Bahía Blanca | Viernes, 03 de mayo

Bahía Blanca | Viernes, 03 de mayo

Bahía Blanca | Viernes, 03 de mayo

"Operadora, si alguien reclama un loro, lo tengo yo"

--Ñac ñac, ñac ñac, ñac ñac. Los amortiguadores del auto no paraban de hacer ruido y el chofer Daniel Scotti se ponía cada vez más nervioso. El bebé gritaba y el coche sufría: embalajes hechos con frazadas, paquetes y hasta una bicicleta habían subido los papás del bebé, que se mudaban a Río Gallegos y habían llamado a un radio taxi para ir a la terminal San Francisco de Asís.


 --Ñac ñac, ñac ñac, ñac ñac.


 Los amortiguadores del auto no paraban de hacer ruido y el chofer Daniel Scotti se ponía cada vez más nervioso. El bebé gritaba y el coche sufría: embalajes hechos con frazadas, paquetes y hasta una bicicleta habían subido los papás del bebé, que se mudaban a Río Gallegos y habían llamado a un radio taxi para ir a la terminal San Francisco de Asís.


 --Ñac ñac, ñac ñac, ñac ñac.


 Daniel no entendía por qué los amortiguadores seguían chillando, y después de dejar a la familia frenó en la esquina de Brown y Neuquén.


 --Ñac ñac, ñac ñac, ñac ñac.


 Ahí sí Daniel se desconcertó del todo: el coche estaba parado, ¿cómo podían sonar los amortiguadores? Abrió el baúl y vio una caja llena de agujeros. Entonces se comunicó con la estación central de la empresa:


 --Operadora, si alguien reclama un loro, lo tengo yo.

* * *






 En la parada de Sarmiento y Zelarrayán cinco taxistas toman mate y esperan el viaje largo. Son las tres de la tarde y ninguno llegó a los 130 pesos por día que el dueño del auto demanda. A ellos, a los choferes, sólo les queda el 30 por ciento de esa cantidad. Para eso, unas 12 horas de tránsito bahiense. No menos.


 Según las empresas de radio taxi, lo que más se olvidan los pasajeros son celulares y llaves. Pero también aparecen guantes, paraguas, bastones, documentos, lentes de contacto, mochilas de colegio... y hasta loros.


 --A mí una vez me dejaron 3.500 pesos y los devolví --dice el taxista Durval Rivadeo.


 --¡¡¡Jaajajaja!!! ¿Pero qué te crees? ¡Pará de mentir! --grita un compañero.


 Durval sale y trae una tarjeta con el nombre de dos chicas de Buenos Aires y sus teléfonos. Le asegura al colega que la plata era de ellas. Que las llame, que compruebe nomás.


 El procedimiento para recuperar lo perdido es casi siempre el mismo: el pasajero llama a la central telefónica, describe el objeto y espera que el taxista avise si lo encontró.


 Algunas veces, los clientes reclaman lo suyo en voz baja.

El "trabajito".




 El taxista pasó a buscar un paquete por una casa del centro. Una señora pagó y el chofer cargó la caja en el auto. Dirección: un departamento cerca del Parque de Mayo.


 --Esto se mueve, che... --pensó el chofer.


 Cuando llegó a destino el envoltorio estaba quieto. Lo recibió una chica y lo abrió delante del taxista.


 Adentro había un sapo muerto con fotos de ella en la boca, pajas y un pájaro que tampoco había aguantado el viaje en la caja.


 La mujer tuvo una crisis nerviosa. Llamó a la policía y le exigió al taxista que se quedara, que le dijera quién le había mandado semejante cosa.


 Con el tiempo el chofer supo que la que gritaba era la amante de un hombre cuya esposa había pagado un "trabajito".

Una de noche bahiense.




 Desde las cuatro de la tarde hasta las siete de la mañana Daniel Scotti, el conductor que encontró el loro en el baúl, maneja todos los días. Incluso en las fiestas de fin de año, porque no tiene familia en Bahía.


 Daniel, ex combatiente de Malvinas, admite que lo disfruta y que le da orgullo ser taxista. Que lo enriquece como persona conocer tantos hombres y mujeres.


 --Es la gente mayor la que más enseña --dice--. Pero para eso hay que ser muy receptivo.
--¿Cómo se maneja un coche durante 15 horas diarias?



 --No es tan terrible como parece. Entre la una y las seis de la mañana el trabajo merma lo suficiente como para tomarse unos mates en la parada, mirar televisión o dormir en el auto.


