Los 98 años de Mirtha Legrand: entre el ejemplo y el maltrato
La llamada Diva de los almuerzas merece largamente ser espetada y considerada y no menoscabada por su edad.
Luego de años de no mencionar su edad, la actriz y conductora Mirtha Legrand modificó esa postura y ahora cada cumpleaños no sólo lo hace público sino que además se encarga de realizar un promocionado festejo.
No tiene este comentario un tinte de frivolidad, sino que rescata la condición de una persona cercana al siglo de vida que sigue trabajando, que muestra lucidez, rasgos de humor, capacidad para la lectura y la reflexión.
Si bien a las personas de 65 años se las jubila y los jóvenes van ocupando cada día más lugares, los mayores se acostumbran a dar un paso al costado, supuestamente “desbordados” por los cambios sociales y tecnológicos, convencidos de ir perdiendo su capacidad.
Eso es en realidad parte de un mito. Por citar ejemplos, mucho de los más grandes arquitectos del siglo XX y XXI siguen trabajando, mostrando capacidad y creatividad. Es el caso de Frank Gehry (95 años), Norman Foster (89), Renzo Piano (87), Rafael Moneo (87) y Alvaro Siza (92).
Ni hablar de la magia que generan Paul Mc Cartney y Mick Jagger –un Beatle, un Rolling Stone—que a los 82 años llenan estadios y dan recitales de dos horas.
Por eso debiera entenderse la importancia de fortalecer el respeto y la consideración a las personas mayores y no como sucede muchas veces con Mirtha Legrand que se busca descalificarla con comentarios groseros relacionados con su edad y hasta con penosas compulsas de quien morirá primero entre varias personas longevas.
Los mitos del envejecimiento afectan la forma de pensar y ver a la tercera edad que tienen los jóvenes y repercuten de manera negativa en la percepción del mayor sobre sí mismo. Cada comentario en ese sentido, una manera de bulling, de maltrato psicológico y social.
Si bien es claro que todos los humanos estamos “condenados” a la vejez, no es cierto que sea una etapa dónde una persona ya no sirva, no entienda, no sepa, no piense, no tenga inquietudes, no merezca su lugar.
Mirtha Legrand es una excusa para plantear este tema, que los grandes pueden tener su lugar y su espacio y que merecen un respeto que prescinda de descalificarlos por “viejos”.