Bahía Blanca | Martes, 01 de julio

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La hija mayor de Villa Rosas

Vivió cada día en el lugar donde nació el 26 de diciembre de 1907, justo dos años después del remate que impulsó a la barriada que creció entre el puerto y el centro. Todo un símbolo del esfuerzo que caracterizó a los pioneros. A las 4 en punto se levanta de la siesta. "Pronto cumpliré 98 años. Estoy vieja, ¿no?", se pregunta ante el espejo. Y sonríe. Se pone un collar, se pinta los labios y suavemente pasa sus dedos por el rostro con crema Pond's "para cuidar la piel".

Vivió cada día en el lugar donde nació el 26 de diciembre de 1907, justo dos años después del remate que impulsó a la barriada que creció entre el puerto y el centro. Todo un símbolo del esfuerzo que caracterizó a los pioneros.








 A las 4 en punto se levanta de la siesta.


 "Pronto cumpliré 98 años. Estoy vieja, ¿no?", se pregunta ante el espejo. Y sonríe. Se pone un collar, se pinta los labios y suavemente pasa sus dedos por el rostro con crema Pond's "para cuidar la piel".


 Elvira Sofía García Mondelo se asomó a la vida a las 2 de la mañana del 26 de diciembre de 1907. Por entonces, Villa Rosas tenía dos años.


 Nació en una chacrita situada a mitad de camino entre las vías del ferrocarril. Junto a sus hermanos Arturo, Francisca, Nieves y Anita, creció jugando entre los pajonales y las polvaredas que levantaba el viento norte.


 Fue alumna de la Escuela Nº 23, instalada en Maestro Piccioli y Tierra del Fuego, la "esquina del puentecito", cerca de un espacio donde se hacían bailes. Es posible que ese sitio hubiera sido utilizado como posta, ya que desde allí podían verse los carros y a veces los arreos que venían por el viejo zanjón que desembocaba en la hoy calle Estrada.

Sirvienta, bolsera, mamá.




 Un jardín de hortensias y la custodia de tres perros hay que atravesar para entrar en la casa de Nueva Provincia al 2.300 (ayer de chapa, hoy de ladrillos). Allí vive este emblema de la centenaria Villa Rosas.


 A paso lento y de la mano de su hija Gladys y de su nieta Marisa, Sofía (así la conocen) acepta volver a la Escuela Nº 23 "Juan Bautista Alberdi", donde llegó hasta segundo grado. Después camina unas cuadras para llegar a la cancha de Libertad y pasa por el parque Illia, donde evoca las tardes de picnics, y por la ex usina de gas.


 Hija de los españoles Francisco García y Lucía Mondelo, las esperanzas de su familia de acceder a una vida más cómoda se derrumbaron de golpe. Su padre recibió la noticia de una herencia y, como pudo, reunió la plata para regresar a su tierra. De vuelta, en Buenos Aires, lo asaltaron. Sin un centavo retornó a Villa Rosas y a los seis meses, por culpa del disgusto, sucumbió ante un tumor cerebral.


 A los 11 años Sofía ya trabajaba de sirvienta con cama adentro. Y como uno de sus patrones le hacía lavar las camisetas de los equipos de Liniers, nunca se llevó bien con ese club. Sólo los domingos podía visitar a su familia y a su amiga de toda la vida: Eutropia Godoy.


 Cada tanto, advierte que se acuerda poco, aunque enseguida sorprende con datos puntuales de hace décadas.


 "A los 14 años fui empleada de la señora Olimpia Rodríguez. La ayudaba a preparar pasteles y empanadas que se vendían en los cuarteles del Regimiento 5, por esa época en la calle Sáenz Peña. También lavaba y planchaba los uniformes de los soldados", dice.

El amor, el dolor, el esfuerzo.




 A los 24 años Sofía se casó con el español Angel Corral y tuvieron dos hijas: Elba Clelia y Gladys Nora.


 Como tantas mujeres de la villa, entró en la fábrica CADE que la firma Bunge y Born tenía en el paraje El Guanaco, donde cosía bolsas de arpillera. Con María Bocca, Sara Bobis y Pura Saldamando cruzaban el potrero de Doña Magdalena y salían al bebedero. Volvía apurada a su casa donde, en la puerta y sentadita en un banco de madera que le había hecho su papá, Gladys la aguardaba ansiosa para tomar la teta.


 Su marido, quien fue señalero de la estación Spurr, murió en 1951 a los 41 años.


 "Salí adelante con el apoyo de mis hijas y de familias amigas como las de Paulina de Fernández y Juana Rossi de Fernández", afirma.

