Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

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Homenaje a la escuela rural en el paraje La Hormiga

Mas de un centenar de allegados y exalumnos, muchos llegados de Bahía Blanca, Villa Iris, Tornquist y otros lugares de la zona e, incluso, de Neuquén, se reunieron en la Escuela Nº 56 del paraje La Hormiga, juntos a maestros, autoridades y ex docentes para celebrar el cincuentenario del establecimiento educativo rural.
La primera directora y fundadora del establecimiento, Daniela Polo de Gentili, recibe un obsequio floral. (Rodrigo García-LNP)


 Mas de un centenar de allegados y exalumnos, muchos llegados de Bahía Blanca, Villa Iris, Tornquist y otros lugares de la zona e, incluso, de Neuquén, se reunieron en la Escuela Nº 56 del paraje La Hormiga, juntos a maestros, autoridades y ex docentes para celebrar el cincuentenario del establecimiento educativo rural.


 Hoy, sólo cinco alumnos asisten a la escuela, situada junto al SEIM Nº 2, reabierto a comienzos de este año, a pesar de que en otras épocas llegó a contar con 26 niños de primero a séptimo grado, tal como recordó nostalgiosa la fundadora y primera directora del establecimiento, Daniela Polo de Gentili, quien estuvo al frente de la misma durante 25 años, hasta su jubilación.


 Los festejos comenzaron con una misa de acción de gracias, celebrada por el párroco de General Daniel Cerri, Miguel Angel García, quien también bendijo la bandera de ceremonia del SEIM 2, orgullosamente portada por la pequeñas Rocío y Eugenia.


 Posteriormente se descubrieron placas recordatorias, por parte de la asociación cooperadora y del intendente municipal Rodolfo Lopes, representado, en la oportunidad, por la directora de Educación municipal, Liliana López de Mica.


 Con abanderados, escoltas y sus respectivas directoras acompañaron a la celebración las escuelas Nº41, de Alférez San Martín y Nº44, del Paraje Sauce Chico.

Palabras del corazón




 Más que protocolares, las expresiones que pronunciaron los distintos oradores se constituyeron en sinceros sentimientos, interrumpidos por la emoción.


 Abrió el fuego Susana, una exalumna que recordó los comienzos de la escuelita, surgida de la inquietud del presidente de la Unidad Básica Nº 22, Armando Mellusso, quien convenció al vecino fundador Enrique Gentili de crear una escuela oficial en el medio del campo.


 "Concurríamos a la escuela a pie, a caballo, en sulky o en Ford T; veníamos con alegría, con entusiasmo para estudiar y jugar. Aquí aprendimos a respetarnos, a querer a nuestros próceres, a nuestra patria y aún hoy resuena en nuestros corazones el tañido de la campana, reliquia de nuestra escuela", destacó.


 En nombre de las ex directoras y docentes habló María Alcira Peralta, quien rindió homenaje a los primeros alumnos, a las maestras y, principalmente, al sacrificio de padres y vecinos para levantar y sostener las aulas.


 "Gracias a las familias que trabajan en este bendito suelo existen las escuelas rurales, donde los que abrazamos la docencia podemos pasar por una experiencia incomparable", enfatizó.


 Héctor Trujillo, vicepresidente de la cooperadora desde hace 16 años, expresó mesuradas críticas a un sistema oficial que muy poco aportó para el engrandecimiento de la escuela, más allá de algunos subsidios que, generalmente, llegaron tarde.


 "Esta escuela fue levantada por el sacrificio de vecinos y colaboradores y, sin embargo, es una repartición oficial", señaló.


 "Cincuenta años en la vida de una escuela impactan fuertemente en la dimensión socio política y económica de la comunidad en que está inserta, por eso hoy es un día de júbilo en este paraje", expresó, a su turno, la inspectora jefe distrital María del Carmen
Poli.

La primera maestra





 Tenía recién cumplidos 20 años cuando, al ser desplazada de una escuela céntrica por falta de matrícula, le ofrecieron a Daniela Polo el cargo de directora-maestra en una escuelita rural a crearse el 1 de junio de 1955.


 Cuando, después de recorrer los 20 kilómetros de tierra que la separaban de Bahía Blanca, "doblando a la derecha en el boliche de Landa, sobre la ruta 35", llegó a una humilde aula de seis por cuatro metros, asentada en barro y sin revoque, pensó que se quedaría allí muy poco tiempo.


 "Usted no se irá más de aquí" le vaticinó, profética, la inspectora Isabel Rodríguez Gamero. Y así fue.


 Conoció a su marido, Benito Gentili, recientemente fallecido, hermano del fundador y perteneciente a la familia que cediera los terrenos para la construcción de la escuela, y en el lugar en le que nacieron sus tres hijos que hoy le dieron seis nietos, se quedó hasta su jubilación.


 "Al principio venía en bicicleta desde Bahía Blanca y no lo sentía, porque dentro de esta escuela está mi alma", reconoció la señorita "Negra", hoy jubilada, que vive en el campo y sigue colaborando con la escuelita de sus amores.


 "Yo era una chica de ciudad a quien mi madre y mi abuela no me dejaban hacer nada más que estudiar. Con mis alumnos y sus padres aprendí a amar al campo y todo lo que sé y pude luego enseñar", destacó.


 "La escuela era todo para el paraje; no había bautizo o cumpleaños que no se festejara aquí y, más allá de que estábamos sin luz, con los faroles y la música de los Luzarreta hacíamos unas veladas divertidísimas", rememoró.


 Precisamente Sonia Luzarreta, exalumna e integrante del conjunto folklórico "De sal y canto", deleitó a los presentes con "Merceditas", "Alfonsina y el mar" y "Caserón de tejas".


 Todas las ex docentes y autoridades educativas fueron agasajadas con presentes florales y los veteranos de Malvinas y la directora de Educación obsequiaron a la escuela con banderas para el mástil.


 Junto a los más chiquitos, Apagaron las 50 velitas María del Carmen Poli y Graciela Eliosoff, inspectora de la escuela.


 La actual directora del establecimiento, Mabel Fratantueno, cerró el acto con un pensamiento de Nicolás Avellaneda.


 "La escuela puede ser modesta sin que deje por eso de ser útil. Crear un colegio es hacer un llamamiento a todos los poderes del bien y, siendo el acto más benéfico es, al mismo tiempo, el más solemne, porque importa ponerse, como nunca, en presencia del porvenir".


 La fiesta se prolongó en un almuerzo con baile hasta bien entrado el atardecer, donde los recuerdos compartidos, como las antiguas fotografías circularon en un clima de fiesta.