La obra que registra la tragedia de villa Epecuén

Redacción de La Nueva.

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 Emotiva resultó ser la presentación del libro "Cien días en la inundación de Epecuén. Crónica de una criminal inacción", escrito por el contador Roberto Hugo Laspiur.

 El acto tuvo lugar en las instalaciones de la Escuela Media Nº 2 de Carhué, en el mes aniversario de la fundación de la institución, y contó con la presencia del intendente de Adolfo Alsina, Alberto Gutt, autoridades educativas, docentes, alumnos y público en general.

 Marina Baratcabal, directora del establecimiento educativo, destacó el gran compromiso social de Laspiur, ya que durante su paso como alumno del colegio, el autor del texto integró una comisión de docentes y alumnos que impuso el nombre de "Teniente General Nicolás Levalle" a la entidad.

 "No sólo ha estado comprometido con la comunidad a través de su accionar, sino también ha tomado el rumbo de escribir para dejar plasmado los hechos que ocurrieron a partir de aquel 10 de noviembre de 1985, siendo un participante activo de esos acontecimientos", expresó Baratcabal.

 A su turno, la profesora de Literatura Elsa Carranza realizó un análisis global de la obra, concluyendo que ésta posee elementos característicos de una crónica periodística, como lo son los registros argumentativo, narrativo y de datos.

 Además --dijo--, en esta crónica el narrador recreó una atmósfera, describió a los protagonistas (muchos de ellos estaban presentes en la presentación del libro), citó opiniones de ellos e incluyó comentarios personales.

 Carranza leyó un breve extracto de la carta al lector que contiene el texto de Laspiur, donde el escritor brinda una semblanza de sí mismo.

 "Es necesario que usted sepa cómo soy, no puedo engañarlo, soy un tipo franco, extrovertido, directo. Antes de empezar a leer estos apuntes, debe saber que es el primer libro que escribo y que, además, no soy un buen escritor", cita el texto.

 "Apenas, un recopilador de hechos que ocurrieron y frente a los cuales la vida me ubicó como uno más entre los participantes activos de los acontecimientos que quiero narrar", añade.

 El libro evoca la constante fuerza de las olas del lago Epecuén y el trabajo de un incansable grupo de pobladores que, durante días y noches, se turnaban para taponar los desbordes de las aguas que destruían el terraplén.

 Por aquel entonces, el ánimo general de la gente era de incertidumbre, ya que no sabían qué sucedería con sus vidas, su salud y su trabajo.

 El sentimiento de desarraigo entre los damnificados era moneda corriente, debido a que debieron abandonar su lugar natal, esperando recibir una ayuda que nunca llegó.

 "Había llovido, en toda la cuenca, cerca de 500 milímetros en las últimas semanas, algo impensable para la fecha (...) Un pueblo que había protestado y clamado por soluciones que nunca se cumplieron".

 Por su parte, Roberto Laspiur se refirió a su libro como una copia de artículos periodísticos, documentos de la Comisión de las Fuerzas Vivas y recortes de los comunicados de la municipalidad alsinense y la Provincia.

 "El libro no es más que unas crónicas y unos apuntes que traté de escribir para recordar lo que pasó y la gravedad que tuvo este hecho para la gente de Carhué y Epecuén", expresó Laspiur.

 "Alguien tenía que hacerlo; probablemente no era yo el más indicado porque dentro de la comisión había gente que debía dejar su testimonio de esta tragedia", continuó.

 "Creo que Epecuén fue el único pueblo del mundo que se inundó por obra de la mano del hombre", finalizó.


GRISADO

¿Para qué?
"Es este un libro de recuerdos de toda una comunidad que convivió en la tragedia. Estaría satisfecho si contribuye a superar los enfrentamientos que entonces protagonizamos, tratando de ayudar a la comprensión de las razones y sinrazones de aquellas jornadas". Textual del prólogo del libro de Roberto Laspiur.


De aquel ayer a hoy

DAVID ROLDAN
"La Nueva Provincia"

De aquellos tibios amaneceres, hoy quedan atardeceres fríos.
De aquellas calles inquietas, hoy quedan huellas borrosas.
De aquellos jardines coloridos, hoy quedan barros salinos.
De aquellos muros protectores, hoy quedan escombros acumulados.
De aquellas ventanas sorprendentes, hoy quedan huecos vacíos.
De aquellos techos cobijantes, hoy quedan chapas esparcidas.
De aquellas aguas refrescantes, hoy quedan caudales amenazantes.
De aquellas noches con música, hoy quedan oscuridades silenciosas.
De aquellos árboles cargados de sombras, hoy quedan espinas desnudas.
De aquellos pájaros alegres, hoy quedan aires callados.
De aquellos ojos vivaces, hoy quedan miradas perdidas.
De aquellos sueños eternos, hoy quedan marcadas desilusiones.
De aquellas renovadas esperanzas, hoy quedan duras frustraciones.
De aquel Epecuén maravilloso, en suma, hoy queda la triste sensación del definitivo adiós.