Bahía Blanca | Miércoles, 16 de julio

Bahía Blanca | Miércoles, 16 de julio

Bahía Blanca | Miércoles, 16 de julio

Te escucho, te cuento, te comprendo

Progresivo, fatal e incurable, el alcoholismo se puede detener. Y con esa premisa, desde hace casi 40 años, en Bahía Blanca trabaja un grupo de ex bebedores en recuperación. Compartir las vivencias ayuda a tomar conciencia de quién se es, cómo se vive y cómo se quiere volver a vivir. La historia del alcohólico que no asume su problema y que no recibe ayuda tiene tres posibles finales: la cárcel, el psiquiátrico o la muerte prematura.

Progresivo, fatal e incurable, el alcoholismo se puede detener. Y con esa premisa, desde hace casi 40 años, en Bahía Blanca trabaja un grupo de ex bebedores en recuperación. Compartir las vivencias ayuda a tomar conciencia de quién se es, cómo se vive y cómo se quiere volver a vivir.




 La historia del alcohólico que no asume su problema y que no recibe ayuda tiene tres posibles finales: la cárcel, el psiquiátrico o la muerte prematura.


 El alcoholismo no es una enfermedad contagiosa en el sentido literal de la palabra, pero sí en el lato, ya que detrás de cada alcohólico activo hay una familia y un entorno que sufren y también se enferman. Y cuando todas las puertas parecen definitivamente cerradas, hay una que se abre y muchas manos que se ofrecen, las de Alcohólicos Anónimos.


 
* * *





 Juanjo T. es de General Villegas. Tenía 18 años cuando llegó a Bahía Blanca, para iniciar su carrera universitaria. Ya con 63, dice que volvió a la vida el 11 de junio de 1980.


 De aquel ayer esclavizado por la bebida recuerda su agresividad, el padecer de sus seres queridos y una vida que no podía controlar.


 "Derrotado e impotente, gracias a mi señora llegué al grupo Nueva Luz de Alcohólicos Anónimos. Allí, me dieron un test de 12 preguntas que contesté esa misma noche y me autodiagnostiqué enfermo alcohólico", recuerda.


 Juanjo T. comparte el sendero con quienes está unido por el mismo sufrimiento. "Viejos", como él se define, y jóvenes de 20 y pico que pronto han tocado fondo, porque, además del alcohol, han sido sometidos por los estupefacientes.


 La recuperación es un trabajo diario. La tentación de la copita "que no hace nada" es el enemigo latente a vencer cada 24 horas.


 "Lo de AA es un programa de cambio. En términos religiosos, de reconversión. El poder superior en el cual creo me permitió llegar a este camino. Tomé mi cruz y seguí a Cristo."


 Juanjo T. ha recuperado el presente. Disfruta de su profesión y del amor de su familia: su mujer, tres hijos y una nieta. Hoy, no ha tomado alcohol. Ayer, tampoco, ni anteayer ni hace casi 27 años. Tratará de no hacerlo mañana. Y no quiere fallar.

La sobriedad de cada día.
Alcohólicos Anónimos (AA) no tiene vínculos religiosos o políticos. Es una comunidad de hombres y mujeres de toda condición social que se reúnen con el único propósito de lograr y mantener la sobriedad, compartiendo su mutua experiencia, fortaleza y esperanza.





 El único requisito para pertenecer a esta sociedad es el deseo de dejar la bebida. No se pagan derechos ni cuotas y la tarea se sostiene con las contribuciones de sus integrantes, ex bebedores en recuperación que se dedican a ayudar a quebrar el hábito de la bebida.


 Con el relato de las experiencias y algunos "secretos" del alcoholismo que generalmente sirven al bebedor en carrera para darse cuenta de que está hablando con hermanos de sufrimiento, queda automáticamente tendido un puente de confianza, cubriendo un abismo que ha desconcertado a médicos, pastores, sacerdotes y desventurados parientes y amigos.


 Tratando estos temas, los "técnicos" (alcohólicos en recuperación) van dejando caer poco a poco sobre el enfermo los detalles de un programa para vivir feliz sin alcohol y que ha dado buenos resultados.

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 "Si entro mal, salgo bien, y si entro bien, salgo mucho mejor de cualquier grupo de la ciudad o de otra parte."