 --¿Rinde económicamente?


 --Y... se sobrevive. Igual yo vivo solo y no tengo tantos gastos.


 --¿Cuánto tiempo se puede hablar del clima?


 --Nunca se me ocurrió medirlo. La conversación siempre empieza por el clima, pero en el trayecto ocurren cosas que desvían el tema: siempre hay un repartidor de pizzas que se cruza, un chico en bicicleta que hace cualquier cosa, alguien que se olvida de poner el giro para doblar...


 La primera anécdota que Daniel Scotti cuenta ocurrió un domingo de madrugada, cuando una pareja joven se subió al coche en la parada de Sarmiento y San Martín.


 En el trayecto el taxista escuchó algún ruido, pero prefirió hacerse el distraído. Para eso, nada mejor que la música de Pink Floyd. Llevó a los chicos al barrio Maldonado, ellos le pagaron rápido y se fueron.


 La siguiente pasajera que se subió al taxi era una clienta conocida: una señora muy dicharachera y conversadora.


 La mañana era preciosa y la mujer, por supuesto, no paraba de comentarla. De repente no habló más y empezó a mirar a Daniel con los dientes apretados. Parecía enojada. El no entendió por qué, pero a los clientes no se los atosiga con preguntas.


 A los pocos minutos de que ella pagara y se bajara del coche se subió un empleado del Polo Petroquímico. Daniel estaba contento: el viaje era largo y el pasajero macanudo... salvo porque se reía sin ninguna razón.


 --Flaco, ¿qué estuviste haciendo acá? --le preguntó el cliente risueño.


 --¿Por qué? --dijo Daniel.


 --¿No se te ocurrió mirar el asiento de atrás?


 No, al taxista no se le había ocurrido. Y la pareja que había llevado al barrio Maldonado se había olvidado un zapato y una prenda de ropa interior femenina.

Otra de loros.




 Hace un tiempo, la empresa envió al taxista Esteban a buscar un pedido a Médanos. Como el viaje era dudoso, se cobró por adelantado. Subieron tres pasajeros y el auto salió a la ruta.


 Al llegar a la localidad se bajaron los tres: volvieron dos y una jaula con 15 loros adentro.


 El taxista ya estaba ahí y no le quedó otra que volver a Bahía Blanca con la Selva Amazónica a cuestas. Nunca se imaginó que la jaula se abriría dentro del coche. Tampoco que los loros tenían tan buen metabolismo.
María Eugenia Rodríguez
Esa imagen en el espejo retrovisor






 A Scotti algunas imágenes lo sobresaltan mientras duerme. No le gusta hablar de su participación en la Guerra de Malvinas, pero reconoce tener presentes muchas escenas fuertes de su vida.


 Una de ellas, la de un año atrás, cuando cuatro jóvenes lo asaltaron de madrugada en la esquina de Gorriti y Jujuy, le pegaron y le quitaron los papeles del auto y la recaudación del día. Entonces hubo gritos, armas, forcejeos y heridas de vidrio de botella en su cabeza. También persecución de la policía y códigos entre taxistas. Ahora los jóvenes están presos. El recuerdo en la mente de Scotti también.


 --Soy un veterano de guerra que peleó con los mejores profesionales del planeta. En el asalto tuve miedo, pero obraron el instinto y el entrenamiento que recibí.


 De cualquier manera, nada marcó tanto a Daniel Scotti como la imagen que el espejo retrovisor del taxi reflejó hace más de un año.


 Era la madrugada de la Navidad 2003 y pocos compañeros trabajaban.


 Llevaban una señora en el asiento trasero y pasaba por el geriátrico de 19 de Mayo al 200 cuando lo saludó un abuelo que tomaba sol y vida en la vereda.


 --¿Por qué lo saluda el señor? --le preguntó la mujer.


 --Es que cuando era profesor de ajedrez llevaba a mis alumnos a jugar con los abuelos. La idea era crearles conciencia solidaria --le explicó.


 --Entonces quédese tranquilo, jovencito --le dijo ella--. Cuando nacemos Dios nos da tres regalos. A los bienes materiales los perdemos cuando nos morimos. A los afectos, cuando nos entierran. El tercero es lo que usted ha depositado en vida. Dios se lo reserva allá arriba.


 Daniel grabó los ojos de la mujer en el espejo. Después se despidieron y él la vio entrar a una funeraria. La señora iba a velar a su hermano.