Bahía Blanca | Martes, 19 de marzo

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Guillermo Arriaga: "Una obra es como un animal no solamente salvaje, sino también peligroso"

El escritor mexicano dijo que "amaría tener la elegancia de Borges, pero es inútil que la busque".

   Presentada y pensada como una "Charla Magistral", la participación del escritor mexicano Guillermo Arriaga en FILBA terminó siendo un interesante y entretenido diálogo donde el autor de Salvar el fuego —último ganador del premio Alfaguara— confesó que "amaría tener la elegancia de Borges, pero es inútil que la busque" y que "una obra es como un animal no solamente salvaje sino también peligroso".

   El "dramaturgo de cine" nacido en Ciudad de México en 1958 es conocido por su "Territorio Arriaga", una cartografía literaria donde confluyen historia de accidentes, el barrio Unidad Modelo, la frontera y amores donde los sectores pobres de la sociedad conviven con la burguesía: ese "territorio" que se puede disfrutar en sus películas Amores perros, Babel, 21 gramos y Los tres entierros de Melquiades Estrada y leerse en las novelas El salvaje, Escuadrón Guillotina, Un dulce olor a muerte y El búfalo de la noche.

   Durante la charla, en la que participó el guionista argentino Emiliano Torres —director de la película El invierno—, Arriaga dejó en claro por qué su ficción es mexicana y universal, cruzada por la tragedia griega, el drama shakesperiano y lo mejor del Juan Rulfo del Llano en llamas y Pedro Páramo.

   El narrador comenzó su intervención diciendo que el autor no puede separarse nunca de la vida que tiene a la hora de vincularse con su obra. Y mencionó como ejemplo a "una de sus grandes influencias", Jorge Luis Borges, quien, según el escritor mexicano no pudo dejar de lado su historia de vida. "Toda la obra del cuentista argentino está construida sobre su impronta biográfica: la situación económica, social y hasta geográfica de Borges termina por impregnar la obra", señaló.

   Arriaga contó que en su caso fue condicionado por un déficit de atención que sufrió desde niño (era muy activo y rebelde), y nunca terminó de comprender el mundo. "Fue la escritura la que puso cierto orden al caos que hay dentro de mí. Por eso a los doce años decidí, entre otras cosas, ser un escritor profesional", especificó en la charla virtual.

   "Mi técnica de escritura está signada —resaltó el escritor— por una falta de planificación previa. Tampoco me documento para escribir, porque siento que ya poseo toda la información necesaria para las historias y los personajes", explica. Sus historias contadas desde distintos ángulos, puntos de vista, rupturas temporales son generadas en el trayecto de esta escritura: no hay un "montaje posterior".

   "Aconsejo a los que quieren empezar con la escritura que 'reescriban' todo lo que han escrito, porque todo lo que escriban va a ser malo: luego hay que reescribir y corregir —aseguró a los participantes que preguntaban en el chat—. En mi caso reescribo una novela hasta cinco veces y, en particular, cortando primero palabras, luego oraciones y por último escenas completas. Salvar el fuego era un libro de más de mil cien páginas y terminó teniendo menos de seiscientas", ejemplificó el autor de Babel.

   "Lo importante es saber a qué tradición narrativa puedes pertenecer, no a la cual quieres pero no puedes", dijo luego Arriaga y agregó: "Amaría tener la elegancia de Borges, pero es inútil que la busque. Aunque yo quisiera no podría. No tengo las herramientas para ser como Borges". Luego se ubicó en la tradición de "contar historias a través de todos los sentidos".

Reescribo una novela hasta cinco veces y, en particular, cortando primero palabras, luego oraciones y por último escenas completas

   Más adelante, el escritor señaló que "el azar, las circunstancias que hace entrecruzar el mundo de los personajes es por mi falta de creencias", se definió como "ateo" y sostuvo: "Los trágicos griegos con la presencia de los dioses solucionaban todo; sin embargo los ateos nos obsesionamos con las circunstancias, porque la vida siempre es fortuita, aunque hay precondiciones, un encuentro es azaroso y deriva en historias únicas para ser contadas".

   En el final de la charla, el autor de El salvaje y El león detrás del vidrio —así se llamaba Salvar el fuego antes de que el jurado le pidiera cambiar el título— expuso justamente sobre el lado indomable de la literatura: "Una obra es como un animal no solamente salvaje, sino también peligroso", aseguró con énfasis.

   "Muchas veces la gente cree que la obra literaria es un animal doméstico que puedes meter a la jaula con facilidad y que haga todos los trucos que quieras imponer. Muchos críticos que no escriben ficción creen que uno lo hace a partir de la razón y dicen: 'debería haber hecho esto y esto y esto…', pero no se dan cuenta de que es un animal salvaje", insistió.

   "Si la obra no fuese un animal salvaje todos haríamos obras maestras: a mí me encantaría hacer un best seller que vendiera tres mil millones de libras esterlinas como 'Harry Potter' o ser Faulkner y ganarme dieciocho premios Nobel... mataría por ser Borges o Rulfo. Pero nunca vas a poder meter al animal en una jaula y mucho menos le vas a poder enseñar", concluyó. (Télam)