Fausto y César Ruesga, una charla donde salió a la luz mucho de lo que nunca se vio
La decisión de regresar, lo que vivió detrás del logro con Olimpo, su personalidad, el completar la escuela y más del MVP de la final de Primera.
Ingresó en La Nueva Provincia en 1995. Trabaja en la sección Deportes y fue colaborador en Regionales y Locales de este mismo medio. Se especializa en básquetbol. Formó parte del staff de la revista Encestando y Zona de Básquet durante 10 años. Tuvo experiencia en el programa Radial Contrabásquet, en Radio La Red.
Twitter: @rodriguezefe
Instagram: ferodriguez_
"Si habré entrado acá...”, añora César Ruesga, mientras repasa con su mirada la redacción de La Nueva, la cual visitaba a diario cuando repartía las viandas de comida.
“Mientras, nosotros te esperábamos en el auto”, acota Fausto, su hijo mayor, figura de la final que acaba de ganar Olimpo en Primera.
“Es que me la pasaba hablando de básquet”, justifica Coco.
En síntesis, una pasión que fue de generación en generación, iniciando por Andrés: “Mi abuelo -siempre pendiente de él- no se perdió ningún partido”, resalta Fausto, con un gesto de admiración.
“Somos una familia que vivimos toda la vida de esto. Lo sentimos, por eso lo disfrutamos”, reafirma Coco.
Y aclara orgulloso, por si hiciera falta: “Estos días los estoy viviendo con emoción, por lo que me dicen que vieron de él”.
-Fausto, ¿te imaginabas algo de lo que viviste?
-No me esperaba la repercusión que tuvo la final. Tampoco que fuera tan peleada la serie, definida por detalles mínimos, tiros libres...
-A propósito de tiros libres: antes del inicio del último partido, con la cancha explotada, te quedaste tirando solo, exponiéndote. ¿Fue por algo en particular?
-Siempre, antes de entrar al vestuario, tengo la rutina de meter dos tiros libres seguidos. Había errado cuatro, la gente me chiflaba y el seguir intentando hasta que metí los dos me dio seguridad. Cuando me tocó tirar los dos en el cuarto final, que eran de peso, tenía en la cabeza esos dos que había metido con la gente gritando.
Restaban 15 segundos cuando Fausto convirtió los dos libres que le dieron ventaja de tres a Olimpo: 91-88.
-Coco, ¿hacía rato que no sufrías como este último tiempo?
-¡Nooo! Siempre sufro, pero se sumaba que estaba Fausto. Fue muy emocionante, desde que me dijo que tenía ganas de jugar en Bahía. Era un sueño y terminó siendo un combo grande, porque cuando empezamos a luchar por este formato de torneo, hace un par de años, se decía que iba a fracasar, que hacía frío, que la gente no iba a ir a la cancha... Yo estaba convencido. Y hubo gente que me apoyó, como el Pato (Lliteras), se fue convenciendo a clubes y apostamos. Estoy convencido de que la gente quiere ver que se juegue por algo.
-A propósito, ¿te gustaría estar en la Asociación?
-Estuve y hoy tengo otros planes particulares. Fui muchos años dirigente y después coordinador. Igual estoy si me llaman del club o de la Asociación. Es muy raro que me desvincule de esto.
-Sos defensor del básquet.
-Sí. Aparte, no pienso igual que hace 20 años. Me encanta y tengo ideas. Pero a veces hay que bajar los decibeles.
-Fausto, ¿qué te generaba tener a tu papá como referente de la dirigencia en Olimpo?
-Era normal. Salvo cuando se pasaba un poco en la cancha, je.
César: tanto él como Blas (su otro hijo) me enseñaron. Y fui madurando, je.
-Fausto, ¿durante estos días comprobaste como protagonista esas historias que seguramente escuchaste cantidad de veces, respecto de cómo se vivía el básquet en Bahía?
-Nunca había estado ni cerca de vivir algo así.
-¿Qué pasaba en el día a día?
-Sentía un poco de presión, por la responsabilidad de tratar de hacerlo bien y ayudar al club a conseguir el objetivo. No soy tan de lo social, de la calle, pero sí sentí el cariño de la gente del club.
