Bahía Blanca | Miércoles, 09 de julio

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Mamás Cuidadoras: guardianas de un espacio que transforma vidas en la ciudad

Reciben a casi 300 niños y niñas de entre 45 días y 6 años de 7 centros barriales en el marco de un plan municipal. Apoyar a familias vulnerables con este servicio diario hacia las infancias les cambió por completo.

 

Gabriela Gómez (izq.), Pamela Ayala y Ludmila Cucherenzo. Fotos: Emilia Maineri-La Nueva.

Las Mamás Cuidadoras son las guardianas de un programa que lleva el mismo nombre y que funciona en nuestra ciudad desde 1991 cuando en una casa de barrio se armó un espacio seguro para brindar cuidados a aquellos niños y niñas cuyas familias en contextos vulnerables necesitaran dejarlos por unas horas para salir a trabajar.

No son pocas las madres que crían a sus hijos solas, acorraladas por la situación económica y las inequidades sociales y deben buscar una fuente de ingreso para mantener el hogar.

Desde 1991 hasta hoy el programa se desarrolló de forma exponencial (cuantitativa y cualitativamente) tanto que hoy las Mamás Cuidadoras atienden en siete Centros de Atención Infantil de los barrios con más necesidades a casi 300 niños y niñas, de entre 45 días y 6 años, de lunes a viernes, de 7.30 a 14.30.

El programa, bajo la coordinación de la Lic. Pamela Ayala desde 2018 (antes se desempeñó 11 años como psicopedagoga del mismo programa), cuenta con un equipo técnico de profesionales integrado por psicólogas, psicopedagogas y trabajadoras sociales, encargadas de diseñar el plan estratégico que orienta las actividades de todo el año y de atender los casos específicos de niños y niñas en situaciones más vulnerables.

“Tenemos 7 centros en total: dos, que atienden a 33 niños, tres centros de 40 niños y dos centros más que atienden a 58. La mayoría de las familias los dejan allí porque trabajan, otros son derivados del Servicio Local por alguna otra dificultad y también por necesidades básicas insatisfechas", señaló Ayala.

La muestra de las maquetas de los barrios y el trabajo de los centros.

El rol de las mamás cuidadoras es fundamental. Ellas son quienes están presentes para atenderlos, cuidarlos, jugar y desarrollar las actividades del día y para estar atentas a situaciones que requieran el despliegue de otros recursos y aseguren a los niños y niñas el cumplimiento de sus derechos.

Como realizan rotaciones internas pueden cumplir tres funciones institucionales: atención de niños, limpieza y cocina.

El programa cuenta con la herramienta institucional Cuadro de Reemplazo tiene dos objetivos: el primero no afectar el servicio (tratar de no cerrar salas) por sus francos o licencias médicas y el otro es lo autogestivo de cada grupo social, para que puedan tomarse francos, horas o licencias cuando ellas quieran, frente a un criterio acordado.

El programa brinda atención a las infancias de forma interdisciplinaria.

Mamás Cuidadoras tiene un triple impacto: no sólo beneficia a las infancias y a sus familias sino que alcanza también a las propias cuidadoras, mejorando sus vidas y, en muchos casos, permitiéndoles cumplir sus sueños personales.

La mayoría de las mamás cuidadoras, antes de serlo, tenían trabajos inestables y mal remunerados, y no podían capacitarse ni atender a su desarrollo personal.

Algunas de ellas, de distintas trayectorias y edades, compartieron sus historias con La Nueva.

Los testimonios son una invitación a reflexionar cómo un programa de estas características, cuando funciona de forma adecuada, con planificación, compromiso y trabajo, genera experiencias que benefician a vastos sectores y que hasta exceden los objetivos propuestos.

Ely Barra y sus hijas.

—Elizabet Barra lleva 24 años en el programa, la mayor parte del tiempo en el centro de Villa Rosario. Antes de Mamás Cuidadoras lavaba ropa a mano y planchaba en su casa para criar a sus hijas que tenían 3 y 4 años.

“Cobraba por cesto de ropa. Hacía eso para salir adelante”, contó.

Cuando se enteró de que tenía una oportunidad laboral en el programa se presentó y quedó seleccionada.

“Sabía cómo ser mamá, pero no cómo cuidar a tantos chicos y los miedos estaban. No sabía a qué me iba a enfrentar, pero con cada entrevista me fui animando más. Cuando me dijeron que quedaba me lloré todo”, rememoró.

