Pascuas, tiempo para mirar….
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No caben dudas de que el 7 de marzo dejó su huella. El trauma obliga a mirar la intensidad del viento, el tamaño de las gotas de lluvia y en un punto todos somos detectores de tormentas. El mirar hacia arriba es una rutina que por momento es incontrolable.
¿Qué miramos? ¿Qué miramos cuando miramos? ¿Miramos solo hacia arriba? ¿Contemplamos desde distintas perspectivas?
A diferencia de otros seres vivos, los seres humanos tenemos la capacidad de observar en todas las direcciones posibles, pero distintas circunstancias, vivencias, estados de ánimo hacen nos enfoquemos en una sola dirección perdiendo la posibilidad de tener una vista panorámica del mundo y de las situaciones.
Los pesimistas una y otra vez dirigen la mirada hacia atrás lamentándose por lo que perdieron, por lo que ya aconteció o por lo que nunca llegó a suceder, viven adheridos a un pasado y sumergidos en la tristeza y la melancolía. Kierkegaard decía: “La vida sólo puede ser comprendida mirando hacia atrás, pero ha de ser vivida mirando hacia adelante", por eso, el pasado debe obrar a modo de inventario de forma tal de no repetir errores y poder reformular las experiencias venideras.
Sentimientos de vergüenza, timidez excesiva, o problemas depresivos ocasionan que la mirada se dirija hacia abajo, esa incapacidad de elevar la vista para contemplar alrededores se vincula directamente con la imposibilidad de visualizar un futuro, de delinear un proyecto, de disfrutar, de sentir esperanzas y placer por la vida; bien dice el refrán “que la fe mira hacia arriba”.
Se requiere de coraje para dirigir la mirada hacia el interior de cada uno, a veces es más sencillo reparar en los defectos ajenos que tener la valentía de tomar un espejo y revisar errores y asumir debilidades, pues conlleva enfrentarse con aspectos que en ocasiones se prefiere desconocer u ocultar.
Un desafío propuesto por los griegos fue “Conócete a ti mismo”, emprender un viaje hacia el autoconocimiento, la propia comprensión y verse tal cual es implica descubrir miserias, virtudes, y poseer el don de la autocrítica que facilita la ulterior comprensión de los semejantes.
Mirar hacia arriba es un hábito que se va perdiendo en la etapa adulta, los niños, por sus características anatómicas tienen la obligación de enfocarse en esa dirección, pero que a medida que crecen se adaptan a las dimensiones cotidianas. Las características de la sociedad actual incitan a la velocidad y el apuro nos lleva a mirar hacia adelante, a veces sumergidos en la apatía.
En un experimento colocaron distintas especies del reino animal en recipientes para ver la capacidad de escape. Se comprobó que el buitre a pesar de su habilidad para volar necesita una base de tres metros para emprender su vuelo; el murciélago es incapaz de elevarse a nivel del suelo para desplegarse; la abeja nunca ve la posibilidad de escapar por arriba de ella, y al intentar buscar una salida se destruye a sí misma.
Para los católicos el Domingo de Pascua se celebra la resurrección de Jesús. La imagen de su crucifixión y su mirada hacia el cielo es uno de los símbolos por excelencia. Quienes cultivan la espiritualidad tienen el hábito y la convicción de mirar al cielo y pedir, agradecer y suplicar; otros en cambio, como el buitre, el murciélago o la abeja luchan diariamente con frustraciones y problemas sin advertir que posiblemente en la pausa y en el mirar hacia arriba se encuentre la solución y la ruta de salida. ¡Felices Pascuas!