-¿Y volviste a sentir algo que lo hizo diferente?
-Sin dudas. He tenido la suerte de jugar profesionalmente en buenos clubes, pero nunca viviendo una final así, con lo que significa el básquet para la ciudad.
-Coco, ¿lo vivido estos días en algún momento te transportó a tu época de jugador?
-A mi época de jugador no, porque cerré mi cabeza en cuanto a lo deportivo, pero...
-(Interrumpiendo) ¿Nunca se abrió eso?
-No. Cuando no llegás donde querés, la culpa te parece que es de otro. Y no todo pasa por los factores externos. Por eso, soy muy consejero de muchos chicos del club. Con el tiempo me di cuenta que el camino era otro, no el que yo pensaba en aquel momento.
-Es decir, no renegás de tu pasado.
-Nooo... Es más, hoy me rio de muchas cuestiones. Tuve entrenadores de primera: Daniel Allende, Juanqui Alonso, Tite Boismené, ¿cuántos chicos tienen esa posibilidad? Yo me quedaba fuera de horario volcándola. Y veía algo similar en él (apuntando a Fausto), la diferencia fue que él se metía en el gimnasio o tiraba al aro, hasta que los porteros le decían que cerraban. Yo me equivoqué de camino: tendría que haber tirado más en vez de intentar volcarla...
-Fausto, vos empezaste algo frustrado en categorías formativas, jugabas en divisiones B, tu entorno no tenía demasiadas expectativas por tu forma de tomar el básquet...
-(César interrumpe) Tengo mi mirada de eso, pero nunca lo charlamos entre nosotros.
-¿Cuál es tu mirada?
-Yo sí sabía que él podía. Iba viendo que tenía un físico distinto que la media, pero también observaba que no le terminaba de gustar. Quedó afuera de la Selección de Bahía un par de veces y si bien se angustiaba, no le pesaba como a otros chicos.
-Y eso para vos era falta de deseo. Algo que no sumaba.
-Claro. Pero no hice como otros padres: si bien daba mi opinión, dejaba que él decidiera. Y eso lo ayudó a ser muy independiente, algo que es importante cuando querés llegar a algo. Escuchaba, a veces se hacía el gil (sic), pero me encantaba que tuviera esa independencia. Al padre, a veces esas cosas le duelen, pero entiendo que si no sos así, en lo que te propongas, es muy difícil tener éxito.
-Fausto, ¿esto de alguna manera te fue formateando?
-Sí. Siempre lo escuchaba y todo me entraba. Pero esa independencia la sigo teniendo, decidiendo cuándo es el momento. Soy así.
-¿Vos César lo aceptabas así?
-Sí, porque aprendí mucho de los entornos respecto de lo que no había que hacer. Querer direccionar a un hijo o a un deportista, no sirve. Me encantaba su independencia.
-Fausto, ¿realmente te importaba poco el básquet o simplemente no lo exteriorizabas?
-En ese momento entendía lo que él decía, pero yo no lo sentía tanto. No consideraba que el básquet podía cambiarme algo.
-Era una actividad más.
-Quizás un poco más, pero no era un deseo, como el que empecé a sentir con los años, cuando estaba todo el día pensando en el básquet.
-¿Cuándo empezó ese cambio?
-En Infantiles, por ahí...
-Ya con algún corte de Selección de Bahía.
-Sí, alguno que te pegaba más que otro emocionalmente, pero estaba todo bien.
César: un día nos juntamos con Pepe (Sánchez) y Sepo (Ginóbili), cuando tenía que decidir si iba a Bahía Basket. Y hablamos de los chicos que tienen anhelos, pero no son objetivos. Y él, recién después de los 16 años el deseo lo transformó en objetivo. Distinto al “me gustaría”. Sentí que en ese momento fue un “ahora quiero”.
-Fausto, ¿qué hubo detrás de ese “ahora quiero”?
-Ahí fue donde empecé a entrenar más, siendo objetivo, para no chocarme ninguna pared.
-¿Lo cual no es lo mismo que castigarse?
