María, llena de gracia y voluntad
Tiene 32 años y dedicó los tres últimos a misionar en una tribu en Papúa Nueva Guinea, donde ni siquiera se conocen el metal, la sal o el azúcar. En medio de un impresionante y selvático paisaje, se contagió malaria y ayudó a nacer y a salvar vidas. Tras unos días en Bahía Blanca, pronto continuará su misión en Canadá.
"Sista, em i no ken dai...".
"¡Sista!"
Cuántas veces María tuvo que escuchar la misma súplica en tok pisin ("la lengua de los pájaros"), uno de los 800 dialectos que se hablan en Papúa Nueva Guinea y que es el resultado de por lo menos 15 idiomas.
Sista, em i no ken dai (Hermana, que ella no muera).
¿Cuántos partos "a mano limpia" ha tenido que asistir María, a la luz de una linterna y sobre los pisos de tierra de las chozas en esa aldea perdida en el tiempo?
--He perdido la cuenta --dice María, religiosa de la Orden del Verbo Encarnado, en la calurosa tarde bahiense y tan, pero tan lejos del paisaje de Vanimo ("El lugar donde cae el sol"), al límite con Indonesia.
De repente, por la memoria de la joven monja de 32 años se multiplican las imágenes, aunque se perpetúa la de esa madre suplicándole por la vida de su recién nacido.
--El bebé no reaccionaba y ella me pedía que la dejara y que sólo atendiera a su hijito. Estaba ofrendando su vida. Por eso no puedo evitar la comparación con todas esas madres que abortan --reflexiona.
En Vanimo, donde un tsunami (maremoto) estuvo muy cerca hace seis años y el de 26 de diciembre de 2004 se hizo sentir más hacia el oeste, las mujeres sólo se cubren con un pareo atado a la cintura, porque llevan el torso desnudo. Los hombres únicamente usan bermudas. En ese lugar hay dos calles pavimentadas y los chicos se visten con lo que tienen para ir a la misa de los domingos. La mayoría es cristiana.
--Las mujeres son muy sacrificadas, usadas y sufridas. Pero tienen el derecho de quitarle la vida al marido infiel. Es una tradición. Cierta vez, ante una traición, traté de aconsejar a una lugareña dispuesta a matar a su esposo y a su amante. Al tiempo vino y me dijo: "Pude envenenarlos y colgarlos, pero sólo los castigué con golpes... porque soy cristiana".
* * *
Después de cinco días de vuelo y uno de espera en Port Moresby, la capital de Nueva Guinea, María volvió a Bahía Blanca para disfrutar de unos días junto a sus padres y para conocer a María Florencia, la flamante sobrina que le ha dado su hermana Patricia.
Habla poco y despacio. Y como sabe que las palabras no bastan para contar su historia, saca un pequeño álbum de fotos de su bilung, un bolso tejido con hilo sisal que luce piedras transparentes de Indonesia y semillas de plantas tradicionales. Las guardas aparecen trazadas en azul, gris y blanco, como el hábito que lleva desde hace 14 años.
--Un día, una niña encontró una víbora en la diócesis y me dijo: "Pensé que no entraban serpientes en la casa de las monjas" --recuerda. En esa aldea de Oceanía donde el tiempo se niega a transcurrir, no se conoce el metal. Las pocas señales del siglo XXI las dan esas cosas que puede comprar el dinero de las exportaciones de madera y alimentos.
--Llegué en 2002. El paisaje es paradisíaco, pero la realidad social es muy dura. No hay agua potable ni energía eléctrica. La gente se muere por culpa de las infecciones.
--¿Cuál fue la misión?
--Tratar de salvar vidas y, luego, procurar hacer nuestro aporte para elevarlas a la divinidad.
--¿La felicidad es posible entre tanto dolor?
--Fui feliz en la selva, porque así pude seguir por el camino elegido.
* * *
Hija de un aviador, María dice que pasó su infancia en barrios militares, entre muchos amigos, campamentos y música folklórica.
De chica pensó en casarse, pero a los 16 años comenzó a sentir el llamado religioso. Después, su convicción se fortaleció y el sueño de misionar en el Africa se concretó en Oceanía.
--En el centro pastoral éramos cuatro religiosas, todas argentinas, y cinco sacerdotes. Por falta de documentos no hay registros de la población nativa. Desde Vanimo, para llegar a Indonesia, hay que andar cinco horas en auto. Hasta la capital de Nueva Guinea también se necesitan cinco horas, pero de avión; o si no, un mes de barco. Las rutas no existen.
