El banco Nación recuperó una pieza histórica de su fachada
El reloj ya fue colocado en la imponente puerta frente de la sucursal de Estomba 52. Se suma al trabajo de restauración total, con la recuperación del tono original símil piedra y la reconstrucción de sus cúpulas y mansardas.
Es periodista, ingeniero civil y docente de la Universidad Nacional del Sud en materias relacionadas con el Patrimonio arquitectónico y el planeamiento urbano. Ha publicado notas en revistas Vivienda, Todo es Historia, Obras & Protagonistas y Summa +. Participa en varios micros radiales referidos a la historia de Bahía Blanca. En dos ocasiones recibió primera mención por parte de ADEPA en el rubro Cultura e Historia.
Fue el arquitecto alemán Mies van de Rohe (1886-1969), uno de los maestros de la arquitectura moderna, quien popularizó la frase “Dios está en los detalles”, en referencia —según mencionan algunos estudiosos— a la importancia que en una obra adquieren componentes que, en principio, pueden parecer menores o insignificantes.
El autor de ese pensamiento se cree que fue el escritor francés Gustave Flaubert (1821-1880), quien mirando una obra pictórica habría dicho le bon Dieu est dans le détail; es decir, que no cualquier faceta del Creador, sino la mejor, se encuentra en los detalles, los que hay que saber detectar.
La reflexión viene a cuento del reloj que ha sido recolocado en la imponente puerta frente de la sucursal local del Banco de la Nación Argentina, en la calle Estomba 52 de nuestra ciudad, que se suma al trabajo de restauración de la fachada con la recuperación del tono original símil piedra y la reconstrucción de sus cúpulas y mansardas.
La intervención es consecuencia del incendio que a fines del año 2018 afectó al edificio, originado en la azotea por un desperfecto eléctrico.
La recuperación del inmueble fue, en términos patrimoniales, una oportunidad para devolverle su esplendor original.
Al licitar cada trabajo la entidad destacaba el valor del edificio como “parte esencial de la memoria bahiense por su valor cultural, su riqueza constructiva, su sentido de pertenencia y por conservar su uso luego de más de cien años”, indica.
En ese camino es que aparece el símil piedra, el retiro de partes añadidas, el reemplazo de materiales inadecuados y, ahora, la recolocación del reloj en la puerta de acceso principal.
Los antecedentes
No hay precisiones sobre cuándo se retiró el reloj del edificio.
Algunas fotos dan cuenta que hasta fines de los 60 estaba en funcionamiento, aunque ya mostraba algunas deficiencias.
No era, además, el reloj original colocado en 1921, porque si bien seguía siendo de un único cuadrante, aquel tenía números romanos y no arábigos como el actual.
“La idea de reponer el reloj estuvo presente siempre. Cuando revisamos el sitio que ocupaba encontramos dos esferas: una de números arábigos y otra de números romanos. Pero faltaba todo el resto, desde la carcasa hasta su mecanismo operativo. Entonces fue que decidimos su reconstrucción”.
Quien lo explica a La Nueva. es el arquitecto Rafael Cayol, responsable del área de Patrimonio Arquitectónico de la Oficina de Infraestructura del Banco de la Nación Argentina.
La licitación realizada planteó la provisión de un reloj de un metro de diámetro, con un cuadrante realizado en policarbonato extra cristal, un tratamiento blanco para facilitar su iluminación y un diseño ajustado al original.
La obra fue finalmente contratada con la firma Gnomon, de la ciudad de Jesús María, en Córdoba, especialista en la reparación y puesta en valor de grandes relojes y campanarios.
Con más de dos décadas de experiencia y habiendo reparado los relojes de las fachadas de la Casa Rosada y del Cabildo porteño, esta casa de verdaderos artesanos puso de inmediato manos a la obra.
Guillermo del Valle, titular de la empresa, refiere a este medio algunos detalles del trabajo.
“Del aparato original sólo estaba la carcasa y el vidrio, mientras que el cuadrante se encontraba en muy mal estado”, dice.
“Así que utilizamos esa carcasa, cambiamos la esfera y colocamos una maquinaria nueva”, detalla.
También se reconstruyeron las agujas conforme el estilo y respetando el diseño original.
Del Valle explica que este tipo de reloj público tuvo su origen en las iglesias de la edad media, utilizados para señalar la hora de misa y del rezo del Ángelus.