En tantos años de actividad son cientos los niños y niñas que recibieron sus cuidados: a los que acunó, consoló, educó, ayudó a deambular y vio dar los primeros pasos hasta el egreso.

“No quiero llorar —dijo emocionada—. Lo más gratificante es ver que quienes fueron niños del programa, y hoy son padres y vuelven a traer a sus hijos", añadió.

Compartió una experiencia que tuvo hace poco con un joven llamado Juan que, de chiquito, había estado en el plan.

“Vino a casa y me dijo: 'Seño Eli ¿usted sigue en Bambi? Porque quiero llevar a mi nena'. Eso te gratifica”, expresó.

“Volver a verlos y que te den un abrazo, recordar experiencias juntos y que te cuenten cómo fue para ellos es lo más lindo. Es hermoso que lo puedan expresar”, dijo.

Motivada e incentivada por miembros del programa, Eli terminó sus estudios secundarios y, a los 33 años, se convirtió en una referente para quienes no se animaban a hacerlo.

“Me siguieron mis hermanas y otras personas que me veían estudiando. Uno fue contagiando a otro”, contó.

Tiene tres hijas: Daiana (29), Johana (28) y Sharon (20). Las tres fueron contenidas por el plan en sus infancias.

“Las capacitaciones del programa me ayudan a crecer porque, más allá del amor y contención que una pueda brindar, se necesitan otras herramientas", consideró.

Gabriela Gómez y sus hijos, feliz por la experiencia y tanto desarrollo personal.

—Gabriela Gómez es mamá cuidadora desde 2009 (inició en el Centro Bambi del barrio Thompson). En estos años pasó por varios sitios y hoy se encuentra en Don Bosco.

Su contexto era muy adverso cuando se postuló para el empleo: había sufrido violencia de género, trabajaba en casa de familia por un salario muy magro y estaba sola con sus tres hijos: Camila (5), Belén (7) y Alejandro (10).

Después de varias entrevistas fue convocada. En esos momentos no era requisito tener el secundario completo.

“Tenía los conocimientos básicos de una mamá, pero brindar cuidados a otros niños es distinto”, contó.

“El programa tuvo un gran impacto en mi vida. Me sentía depresiva, era una persona que no hablaba. Aprendí cosas que no pensé que podía aprender. Fue un antes y un después”, confió.

Entre lágrimas comentó que este trabajo le brindó oportunidades que jamás pensó tener. “Me emociona pensar cómo ingresé y cómo estoy ahora. Crecí como persona”, dijo.

“Muchas familias sufren distintas situaciones y, para mí, que estuve de ese lado, es muy emocionante poder aportar mi granito de arena y ayudarlas”, agregó.

Gómez logró completar la secundaria y hoy estudia Trabajo Social para tener más herramientas para seguir ayudando.

“Antes sólo me veía a mí misma. Hoy mi mirada está más abierta y más todavía hacia el cuidado de los niños”, reflexionó.

Ludmila, una mamá orgullosa junto a pequeño Giovani.

—Ludmila Cucherenzo, del Centro Mi Casita, del barrio Maldonado, es mamá del barrio Noroeste.

Hace un año que empezó con este trabajo y tiene a su hijo Giovani, de 5 años, en el Centro Luján.

“Me acerqué al programa porque no tenía con quien dejar a mi nene para salir a trabajar. No podía pagar una niñera y tampoco podía estar segura de que iban a cuidarlo bien”, contó.

“Cuando mi nené quedó se me alegró la vida: por fin podía dejarlo en buenas manos y salir a trabajar tranquila”, recordó.

Ludmila comentó que, durante el día, junto a otras 5 mamás, es quien recibe a las niñas y niños. Juegan, desayunan, cantan, promueven el orden y hacen actividades en la sala o en el patio.

“Quedar seleccionada en un trabajo así fue una experiencia única y muy emocionante. Me siento muy parte de esto”, dijo.

Antes de entrar a Mamás Cuidadoras tenía ingresos magros en trabajos esporádicos donde no recibía buen trato.

“El otro día, con mi nene, miramos los cartelitos que hicimos juntos y que siguen pegados en el centro y eso lo emocionó un montón”, comentó con alegría.

—La trabajadora social Mariel Della Chiara llegó a Mamás Cuidadoras hace 7 años, pero hace muchos más que trabaja en el área de Niñez.

Hoy se encuentra en los centros del barrio Noroeste y Villa Harding Green. Su función es recibir a las familias que se acercan a anotar a sus chicos.

