Bahía Blanca | Viernes, 25 de julio

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La vigorexia también daña la autoestima

Los vigoréxicos tienen pocas relaciones sociales, una baja autoestima y un aspecto físico desproporcionado, debido al desarrollo exagerado de los músculos, según sostienen los profesionales que investigan los indicadores sintomáticos de quienes padecen esta afección aún no registrada como enfermedad.


 BUENOS AIRES (Télam) -- Los vigoréxicos tienen pocas relaciones sociales, una baja autoestima y un aspecto físico desproporcionado, debido al desarrollo exagerado de los músculos, según sostienen los profesionales que investigan los indicadores sintomáticos de quienes padecen esta afección aún no registrada como enfermedad.


 Los afectados sufren de distorsión severa de la imagen corporal y obsesión por ella y, en general, se perciben como muy pequeños, porque hay una pérdida de realidad en esa percepción.


 Los vigoréxicos presentan una conducta de tipo adictiva y compulsión al entrenamiento; sienten depresión, ansiedad, culpa y mal humor cuando no pueden asistir a entrenar (por el incremento de endorfinas).


 Además, tienen tendencia a la automedicación (anabólicos, testosterona, esteroides aminoácidos), a modificar la dieta con exceso de proteínas e hidratos de carbono, y a comer pocas grasas.


 Otra característica es la desproporción del aspecto corporal: cabeza pequeña en relación al cuerpo voluminoso, ya que siempre se preocupan por engrosar sus músculos.


 Se trata de personas de baja autoestima, quienes pierden las relaciones sociales por su adictivo vínculo con el gimnasio. Los casos o el comportamiento se incrementan en época estival.

Todo muy elocuente




 Un joven de 25 años obsesionado por el gimnasio, quien buscó ayuda en la Asociación de Lucha contra la Bulimia, Anorexia y Demás Trastornos Alimentarios (Aluba), contó cómo modificó su alimentación, indumentaria y hábitos para aumentar su musculatura, a lo que sumó el consumo de anabólicos.


 "Mi pasión por el gimnasio empezó a los 19 años, cuando mi instructor de rugby me sugirió que fuera para poder seguir jugando", comentó.


 Al principio, lo tomó como un complemento de ese deporte, pero luego se enamoró de las pesas y dejó el rugby, aunque el paso hacia la obsesión comenzó con los "piropos" de quienes lo rodeaban, del tipo "estás regroso", "¡qué caños!".


 Mientras subían los kilogramos en sus barras y mancuernas, cada vez admiraba más a los fisicoculturistas y soñaba despierto con llegar a ser tan grande como ellos.


 "Indagué todo lo relacionado con métodos de entrenamiento, nutrición, suplementación, esteroides anabolizantes y lo que tuviera a mano para desarrollarme lo más que pudiera", explicó.


 En su alimentación dio prioridad a las proteínas e hidratos de carbono, los "encargados de desarrollar la masa muscular y dar combustible al cuerpo", y lo prohibido era la comida 'chatarra'.


 "Si me tentaba, la culpa me duraba por los siglos de los siglos", admitió.


 Entre sus enemigos mencionó al espejo: "En algunos me veía flaco, en otros más grandote, y en otros literalmente gordo".


 Sobre la ropa, contó: "De vestirme de la manera más común y corriente posible, lo hacía totalmente ajustado con remeras y pantalones que marcaran lo mejor posible mi musculatura".


 Su anhelo supremo era conseguir esteroides anabolizantes y no le importaban en absoluto sus efectos secundarios, porque "lo único que deseaba era ser enorme muscularmente".


 "Así fue que no había esteroide del cual no supiera su nombre, desde el Staozolol, uno de los más populares (el famoso 'stano') hasta el Finaplix, ignoto y, que yo sepa, inédito en la Argentina".


 También conocía otras armas químicas que sus ídolos tenían a su favor: hormona del crecimiento, insulina, IGF-1, IGF-2, Eritropoyetina, Cuenbrutol, etcétera, pero también era consciente de que la mayoría no habían llegado al país y los que arribaban costaban una literal fortuna.


 "El sobreentrenamiento me llevó a sufrir insomnio, a dormir dos o tres horas por día, y aun así cumplía y me entrenaba religiosamente", contó.


 Luego moderó la adicción con la ayuda de la experiencia, madurez, los sabios y sanos consejos, mediante un buen entorno, por haberse recibido de instructor en musculación y culturismo, y el apoyo familiar".


 "Me pude dar cuenta de que este hermoso deporte puede beneficiosamente transformarse en una pasión, lo que no significa obsesión y 'vigorexia'".