidas, hasta terminar exhausto.
Para entonces, era una sensación, los diarios cubrían su marcha y por decenas le llegaban los regalos.