 Roberto O. tiene 58 años, es de Buenos Aires y desde 1992 reside en la zona rural de Villarino. Católico, aunque no practicante, él también cree en un poder superior que lo llevó hasta Alcohólicos Anónimos.


 "Padecía problemas de salud, pero ningún médico me preguntó si tomaba. En un viaje, empecé a cuestionarme si el alcohol era el responsable de mi crisis. Pasé por Bahía Blanca, busqué un locutorio y llamé a Nueva Luz", evoca.


 Ese primer paso lo dio el 17 de octubre del año último. Esperaba una receta, pero le entregaron un cuestionario que debió contestarse. Después, en cada reunión, se vio reflejado en alguno de los testimonios de sus compañeros. Aceptó que es un alcohólico y que eso no resulta un estigma, sino una enfermedad.


 "Somos sensibles y vulnerables. Esos nos ha llevado a usar el alcohol como un bastón y a creer que nos ayudaría a resolver nuestros problemas cotidianos. Pero, en realidad, nos empuja a tocar fondo físico, emocional, mental y moral. ¿Cuánta gente se muere o mata manejando borracha? Esas son las consecuencias visibles, pero también están las que se esconden dentro de una casa".


 El nuevo Roberto O. cuenta que ha mejorado el trato, tanto con sus hijos como con su entorno, y que se ha descubierto capaz de vencer su timidez y de expresarse sin vergüenza. Por eso quiere servir, aunque más no sea con su testimonio.

De Bill W. a Jacobo B.
La comunidad de Alcohólicos Anónimos nació, a mediados de 1935, en Akron (Estados Unidos).





 Bill W., un corredor de Bolsa de Nueva York que ya había pasado muchas desventuras con la bebida y que se había interiorizado en el tema por sus propias experiencias, tenía la teoría de que sólo un alcohólico podía ayudar a otro alcohólico, pero apenas logró mantenerse sobrio por unos pocos meses.


 Al fracasar en un negocio, de viaje en Akron, sintió gran miedo de volver a beber. Repentinamente, se dio cuenta de que, para salvarse, tenía que transmitir lo que sabía a otro alcohólico. Ese fue un médico, el doctor Bob.


 Esos dos borrachos desesperanzados advirtieron que, compartiendo experiencias y esperanzas, se puede lograr la fortaleza para mantener una completa abstinencia de un día a la vez.


 También comprendieron que la recuperación no depende sólo de mantenerse unidos, sino, además, de transmitir el mensaje de fe. De este modo, siguiendo un programa de recuperación que los primeros miembros lograron plasmar en 12 pasos, todo creció hasta convertirse en una comunidad mundial que tiene alrededor de 150.000 grupos, con más de 2.000.000 de miembros en 180 países del mundo.

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 Albañil jubilado, Jacobo B. tiene 71 años y es pampeano de la zona de Bernasconi. Está en Bahía Blanca desde 1955 y empezó a tomar después de haber cumplido los 30.


 "Fue gradual. Cuando me jubilé, con los hijos ya grandes, me sentí solo y con mi esposa depresiva. Se me fue la mano y me la pasaba en los bares. ¿Cómo salgo de esta?, me preguntaba, pero me sentía dominado. Empecé con las alucinaciones y las lagunas mentales. Un día, salí en bicicleta y me perdí en el campo. Me encontraron más muerto que vivo."


 Jacobo O. terminó en el hospital, donde se encontró con Alcohólicos Anónimos. Cuando se repuso, un hijo lo llevó a las reuniones. Ya pasaron unos 15 meses.


 "No he tenido más deseos de tomar. Me siento acompañado y creo que mi vida recuperó el sentido: no perdí a mis amigos y ha mejorado la relación como mi mujer", reflexiona.

Pioneros bahienses.
En Bahía Blanca, el primer grupo se formó a fines de 1967, cuando la hija de una enferma alcohólica pidió ayuda a la oficina de Alcohólicos Anónimos en Buenos Aires. Por entonces, llegaron Willie y Mónica, quienes impulsaron la reunión inicial.





 El primer espacio se abrió en el Sindicato de Aguas Corrientes (Roca al 100). Allí, pero en salones separados, se encontraban los pioneros bahienses del grupo y los de Al-Anon, familiares y amigos de alcohólicos.


 Locales de la Universidad Nacional del Sur, diversos gremios y hasta la Catedral fueron escenarios para la continuidad de la historia. También resultó importante el aporte del doctor García del Cerro, quien ofreció su consultorio para los encuentros. La tarea se expandió por toda la ciudad y se extendió a la región.

