EL VIA CHRISTI DE JUNIN DE LOS ANDES
Por la historia de la humanidad
Un Vía Christi con esculturas enormes construidas en cemento que representan escenas bíblicas y recorre los pasajes del camino de Jesús existen, en plena montaña, en la localidad andina de Junín de Los Andes, a 400 kilómetros de la capital de Neuquén.
De cerca parecen gigantes de hormigón armado --los pies y las manos son enormes-- pero en medio de la montaña son los dueños del lugar.
Son los personajes y escenas de los catorce pasajes del camino de Cristo.
Las esculturas fueron hechas con rostros indígenas y cada pasaje fue construido en medio de pequeños anfiteatros que muestran símbolos de todas las culturas americanas, también construidos con piedras y cemento.
Desde lo más alto de la montaña, en la estación de la crucifixión, se ve todo el pueblo en el llano, en medio de un valle hermosísimo.
Y en ese punto panorámico una escultura de casi dos metros de Jesús, parece casi tocar el cielo con sus manos.
La escultura está sin ropas "con toda su humanidad", explicó el arquitecto Alejandro Santana, quien proyectó la obra.
Santana explicó que el desnudo de la obra se realizó porque "a los hombres los crucificaban desnudos y no con un lienzo tapándole alguna parte".
Todo el recorrido del Vía Christi tiene estos detalles de la historia que parecen descubrirse en medio del cerro, llamado "De la Cruz" y que en lo más alto tiene una cruz, también de enormes dimensiones.
Junto a ella hay un banco que, de espaldas al poniente, deja admirar esta porción del mundo a 400 kilómetros de la capital de Neuquén.
La idea de construir el Vía Christi surgió hace unos años, cuando el arquitecto Santana acababa de terminar una obra conceptualmente similar en San Carlos de Bariloche.
El lugar cuenta con 18 estaciones.
Recorrer el Vía Christi lleva casi dos horas, o mucho más si el visitante se detiene a leer los murales que detallan los pasajes de la Biblia, las esculturas, y los sobre relieves que trazan un paralelismo entre la vida de Cristo, la Iglesia, el pueblo mapuche.
Cada escena está ubicada en el centro de un anfiteatro de 12 metros de diámetro, imitando al sol, signo fundamental en casi todas las culturas del mundo y el suelo, hecho de baldosas gigantes, lleva figuras que representan las diferentes culturas americanas.
Así, en la primera estación se inicia el Vía Christi con "Jesús María y José", dos esculturas que representan la sagrada familia, y cuya característica es que están esculpidos con rostros mapuches.
"Dejen que los Niños Vengan a mi", es otra estación en la que se refleja el soneto en el que Jesús destaca la presencia de los niños, invocando la pureza e inocencia.
En la otra estación "La Curación del manco", los artistas reflejaron en la obra las innumerables injusticias que a diario vive la humanidad, al aplicarse en forma estricta la Ley y la deshumanización de las normas.
Aquí, además, se recuerda a la beata Laura Vicuña, quien ofrendó su vida al acompañar a su madre desde Chile hasta este pueblo donde, finalmente, murió y a quien se la venera por su vida de sufrimiento y entrega.
En otra estación, está representada por el "Lavado de los Pies"; luego le sigue "El Getsemaní" y en la estación de "La Flagelación".
En esta última, Jesús aparece en una gran escultura de un hombre azotado, mientras permanece atado a un poste que en realidad está representado por un Misil.
En la estación "Jesús Carga con la Cruz", la escultura del hijo de Dios lleva en sus hombros niños desesperados que representan, según los artistas, la miseria y el hambre del mundo.
El recorrido por cada estación sorprende y estremece al visitante por la expresión de las esculturas y las escenas de los pasajes bíblicos.
La estación "La Crucifixión" es el momento culmine del paseo: Allí Jesús yace con su rostro indígena mientras que --en la representación del despojo-- el general Roca le arranca las vestiduras y Pizarro, cómo resumen de la conquista de América, atraviesa con clavos sus muñecas.
El novedoso e imponente recorrido puede visitarse en cualquier momento del año, para el disfrute del visitante.
(desglose)
Todas las estaciones
Primera estación: Jesús nace.
Segunda: Jesús nos enseña las bienaventuranzas.
Tercera: Jesús y los niños.
Cuarta: Jesús cura al hombre manco.
Quinta: Jesús multiplica los panes.
Sexta: Jesús lava los pies a sus amigos.
Séptima: Jesús orando.
Octava: Jesús es traicionado por Judas.
Novena: Jesús es flagelado.
Décima: Jesús carga con la cruz.
Undécima: Jesús es despojado de sus vestiduras.
Decimosegunda: Jesús, María y Juan.
Decimotercera: Jesús entrega el espíritu.
Decimocuarta: Jesús muere y es bajado de la cruz.
Decimoquinta: Jesús y María Magdalena.
Decimosexta: Jesús y los discípulos.
Decimoséptima: Jesús y Tomás.
Decimoctava: Jesús envía a sus discípulos.
