Pilares a contracorriente

Mario Minervino

mminervino@lanueva.com

Es periodista, ingeniero civil y docente de la Universidad Nacional del Sud en materias relacionadas con el Patrimonio arquitectónico y el planeamiento urbano. Ha publicado notas en revistas Vivienda, Todo es Historia, Obras & Protagonistas y Summa +. Participa en varios micros radiales referidos a la historia de Bahía Blanca. En dos ocasiones recibió primera mención por parte de ADEPA en el rubro Cultura e Historia.

Llama la atención de transeúntes la ubicación de varios pilares ocupando lugares cuanto menos llamativos, en medio de veredas, obstaculizando el paso y que no dejan de ser un estorbo y un emplazamiento inadecuado del espacio público. 

La referencia es a los monolitos que sirven para el ingreso del suministro eléctrico a la obra frente a la cual se ubican. La realidad es que esa ubicación está completamente fuera de lugar, contradice las normativas sobre la cuestión, y tanto la municipalidad como la empresa distribuidora de energía (EDES) intiman a los responsables a retirar ese elemento en plazo determinado.

El porqué de esa presencia es la siguiente. Al iniciarse una obra de construcción, el propietario o la empresa constructora solicitan la provisión de energía para el trabajo. Una conexión eléctrica provisoria, que se ubica dentro del espacio que se le asigna en la vereda mientras esté en marcha esa ejecución. Esta conexión debe cumplir con los requisitos técnicos y constructivos que establecen las empresas de energía eléctrica y con los de seguridad que exige el Ente Nacional Regulador de la Electricidad.

Ese pilar tiene sentido y justificación durante el desarrollo de la obra. Terminada ésta, el constructor, el propietario o la sociedad responsable debe solicitar a EDES la conexión definitiva, la cual se ubicará desde la línea municipal hacia el interior del edificio, procediendo a la demolición del pilar de obra.

Sin embargo, es evidente que muchos no cumplen con ese trámite, sea por dejadez, olvido o negligencia. Se limitan a retirar el cerco de obra y así aparece en escena, aislado y desubicado, el pilar que, más allá de cumplir ciertas normativas, no deja de ser un riesgo para los transeúntes, dando cuenta de una conducta que no considera el riesgo que genera.