Bahía Blanca | Sabado, 04 de mayo

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Emilita pintó toda la vida y expuso su obra a los 100 años

Mostró su obra el Mercado de las Artes de Coronel Suárez por iniciativa de su familia. Feliz, sopló las velitas entre mimos y canciones catalanas.
Foto: Gentileza Carlos Nigoul.

   Anahí González
   agonzalez@lanueva.com

   Ella es Emilia Rosa Enriqueta Esperanza Bru de Lusarreta pero todos en Coronel Suárez, donde nació el 8 de septiembre de 1917, la conocen como Emilita.

   Pintó y dibujó durante la mayor parte de su vida -con lápiz, carbonilla y luego con acrílicos y óleo- pero nunca había expuesto su obra.

   "Siempre pintó y regaló. Vos le pedías algo, lo hacía y te lo regalaba", contó su yerno Carlos, casado hace 44 años con María Cristina.

   A su familia le pareció una excelente idea festejar los 100 años de Emilita con una muestra de sus trabajos en el Mercado de las Artes. Para ello tuvo que reunir todas sus obras desperdigadas entre familiares y amigos.

   La exposición -que pudo visitar toda la comunidad- fue una de las sorpresas y regalos que recibió esta alegre mujer que supo ganarse el cariño de mucha gente.

   También tuvo una fiesta con torta, prendedores alusivos y agasajos; y no faltó lo más importante: el amor de sus seres queridos.

   Emilita Bru nació en Coronel Suárez el 8 de setiembre de 1917. Tras el fallecimiento de su mamá, cuando era muy pequeña, se mudó con su papá y sus tres hermanos a España, donde realizó sus estudios secundarios. A los 17 años comenzó a pintar en el colegio y no dejó de hacerlo hasta los 98.

   Al finalizar sus estudios secundarios regresó a Coronel Suárez. El 1 de setiembre de 1937 se casó con Carlos Lusarreta con quien tuvo cinco hijos: María Isabel, María Inés, Carlos Alberto, María Cristina y Juan Emilio.

   Alegre, activa,  solidaria y una viajera incansable, siempre se muestra más feliz que cualquiera aún cuando le duela algo.

  Su familia describe la fortaleza de su espíritu en una frase: "No afloja nunca" .

   Llegó a los cien años con las prioridades intactas: la familia y la amistad.

   Tanto fomentó estos valores que todos los mediodías la visitan en su casa -donde es atendida por cuidadoras- entre cuatro y seis familiares (entre hijos, nueras, yernos y nietos) para darle un abrazo y tomar unos mates.

   Por la tarde, su hija María Cristina, la lleva a tomar el té a alguna de las confiterías suarenses y pasean un rato por el pueblo en el auto.

   Además, cada sábado, desde hace muchos años, es la anfitriona de un almuerzo impostergable que convoca a toda la familia. Tiene una dieta variada: come de todo y si es con picante o bien condimentado, mejor.

   Uno de sus placeres más grandes en la vida fue recorrer el mundo. Lo hizo con su marido, con amigas y también sola, ya en edad avanzada.

   Visitó China, Grecia, Japón y gran parte de Europa, a la que llegaba generalmente para quedarse varios meses. De hecho, solía programar sus viajes para escapar del invierno, porque odia el frío.

   España, la tierra de sus padres y ancestros fue siempre su punto de partida, la plataforma de lanzamiento para conocer otras culturas.

   Emilita tuvo un buen pasar económico, por lo que no tuvo la necesidad de trabajar fuera de casa. Tampoco participó en instituciones de la comunidad pero siempre fue muy solidaria con la gente de su entorno.

   A los 94 años su salud se vio afectada por un incidente que le impidió movilizarse por unos meses y dos años más tarde un ACV le produjo trastornos en el habla.

   Sin embargo, milagrosamente, durante el festejo de su cumpleaños estas dificultades no se manifestaron. Su familia asombrada contó que habló de corrido y hasta cantó en catalán para los nietos y bisnietos.

   "¡Un regalo de Dios!", dijeron.

   El festejo tuvo lugar el viernes 8 de septiembre desde el mediodía y hasta las 20.30. El sábado, la reunión fue en su departamento. Los nietos y bisnietos se sentaron en el piso. No había sillas para tantos, pero sobraban ganas de compartir.