* * *






 El legado de Sofía se prolonga en dos nietos, cuatro bisnietos y un tataranieto de cuatro meses cuyo nombre no se acuerda "porque es muy difícil de pronunciar".


 Otra vez en casa y mientras Gladys y Marisa la reclaman para comer y descansar, la memoria de Sofía parece no tener fin.


 "A los de White les decíamos los isleros, porque de la vía para allá todo era agua", indica elevando la mirada hacia la zona del puerto. Después comenta que el lote donde hoy se levanta su casa le costó 10 sueldos: "¡Lo que nos costó pagar este terreno...!".


 
Ricardo Aure
El libro, un tributo de amor






 En 1952, Raúl García cumplía con el Servicio Militar en el Ejército. Una noche, al volver de un corso, decidió pasar por el baile que se hacía en el Club Libertad. Pidió permiso para entrar sin pagar entrada ("Dije que sólo daría una vueltita porque tenía que madrugar", recuerda) y no bien cruzó el umbral se encontró con Elsa Betty Dieguez.


 El tenía 20 años y ella, 16. Se casaron en 1956.


 Raúl García hoy tiene 74 años y un hijo médico. Raúl no es escritor ni historiador, pero con la fuerza de su cariño por Villa Rosas --donde pasó su juventud--, pudo concebir el libro del centenario donde se atesoran descripciones de entidades, personajes y emotivos testimonios.


 "La comisión de los festejos me confió esta oportunidad. Hasta ese momento, sólo había escrito algunos versos y una milonga para la villa. En agosto comencé a reunir datos, testimonios e imágenes con la valiosa ayuda de Estela Grandoso, del archivo de La Nueva Provincia, y de la Biblioteca Rivadavia", señala.


 García indagó en los orígenes con la premisa de completar el certificado de nacimiento de Villa Rosas y admite que aún debe despejar algunas incógnitas, por caso la de la calle Emilio Rosas.


 "Hay versiones que se relacionan con Ricardo Martínez Rosas, el impulsor de la villa, quien formalizó una sociedad con su hermano Emilio. Eso podría haber motivado el nombre", indica.


 Según García, el 17 de noviembre de 1905 se cumplió el primer remate de los lotes y a la zona ya se la conocía como Villa Rosas por decisión del mismo Martínez Rosas. Por entonces, White tenía un extraordinario movimiento con las empresas importadoras y depósitos de maquinarias agrícolas. Ese año, desde el puerto se exportaron 1.068.551 toneladas de trigo.


 La subasta de los terrenos se hizo en una carpa.


 García relata que el tren que salió de Bahía Blanca llevó 300 pasajeros y el de White, 250. En total, el remate reunió a más de 700 personas.


 Los 128 lotes se vendieron en una hora y media, por eso Ricardo Martínez Rosas decidió incluir una manzana más. Lejos estaba de imaginar esta miniciudad que se extiende desde Ecuador hasta Cabo Farina y de Tierra del Fuego hasta las vías del ferrocarril, con casi 30 mil personas.


Inmigrantes

* En 1920, el austríaco Esteban Braidich y la española Adoración Pardo se afincaron en calle 1810 al 1.800, donde nacieron sus tres hijos. Tenían un tambo en Villa Delfina y repartían leche. Luego compraron una propiedad en Tarapacá y Sáenz Peña. Sus descendientes aún viven en Villa Rosas.
* Máximo Pedro Bardal vino de León (España), durante 1912. En el puerto trabajó para la Junta Nacional de Granos. En Villa Rosas se casó con Isabel Montejo. Sus seis hijos (cuatro varones y dos mujeres) tuvieron activa participación en el quehacer del barrio. Máximo ("Chocho") y Angel Manuel ("Tato"), por ejemplo, integraron el equipo de Libertad que en 1956 ganó su único título en la primera división de la Liga del Sur.
* Antonio Abraham llegó presuntamente de Siria, en 1908. Se ganaba la vida como vendedor ambulante de géneros y botones. Edificó su casa en 1810 y Emilio Rosas, donde abrió la tienda "La Imperial", que atendió hasta 1947. Casado con Eusebia, fue padre de nueve hijos.
* Giuseppe Crescenci buscó la paz y el progreso que no le daba su Italia natal. En Sáenz Peña y Libertad instaló la peluquería que llamó "La Preferida". ¿Quién no puso la cabeza en sus manos entre los años 50 y 60? Los clientes terminaron por bautizarlo "Anyulín padre", por el nombre de su primogénito, al que llamaban "Anyulín hijo". Pocos sabían que Giuseppe, quien había combatido en la Primera Guerra Mundial, fue el peluquero de un Benito Mussolini que ya empezaba a cobrar poder y que iba en camino de convertirse en El Duce.