-No, pero te ayuda. Sé hasta dónde puedo. A partir de eso puedo explotar más lo que hago bien. De chiquito lo entendí. Me gustaba picar la pelota y tirar, pero no arriesgaba. Abrazaba lo seguro, después lo entrenaba, hasta que me animaba en el partido. Y lo mantengo, aún en el nivel profesional.
-En algún momento a raíz de tu indecisión estuviste a punto de dejar el básquet. Inclusive, fuiste a entrenar a Barracas, ¿no?
-¡Seee, je!
-¿Qué pasaba por la cabeza?
-Es que quería jugar, pero me volvía loco. Igual iba a seguir jugando, no me cambiaba nada. Si no hubiera tenido un entorno que me contenga, me escuche y asesore, quizá hoy ni jugaba al básquet. Eso influye. Sabía que iba a seguir jugando, en Olimpo, Barracas o donde fuera.
-Y debutaste en Primera perdiendo contra Barracas.
-¡También! Je.
La síntesis de ese encuentro, el 15 de noviembre de 2015:
Barracas (80): J. Horvath (13), J.I. Reiner (20), S. Ranieri (13), M. Bertón (11), M. Cleppe (4), fi; M. Núñez (4), B. Martellini (9), L. Alemañy (6), E. Larrosa, F. Bustamante, O. Quispe y F. Tiede. DT: J.S. Palumbo.
Olimpo (59): L. Fortelli (10), J. Godio (7), C. Victoria (6), L. Figueroa (9), M. Fernández (7), fi; A. Astradas (2), A. Solomon (4), F. Pallotti (10), F. Ruesga (2), T. Redondo, F. Zani y F. Montenegro (2). DT: J.M. López.
Cuartos: Barracas, 16-19, 39-31 y 68-45.
Arbitros. Horacio Sedán y Mariano Enrique.
Cancha. Barracas Central.
De Selección
-¿Te potenció que Mario Errazu te llevara a una selección de Provincia sin haber estado antes en Bahía?
-Sabía que podía jugar ahí. Ya me lo creía. Yo era un año más chico y no había integrado ni la preselección de Bahía. No me volví loco. El año anterior sí me puse mal.
Fausto evidenció el cambió definitivamente en 2017, siendo figura en el Provincial de Olavarría, donde promedió 23,6 puntos y 13,2 rebotes, llevándose todos los premios.
-¿El trabajo a veces se torna obsesivo en vos?
-Quizá en algunos aspectos tenés que serlo, o al menos por momentos. Este último tiempo traté de descansar un poco más. Pero me gusta cuidar el cuerpo, alimentarme bien, tratarme con el kinesiólogo, entrenar solo y con el grupo... Si sumás todo, lleva mucho tiempo. Y hay cosas que tenés que dejar de lado.
-El hecho de ser solitario, ¿en algún punto te perjudica considerando que el básquet es un deporte grupal? ¿Te sentirías más cómodo siendo nadador o jugador de tenis?
-No, no, disfruto muchísimo con los chicos. Mi soledad pasa más cuando estoy fuera del ambiente.
-Por lo social.
-Claro, aunque uno no puede vivir solo, porque necesitás los vínculos, soy una persona a la que le gusta tener sus momentos.
A volar...
Fausto heredó de su papá la potencia de piernas y una admirable capacidad de salto.
Con más centímetros y un trabajo más específico con su cuerpo, esa capacidad le permite por momentos volar, como ya lo hizo con la camiseta de Argentina...
...también con la de Bahía Basket...
...y lo más reciente, con la de Olimpo, en la final.
-Coco, ¿qué notás que tiene de vos, además de las piernas?
-Tiene muchas más cosas de las que uno tenía a su edad, y no solo en lo deportivo. Nunca se lo dije, pero admiro cosas de él. Una vez le pregunté por qué no se animaba a hacer algo puntual y me respondió: “hace un año que lo entreno, pero todavía no estoy para aplicarlo”. Él ha resignado un montón de cosas para poder ir detrás de un objetivo.
-Fausto, detrás de esos objetivos, ¿dónde está la línea que separa el disfrute del padecimiento si es que lo hay?
