Relato desesperante, pero muy profundo y reflexivo
Hace cinco años Nueve reinas fue una agradable sorpresa que se convirtió en éxito de público y es probable que sirva de motivación para ver El aura, del mismo director. Pero quien piense encontrar un clon de aquel filmes, se llevará un chasco.
El aura es un filme elusivo y por momentos desesperante. Resulta menos atractivo que Nueve reinas en términos de espectáculo, pero más profundo y reflexivo, que maneja las múltiples manipulaciones con una considerable mayor madurez.
Según el director, el título remite a un proceso que muchos de los epilépticos viven antes del ataque, donde surgen ciertas sensaciones físicas y mentales conocidas como "aura". Se puede definir como una distorsión de la percepción, donde se ven, se oyen o huelen cosas que no están en la realidad. Muchos pacientes tienen una relación ambigua con ese proceso: una mezcla de espanto y extraño placer.
El protagonista de este filme proporciona una detallada explicación sobre este tema. Y esto no es gratuito. El es epiléptico y durante el desarrollo de la historia sufre varios ataques.
Este hombre es taxidermista. Un ser huraño, afecto a la música de Vivaldi, dotado de una gran memoria visual y espacial. Su sueño, que devino en obsesión, es concretar un robo a un banco, pero con la perfección de un mecanismo de relojería y sin muertos.
Imprevistamente, un colega suyo lo invita a una partida de caza en el sur. Tras dudar, porque es incapaz de matar un animal, acepta en vista que su esposa lo abandonó.
Se alojan en una cabaña en medio del bosque, administrada por dos hermanos, Diana y Julio. La mujer está casada con un tal Dietrich, 30 años mayor que ella y ausente del lugar. Según su versión, un hombre castigador y atroz.
Pero el colega debe regresar de urgencia a su lugar de origen y el protagonista --de quien no se conocen otros antecedentes, ni siquiera su nombre-- se queda solo en un territorio desconocido y hostil.
Un crimen involuntario será el conflicto dramático que lo expondrá a lo inesperado, obligándolo a improvisar, a transitar de la actitud pasiva de imaginar robos perfectos a la acción y llevándolo a una aventura de consecuencias insospechadas, que vivirá como si fuera el aura del epiléptico. Esta es una cuestión clave del filme.
Aunque El aura no resulta estrictamente un filme de género, es posible encuadrarlo en el policial negro. Esto a pesar que Bielinsky quiebra algunos códigos. Por caso, el escenario no es urbano y el personaje femenino no es una "mujer fatal".
A diferencia del policial clásico, que suele separar el crimen de su motivación social y coloca la atención en descifrar el enigma, el policial negro o thriller excluye el mito del misterio, se pregunta por qué se cometió el crimen y descubre que la causalidad de los delitos responde a cuestiones económicas. El dinero dicta la moral de los personajes y el crimen es un espejo de la sociedad.
Esto justifica la presencia de villanos. Además, sin villanos no hay historias. Y aquí los hay. Fundamentalmente dos, que mantendrán en vilo al protagonista y le complicarán su vida durante la semana que dura su permanencia en el sur. Pero conocer el miedo enaltece el coraje de un hombre.
En cierta medida, es él mismo quien se introduce en ese ruedo, por curiosidad y por una necesidad íntima de saltar la línea, concretar lo deseado, de descubrir las zonas oscuras de su alma. Inclusive su verdadera personalidad. Según Hegel, "el espíritu sólo conquista su verdad cuando es capaz de encontrarse a sí mismo en el absoluto desgarramiento".
Ambigüedad, ambivalencia moral, sospecha, fatalismo y mentira son caracteres definidores del cine negro. Lo que puede desconcertar de El aura es el punto de vista narrativo. El que prevalece aquí es el del protagonista.
Sin embargo, la mirada no es objetiva. Porque el filme representa un viaje a zonas mentales y la historia está centrada en la interioridad del protagonista. Y a tal extremo, que durante los ataques de epilepsia, la pantalla permanece en negro. Sin este enfoque, la lectura resulta dificultosa.
A través de este acto de mirar, hacia afuera y hacia adentro, el filme es también una reflexión sobre el cine. Que no se desmadre, se debe al minucioso trabajo de puesta en escena, de organización de la historia y su montaje en términos audiovisuales, que a veces torna difícil diferenciar lo real de lo fantástico. Y por las actuaciones, en particular de Darín, que concreta una actuación inolvidable.
Y como nada se crea de la nada, a El aura es posible encontrarle antecedentes o influencias, que pueden ser varias, pero se pueden destacar dos. En cuanto al estilo, existen similitudes con el cine del inglés Mike Hodges. Por caso, véase Dormiré cuando esté muerto.
En cuanto a la caracterización de los personajes (antihéroes individualistas, solitarios y desarraigados), el cine policial de John Huston, para quien la lucha, la experiencia vital, importa más que el triunfo.
Como le ocurre al protagonista de El aura, que se redescubre tras esa experiencia en el sur, exorcisando su obsesión delictiva. La historia finaliza con otro apelación a Vivaldi y una presencia nueva, quizás insólita, pero también significativa.