(en numeros grandes)
2
kilómetros abarca el total del recorrido a lo largo de las dieciocho estaciones actuales.
(desglose)
Una mirada por el pueblo
Un breve recorrido por Junín de los Andes permite visitar diferentes sitios de interés históricos, relacionados con la fundación y posterior desarrollo de la localidad, emplazada en un valle fértil y en el suroeste de la provincia del Neuquén.
El primer punto es histórico. Son las oficinas del primer correo que funcionó, allá por 1900.
El telégrafo fue inaugurado en 1916.
A continuación puede verse la plaza San Martín, con su perímetro completo formado por araucarias o pehuenes plantados por el padre Ginés Ponte.
La elección no es casual, ya que esta conífera milenaria está estrechamente ligada a la subsistencia de las comunidades mapuches (las semilla o piñón es base de su dieta alimentaria).
Enfrente se puede ver la primera iglesia parroquial, sobre la calle San Martín.
Su construcción data de 1893, a base de cañas, barro, paja, la fe y la voluntad de los pobladores y el jefe del Regimiento de Infantería de Montaña 26.
El recorrido nos puede llevar a lacasa de uno de los primeros comerciantes del pueblo, hoy devenida en Museo, que lleva su nombre. Hijo menor de ocho hermanos, Moisés Roca Jalil convirtió al original Almacén de Ramos Generales "La Flor del Día" en un presente histórico de valor incalculable.
Allí se conservan cientos de piezas de tejido mapuche: aperos, antigüedades, armas, instrumentos musicales, restos arqueológicos y testimonios de la Conquista del Desierto.
Sin cruzar la calle, un restaurante devenido en clásico de la gastronomía local, el "Ruca Hueney". Allí funcionaba el Hotel Lanín, uno de los primeros establecimientos de la ciudad, propiedad de José Julián.
Otro punto del circuito marca al Colegio María Auxiliadora, construido a principios de siglo por las primeras hermanas provenientes de Chile.
En la esquina de Ginés Ponte y Don Bosco se ve el Santurario Nuestra Señora de las Nieves y Laura Vicuña, donde se colocó la piedra basal de la actual parroquia.
Allí se guardan los restos del padre Domingo Milanesio, primer salesiano en evangelizar la zona.
El edifico municipal y la Plaza del Centenario, justo enfrente, son la próxima parada. Allí descansan los restos del sargento mayor Miguel Vidal, fundador del puesto de avanzada que originó la población.
EN DOS TRAZOS
¿Para qué más?
DAVID ROLDAN
"La Nueva Provincia"
Atravesar el puente sobre el Chimehuín semeja hacer lo mismo con el portal de acceso a Junín de los Andes.
Serenas, en los remansos; correntosas, en cualquier recodo, sus aguas siempre azules buscan, pacientes, ese camino de tropiezos y desniveles que, kilómetros más al Este, se unirá a las del Alicurá, creando, en ese abrazo, el Collón Curá.
Antes, besarán permanentemente todo un costado del pueblo, atentas de los días que pasan y expectantes por los que vendrán, dejando fertilidad en el valle y en los sauces y las espigadas alamedas perimetrales.
Aquel mismo portal, sobre la ruta 234, abre la mirada inquieta al Regimiento de Infantería de Montaña y, tras él, a los primeros caseríos que se transforman, poco a poco, en ese pueblo fundado allá por 1883.
Uno tiene la sensación, como turista, que Junín de los Andes posee, por característica, la mansedumbre de quienes, alejados hacia la geografía cordillerana, viven tiempos más lentos.
De quienes despiertan un poco más tarde y caminan suave y en silencio las horas del día para confundirse, entre el atardecer y la noche, bajo un manto de reflejos rojizos luego atrapados por la oscuridad.
Todo parece tener pausas, influenciadas, seguramente, por la quietud de un paisaje cargado de matices cambiantes a lo largo del año.
Junín es una buena posta para hacer un alto en cualquier excursión a un sinfín de escondidos lugares donde alternan frondosos bosques, recortadas praderas y suaves faldeos que dan vida a ciervos, zorros, liebres, nutrias y cuanta variedad de pájaros uno se imagina.
Alcanza con girar la mirada hacia cualquier punto para tener a mano la posibilidad de marchar en busca de una naturaleza sorprendente.
Marcharse del ese valle neuquino significa quedar convencido de la imagen serena de un pueblo tranquilo en el que los tiempos parecen otros.
Como si, por momentos, todo lo exterior se detuviese para darnos la oportunidad de pegar una mirada reflexiva a nuestro propio interior.
Quedarnos llenos de verdes, ocres, azules, celestes, dorados y una extendida sinfonía de colores esparcidos a sólo un paso o en la lejanía.
Y, por qué no, memorizando sonidos tan particulares como el de un pequeño torrente de agua que tapa, desnuda y moldea, sistemáticamente, milenarias piedras dejadas en su lecho.
Luces, sombras, sonidos, silencios... paz.
¿Para qué más?