Bahía Blanca | Miércoles, 16 de julio

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El maquiavelismo, siglo XXI

Por Néstor R. Lemus.


 Maquiavelo, al escribir El Príncipe, es probable que se haya inspirado en lo que sucedería varios siglos después, justamente aquí, en la Argentina.




 Quien ha tenido la suerte de leer El Príncipe se encontrará con una serie de proposiciones que el gobierno de K aplica a rajatabla. Habría muchas para mencionar, pero ello significaría reeditar la obra de Maquiavelo. Cuando decimos que algo se maneja en forma torcida, hablamos de maquiavelismo.




 El maquiavelista es un especulador y conocedor de la idiosincrasia del pueblo que rige. Así como el gatopardista actúa de modo de cambiar todo para que todo continúe igual, el maquiavélico se inspira en la fuerza del Príncipe y la ignorancia de quienes son sus súbditos.




 La mayoría de nuestros gobernantes, en toda época, ha tenido accionar maquiavélico disimulado, como ocurría con Hitler, que poseía una estructura propia a cargo de su fiel ministro Goebbels, justamente ocupando el ministerio de Propaganda.




 Nuestro gobierno y su jefe K no son la excepción. Hacen de la manipulación de los medios, de la educación, de las Fuerzas Armadas, de la Justicia y de la Legislatura una tarea artística que los consagra como los "salvadores" necesarios del país.




 Hoy somos de De Gennaro. De allí pasamos a ser de Moyano. Pero la verdad es que el Pueblo se convierte en un rehén que deja de ser pueblo para ser una masa. La política pendular que se emplea, hoy sí, mañana no, pasado tal vez, les rinde a las actuales autoridades un dominio de la situación que nadie hubiera imaginado para alguien que ganó su Presidencia con un pobre 20 a 22 por ciento del asentimiento general.




 La última estadística que leí dice que el 87 por ciento de la población (¿pueblo, masa?) se ha volcado a favor del kirchnerismo y, por respeto, no menciono a su señora esposa, que impone un cuño de autoritarismo, retando, por ejemplo, a un sumiso Scioli, quien, en vez de irse a su casa, queda jugando "al que espera", como se dice en el campo.




 ¿Usted votó a K? No señor. Y usted, Fulano de Tal, ¿votó a K? No señor, es la respuesta. Pero todos mienten.




 Médicos que asisten en soledad a las sesiones de Diputados (caso Borocotó); diputados electos que no pueden asumir (Patti); senadores que, como ocurre en materia religiosa, cuando llegan a los 75 deberían retirarse (léase Antonito, aquel que Perón definió diciendo que era "un buen muchacho, pero que solía quedarse con los vueltos").




 En fin, una retahíla en la que incluyo a peronistas, radicales y otras yerbas, con la --tal vez-- única excepción del pobrecito Zamora, que no obstante ostentar la camiseta comunista, es capaz, como lo hizo el finado Elpidio González (ex vice de Yrigoyen), quien renunció a la prebenda de una jubilación y salía por la avenida de Mayo a vender baratijas para subsistir. Zamora vendía libros a domicilio.




 Y no hablemos de los lamentables ejemplos de Alem y Lisandro de la Torre, que prefirieron el suicidio a continuar viviendo con las trapisondas que también ocurrieron en sus tiempos y de las cuales fueron testigos.




 Solo nos falta decir "Ave César" al señor K para que haga flamear su estandarte pingüinense en pleno corazón de nuestra querida y resignada Patria. Sería la gota que colmaría el vaso.




 Hago votos para que ello no llegue a suceder, pues, de ocurrir, será mejor hacer las valijas y que el último apague la luz.




 El doctor Néstor R. Lemus es vecino de nuestra ciudad.