-Para mí no hay padecimiento. Disfruto cada día entrenar, alimentarme bien, la rutina, y de acá a quince años pretendo seguir haciendo lo mismo, aunque es incierto el resultado. Sí hay cosas que te perdés estando a la distancia, pero disfruto vivir del básquet.
-¿Cuándo empezaste a perseguir firmemente el objetivo?
-En un momento sabía que quería dedicarme al básquet, pero no sabía de qué se trataba. Con el paso del tiempo fui aprendiendo cosas y hoy creo que estoy armado. Cuando pasé de Olimpo a Bahía Basket hice un cambio enorme en cuanto a ser profesional, y el otro proceso fue cuando me fui a Europa.
-Por todo lo que hablamos, interpreto que el básquet es tu vida.
-Sí, definitivamente. Aunque hay muchas cosas más en la vida de uno.
-¿Qué hay más allá del básquet en la vida de Fausto?
-Amigos, familia... Pero uno necesita tener un rumbo, y el mío es el deporte.
-Y al margen del básquet, ¿hay alguna meta?
-No he terminado la escuela y estoy en proceso de hacerlo, ayudado por mi viejo.
-¡Excelente noticia! Me alegra mucho.
-Tenía clarísimo que lo quería hacer.
-¿Es parte del crecimiento y madurez?
-Sí, sí.
-¿Tu idea, aún sin tener en mano la doble ciudadanía, es quedarte en Argentina?
-Sí.
-¿Qué hay detrás de esa decisión?
-Un poco de todo: tema económico, familiar, deportivo... Es el momento de jugar en una Liga prestigiosa y creo que si logro consolidarme en la Argentina puede ser muy importante para mi carrera.
-¿Recientemente le dijiste que no a una propuesta para jugar en Villa Mitre?
(Interviene César): tengo muy buena relación con la dirigencia de Villa Mitre. Ninguno me llamó y tampoco iba a pasar mientras él estuviera jugando. Sí hablé con Sepo (Ginóbili, el flamante entrenador). Me dijo que le gustaría tenerlo, ya lo conoce de Bahía Basket y aclaramos por qué sí y por qué no, fue un ratito, y punto. La charla más bien fue para interiorizarse de la situación de Fausto. Esto después, cómicamente, lo charlé con los dirigentes de Villa Mitre.
-Fausto, ¿después de lo que viviste, no se te cruzó alguna imagen jugando con Olimpo a nivel nacional?
-¡Sería hermoso! Sinceramente ni me imaginaba jugar en lo inmediato con Olimpo. Se dio y me siento feliz de haber vivido esto.
-A vos Coco ni te pregunto, je.
-A mí se me vino el mundo abajo en 2017, cuando el club decidió no seguir en el TNA. Los que estábamos trabajando en esto veíamos que teníamos siete u ocho chicos con proyección. Era un momento difícil del club, donde el aporte total se destinaba al fútbol, pero bueno... El trabajo en menores con Daniel Allende y demás estaba dando los frutos. Hoy, viendo los números, asustan para jugar en otro nivel.
-De otro nivel, Fausto, fue el volcadón cargado de bronca que hiciste en el cuarto partido. ¿Qué hubo en esa definición?
-Un poco de todo. Había sido un partido desprolijo, en el que no me sentí cómodo...
-No siempre se ve ese Fausto tan determinante con la ventaja que sacás físicamente. ¿Te falta canalizar ese "enojo"?
-Sin dudas es cuando mejor juego. Desafortunadamente tuve el problema en la espalda y me limitó. Es más, cuando vi la jugada pensé: si hubiera tenido un partido más correcto, no hubiese tomado esa decisión. Porque sentí mucho dolor y sigo así. La serie con Bahiense parecía que me encontraba mejor, pero después del primer partido con Napostá la espalda me pasó factura. Me quedé con ganas de poder disfrutar un poco más. Quedará para la próxima vez.
Ojalá se concrete el deseo y exista esa próxima vez de Fausto jugando en Olimpo o en un equipo de Bahía...
Fue muy lindo volver a verlo. Se disfrutó. Como toda la inolvidable final.