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 "Tomar es parte de una moda que lastima y que se transforma en una enfermedad. Cuanto más alto el estrato social, más tarda en descubrirse, porque se disfraza", dice Andrea L. Es bahiense, tiene 42 años e integra el Intergrupo Bahía Blanca Zona Sur. Ofrecer su servicio es parte del programa de recuperación: comparte lo que se recibe.


 "Muchos funcionarios no creen que podemos brindar una ayuda, pero de todos lo que intentamos, este es el camino posible y está avalado por años. Prueba que el borrachito se puede recuperar y eso alienta, porque a las reuniones llega gente cada vez más joven y muy deteriorada por la bebida y otras sustancias."


 Andrea L. asegura que sólo Alcohólicos Anónimos da la contención necesaria, porque allí todos están ante la misma problemática y con un objetivo común: ser mejor.


 Parece una utopía, pero poder explicar lo que les pasó hace posible que tengan bien presente quiénes son y qué padecen. Una sola gota de alcohol los vuelve a dejar en el punto en que interrumpieron la trágica carrera.

Ricardo Aure



LAS 24 HORAS
4502-444
es el teléfono de la guardia de Alcohólicos Anónimos (Intergrupo Bahía Blanca Zona Sur).
















 
Perfil de un enfermo alcohólico

1
Es, según la Organización Mundial de la Salud, aquel bebedor excesivo cuya dependencia ha llegado a tal grado que manifiesta notable perturbación mental o una alteración de su salud física y mental, de sus relaciones interpersonales y de su adecuado desempeño social y económico.

2
Es uno de los ejemplares más raros, desde el punto de vista de la medicina. Con mucha frecuencia, resulta una persona de inteligencia sumamente aguda. Discute con profesionales y parientes que tratan de ayudarlo y experimenta una perversa satisfacción en hacerles notar las fallas de los argumentos que emplean, haciendo de este modo imposible cualquier tipo de asistencia.





Casi 54 años en nuestro país

















 En la Argentina, un alcohólico (Héctor G.), quien había logrado la sobriedad después de una tortuosa carrera alcohólica, con pérdida de trabajo, familia y amigos, e internaciones en centros de salud, siguió la sugerencia de uno de los médicos que lo atendieron en su última internación, el doctor Roberto Pochat.


 Ese especialista en alcoholismo alentó a Héctor G. para que se comunicase con Alcohólicos Anónimos en Nueva York. En una de las cartas, se le sugirió que para mantener su sobriedad debería contactarse con otros alcohólicos y recibió una lista de los argentinos que habían entrado en contacto con la oficina de Nueva York, para que los visitase.


 Fortalecido, Héctor G. planteó la necesidad de abrir un grupo en Buenos Aires y desde Nueva York se le indicaron los pasos a seguir.


 Aquella carta fue enviada el 18 de diciembre de 1953, fecha que se toma para conmemorar el inicio del grupo en la Argentina.



Dónde y cuándo








 Alcohólicos Anónimos propone reuniones informativas todos los lunes, en el hospital Penna, de 9.30 a 11.30, en el pasillo 5. Las cerradas, destinadas a todos aquellos que piensen que pueden tener o tienen un problema con la bebida y quieran dejarla, se cumplen en Estomba 2350 (Nueva Luz), de lunes a domingo, de 19.30 a 21.30, con un encuentro adicional los domingos, de 10.30 a 12.30. Idéntico programa se desarrolla en Belgrano 355, altos (Centro).


 En Ingeniero White (Nuevo Puerto), las actividades tienen lugar en San Martín 3539, martes y viernes, de 19.30 a 21, al igual que en Renacer (Baigorria 1663).


 Otras posibilidades están dadas por La Fortaleza (Gorriti 1540), lunes y jueves, de 19.30 a 21; Identidad (12 de Octubre 742), lunes, jueves y sábados, de 19.30 a 21.30, y Guardia General de General Cerri (Gurruchaga 440), martes, a las 19.


 En Monte Hermoso, se puede acudir a Paraná 170, jueves, a las 19.30; en Punta Alta, al hospital Eva Perón, lunes, miércoles, viernes y sábados, a las 19.30, y en Mayor Buratovich, al Centro Cultural La Estación, jueves, a las 19.30.