Bahía Blanca | Martes, 22 de julio

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Un sacerdote que les pelea al Ébola y la discriminación

El padre Jorge Crisafulli regresó unos días a la ciudad para dar impulso a su campaña de ayuda para Africa.
Mucha gente, admitió Crisafulli (derecha), evita darle la mano por temor al contagio.

Por Sergio Prieta / [email protected]

“Estoy afectado y no infectado”. Con esas palabras saluda Jorge Crisafulli, sacerdote salesiano que lleva más de 20 años en Africa y desde hace varios meses pelea no solo contra el Ébola, sino contra sus consecuencias sociales y espirituales.

“Esta enfermedad genera miedo y el miedo nos conduce al egoísmo y a la discriminación. Mucha gente se preocupa y hasta duda en darme la mano por miedo a que me hayan contagiado la enfermedad: les digo que paren un poco”, dice este bahiense que en los últimos meses trabajó de manera incansable como inspector de la obra salesiana en Nigeria, Liberia, Sierra Leona y Ghana.

Por unos días permanecerá en Bahía Blanca, donde ayer encabezó una jornada solidaria.

En Africa, en este momento, tiene a su cargo 120 niños huérfanos: sus padres murieron por la enfermedad y algunos chicos también la padecieron. Casi todo llegan desde Africa Occidental y viven en un Centro Interino de Atención al Niño.

“No puedo revelar la ciudad en la que estamos radicados porque si los habitantes más jóvenes se enteran de que hay gente que estuvo en contacto con la enfermedad iniciarían una revuelta y prenderían fuego la residencia por miedo”, explica.

Los cuidados en el centro son estrictos. Cuando llega un chico, personal de Médicos sin Fronteras le hace análisis de sangre para determinar si tiene el virus. Luego vive en un carpa en cuarentena durante varios días hasta que el personal está seguro de que no está infectado.

Como si eso fuera poco, dos enfermeras controlan la temperatura corporal de todos cuatro veces al día y, ante la presencia de algún síntoma, como fiebre o vómitos, se los envía al aislamiento.

“Tenemos que tomar todas esas medidas porque hubo casos de chicos que murieron por Ébola cuando eran trasladados desde sus países hacia la residencia. No confiamos en nada y tomamos todas las medidas de prevención”, asegura.

Peligro, funeral

“Hace mucho que sabemos cómo empezó esta pandemia”, agrega, al ser consultado por un estudio científico de un médico alemán que rastreó el origen del virus.

“El primer contagiado fue un niño de 2 años que vivía en Meliandou, una pequeña aldea de Guinea. Se enfermó a través de un murciélago y su madre lo llevó a un curandero musulmán para sanarlo: así fue cómo se contagió el curandero, la madre y todos los que asistieron a los funerales de los tres”, explica.

Los funerales son una de las principales fuentes de contagio.

“En muchos lugares creen que cuando una persona muere, su espíritu queda en la casa o la aldea. Entonces acostumbran a llevarse los cuerpos y los tocan, los lavan y preparan para el funeral como una señal de respeto. Pero el virus es altamente infeccioso cuando una persona agoniza o recién muere”, dice.

A esa costumbre se suma la transmisión por vía sexual. “Un hombre que tuvo Ébola y pudo salvarse puede contagiar a través de su semen durante tres meses”.

Crisafulli reconoce que siempre tiene el temor de contagiarse. Y agrega que necesita sumar voluntarios a su causa y que en este momento hay solo dos bahienses que analizan la posibilidad de viajar hacia Africa.

“Nos consultó una mujer de 40 años, mamá de tres chicos, y también un médico que ya ha brindado asistencia humanitaria en otros países. Necesitamos psicólogos, médicos y enfermeras: quedan todos invitados”, dice.

Los interesados en colaborar pueden hacerlo donando insumos como guantes de látex, barbijos o alcohol en gel o depositando su valor mediante una transferencia bancaria a la Institución Salesiana Nuestra Señora de Luján, cuenta corriente en pesos Santander Río 055-15596/0, CBU 07200557 2000000 1559604, CUIT 30-61031294-9 y luego comunicarlo al padre Jorge Ledesma ([email protected]), ecónomo de la Inspectoría Salesiana “Ceferino Namuncurá”