--¿Sólo se trata de sobrevivir?
--Los nativos son pacíficos y muy observadores de la naturaleza. Tanto, que presienten muchos fenómenos. Pero hay fuertes rivalidades tribales y la vida se puede perder por un poco de comida o por una mujer. Viven de lo que se cultiva cada día (coco, batata, banana y mandioca), porque la comida no se puede conservar. Tampoco hay sal ni azúcar. En la costa es posible pescar un poco.
En la diócesis de la aldea, los religiosos pueden disponer de energía por algunas horas, gracias a un grupo electrógeno. En ese lapso, por computadora, se traduce el catecismo a los dialectos de la región que luego difundirán los laicos.
--¿Qué pasa con la educación?
--Sólo es privada y muy costosa. En ese país, independiente desde hace 29 años, los extranjeros no pueden dictar clases del nivel primario. Los laicos de Don Bosco sólo enseñan a los alumnos varones. Para las chicas no hay alternativa. Y cuando crecen, se las puede comprar por 50 piedras.
--¿Qué tipo de ayuda entregan los países poderosos o las Naciones Unidas?
--Muy poca. La "gran ayuda" que llega desde las Naciones Unidas no sirve.
--¿Qué mandan?
--Preservativos. ¿De qué sirven en un lugar donde hacen falta medicamentos, comida, ropa o agua? ¿Dónde están los grandes países? Muchos se aprovechan de ese pueblo al que explotan y le sacan la madera, el oro y sus piedras preciosas.
Por estos días, María --quien en Vanimo se contagió de malaria-- se "readapta" a la sociedad: se baña con agua caliente, pasea en auto, mira la televisión y por la calle ve blancos de pelo lacio.
De su cuello se sostiene una cruz hecha por los indios mataraes, en Santiago del Estero, que resume el catecismo. Lleva la alianza de oro de sus padres en la mano derecha y en la izquierda, el reloj que le regalaron unos amigos brasileños en su paso por San Pablo.
Tras el ventanal, la tarde bahiense apura su paso entre los autos que aceleran su marcha y la del tiempo.
María guarda las fotos en su bilung, señala que por ahora no volverá a Vanimo y antes de emprender la caminata hacia la casa de sus padres, dice que la humanidad debe abrir sus horizontes y ver más allá del confort.
Ricardo Aure
Por la vida
* Hija de Ernesto Rafael Lynch y de Norma Zamudio --quienes viven en Bahía Blanca--, María Sponsa Verbi (María, Esposa del Verbo), tiene 32 años y hace 14 que ingresó en el Instituto del Verbo Encarnado, en San Rafael (Mendoza). Tiene cuatro hermanos.
* Por razones profesionales de su padre --aviador militar criado en Puerto Belgrano--, residió en Buenos Aires, Comodoro Rivadavia y Paraná (Entre Ríos).
* En 1995 fue enviada a las afueras de San Pablo, donde trabajó en el Proyecto Pro Vida. Dentro de un conglomerado de 10 millones de habitantes, con mucha pobreza moral y material, María asistió a madres de 13 a 14 años para evitar abortos. Asegura que aprendió mucho de un pueblo que aun ante las máximas adversidades no renuncia a ser feliz.
* A fines de 1998 regresó al país para estudiar enfermería en Mendoza. En 2001 se instaló en Nueva York y desde 2002 hasta comienzos de este año misionó en la primera casa del Instituto del Verbo Encarnado que se abrió en Papúa Nueva Guinea. En días partirá hacia su nuevo destino: Toronto (Canadá).
En un lejano país (va con mapa)
-- El estado independiente de Papúa Nueva Guinea se extiende por 462.840 kilómetros cuadrados y tiene una costa de 5.152 kilómetros. Se divide en 20 provincias. Está separado de Australia por el estrecho de Torres. Lo conforman el este de la isla de Nueva Guinea y una serie de pequeños archipiélagos e islas.
* Población: 5.359.000 habitantes, según datos de 1999.
* Edad promedio de vida: 19,8 años.
* Analfabetismo: 27,8 por ciento.
* Religiones: Protestantes (64 por ciento), católicos (28,3), adventistas del séptimo día (8,1) y creencias tradicionales (2,5).
* Recursos naturales: oro, plata, gas natural, maderas y aceites.
* Historia: desde su descubrimiento en 1526 por el navegante portugués Jorge de Meneses, el territorio fue dominado por alemanes, ingleses, holandeses, australianos y japoneses. Su independencia data de 1975.