“Después lo incorporaron los edificios bancarios, las oficinas públicas y las casas de gobierno”, agrega.
“Hay casos de edificios que dejaron preparado el hueco para una futura colocación —a veces no era simple conseguir estas piezas—, el cual se tapiaba con ladrillos de canto para facilitar su posterior demolición”, menciona.
Un detalle no menor del nuevo reloj es que incorpora elementos de los nuevos tiempos, tanto en tecnología como en comunicación.
Consultado sobre el costo que tiene este reloj —en nuestra ciudad hay varios edificios que han perdido esa pieza—, señaló que hacerlo completo demanda una inversión de entre 6 y 8 millones de pesos.
“Eso se encarece con la colocación cuando, como el caso de la ciudad de Bahía Blanca, es lejos de nuestro sitio de trabajo”, argumenta.
Un detalle no menor del nuevo reloj del banco Nación es que incorpora elementos propios de los nuevos tiempos, tanto en materia de tecnología como de comunicación.
Funciona con un mecanismo electro mecánico, con una unidad controladora de tipo pulso minuto, con posicionamiento de hora y una unidad de control con GPS que posiciona las agujas ante eventuales cortes del suministro eléctrico.
También controla cada 20 segundos que las mismas estén en hora mediante la información satelital, de manera de garantizar que sea exacta.
Por último, este tipo de relojes, explica Del Valle, requiere muy poco mantenimiento y son construidos con materiales apropiados para su ubicación.
“Todos sus componentes son fabricados por nuestra empresa y pensados para una relojería monumental, con piezas de alta duración y bajo o nulo mantenimiento, aptas para la intemperie y que brinde al banco la hora oficial y exacta”, explica.
Oculto hoy entre andamios, tablones y tela, el reloj ya está en marcha.
Es un detalle en semejante obra. Es el lugar donde se advierte el buen Dios.
Para el final
Horas non numero nisi serenas (Sólo marco las horas apacibles; leyenda en un reloj de sol romano).
La reapertura del banco Nación no tiene una fecha establecida.
Se han completado tareas importantes, reconstruido cubiertas y realizado nuevas instalaciones.
A diferencia de otros edificios locales en muy mal estado —Escuela Nº 2, Correos, Aduana, ex Hotel Sudamericano— que llevan años cercados y sin ninguna obra en marcha, los trabajos en el entidad nunca se han detenido y es viable pensar que, en un par de años, se habrá recuperado, con la premisa de considerar su valor patrimonial e histórico y la posibilidad de modernizar sus instalaciones.
Un dato de color
En agosto del año 1966, el reloj del banco Nación sufrió lo que este diario definió como “un fenómeno inusual”: sus agujas comenzaron a girar en sentido inverso, antihorario, un reloj levógiro.
“Este síntoma de rejuvenecimiento, o este retroceso en el tiempo, fue motivo de la curiosidad del público que, por ejemplo, entraba al banco a las 12.40 y salía a las 12.25”, indicó la nota.
¿Cómo pudo haber ocurrido este hecho? Hay varias causales posibles.
Si el motor eléctrico funciona con corriente continua y los cables de alimentación se invierten, el motor gira en sentido contrario. También si un componente electrónico se daña o si la frecuencia de la red eléctrica es inestable.
Los que faltan
Al menos tres edificios destacados de nuestra ciudad han perdido (o esperan su reloj).
Son los casos del inaugurado en el año 1926 en avenida Colón y Vicente López que, durante décadas, tuvo uno en su remate de esquina.
También contó con esa pieza el banco Alemán Trasatlántico, inaugurado en 1911 en Estomba y Sarmiento, actual sede del Concejo Deliberante de Bahía Blanca. En los dos casos un hueco da cuenta de esa falta.
También se ha perdido el reloj eléctrico de cuatro cuadrantes que coronaba el pilar donado por la comunidad sirio libanesa a la ciudad en 1928, ubicado en el parque de Mayo.
Por último, la torre del Palacio Municipal local, construida entre 1906 y 1909, dejó preparado el hueco para un reloj que nunca se colocó, posiblemente por la imposibilidad de adquirirlo en ese momento.
El tiempo ha hecho que estos relojes públicos ya no sean tan útiles al caminante pero, sin dudas, son un componente clave y relevante de cada edificio y la posibilidad de reponerlo no es un gesto menor.