Solo en el barrio Noroeste, hay 50 bebés anotados en una lista de espera para asistir al centro de Charlone y Bolivia, un lugar de paso a sus trabajos para no pocas familias.

“Hay muchas familias en lista de espera. Con ellas hacemos un trabajo de reconexión para que reiteren el pedido y sepan que no nos olvidamos y que el llamado finalmente llega”, señaló.

“Estamos para ofrecer la contención, el juego y el desarrollo motriz, emocional y sensorial. Y las comidas son muy nutritivas”, comentó.

Remarcó que las familias que se acercan hacen un gran aprendizaje junto a las mamás cuidadoras y al equipo técnico.

“Se nota que quieren lo mejor para sus hijos y darles una vida distinta a la que ellas han tenido”, señaló.

“Tienen escucha, compromiso y esas ganas de salir adelante, de progresar y de que sus hijos estudien”, dijo.

—Lucía Álvarez D' Alberti, licenciada en psicopedagogía (se desempeña en los centros Noroeste y Luján) comentó que la planificación de contenidos se renueva cada año.

“Este año elegimos el barrio como eje transversal, justamente para abordar temas vinculados a las identidades, al espacio y a la comunidad”, contó.

“Nos parece muy importante el trabajo en red y que las familias, el equipo técnico y las mamás tengan comunicación con toda la comunidad”, destacó.

La planificación propone actividades con contenidos pensados para desarrollar diferentes habilidades en los niños y niñas para que en la guardería tengan espacios de oportunidad y aprendizaje. En este marco se planifican también los festejos como el día de los egresados y capacitaciones y talleres para las mamás cuidadoras.

Por su parte, la psicóloga María Lucrecia Suárez, integrante del programa desde hace tres años, señaló que el rol fundamental de las psicólogas es acompañar a los niños y niñas, familias y cuidadoras.

“Observamos aspectos emocionales de los niños y niñas. Estamos atentas y ante una vulneración de derechos, hacemos el informe correspondiente. También acompañamos a las familias en las dificultades que van surgiendo en lo cotidiano”, dijo.

“Trabajamos mucho con las cuidadoras porque ellas son las que más están en el día a día con los niños. En caso de que sea necesario hacemos derivaciones”, afirmó.

—“Desde que ingresé a este programa lo viví como un espacio de posibilidad para quien pase por él. Genera grandes aprendizajes, ya que siempre podemos aprender del otro, y fomenta capacidades adaptativas todo el tiempo”, dijo Pamela Ayala, la coordinadora.

Señaló que cada mamá cuidadora se construye a través de pasos que van desde lo innato, con todo lo que cada una trae en su bagaje de vida, hacia lo adquirido, ya sea a través de capacitaciones formales o en el día a día con compañeras, equipo técnico o coordinación.

María Lucrecia Suárez (izq.), Pamela Ayala, Mariel Della Chiara y Lucía Álvarez D' Alberti.

“Ellas no son docentes, son mujeres de la comunidad convocadas y seleccionadas, aunque en cada recorrido de aprendizaje van profesionalizando su rol desde el compromiso, afecto y empatía”, explicó.

Por último, consultada por La Nueva. sobre la satisfacción personal que le aporta este programa contestó: “Es ver el crecimiento personal de cada integrante del mismo y del programa en sí mismo. El desafío es siempre dar un paso más”.

Una mirada más amable sobre las familias

Recientemente, el programa Mamás Cuidadoras acompañó una actividad propuesta por el Municipio local a fin de conmemorar los 35 años de la firma de la Convención Internacional de los Derechos del Niño, Niña y adolescencia, que se llevó a cabo en el hall principal.

Allí, presentaron una muestra del trabajo realizado durante el año con los niños y niñas y sorprendieron con algo especial: las familias y mamás de los distintos centros crearon una maqueta por cada barrio donde el programa tiene alcance.

El Municipio también convocó a la Casa de Abrigo 1 y el EPI (Espacio de Primeros Cuidados) destinados al cuidado, promoción y protección de estos derechos.

Nicolás Marín, director general de Promoción de Espacios y Cuidados y Andrea Quiroga Reta, directora de Programas de Restitución de Derechos señalaron que ambas direcciones trabajan de forma articulada y son dependientes de la subsecretaría de Niñez, Adolescencia y Familia, cuya titular es Yamila Pérez y de la secretaría de Políticas Sociales y Fortalecimiento Comunitario, a cargo de Romina Pires.

“Creemos que el verdadero acompañamiento a las infancias y adolescencias se tiene que dar mancomunadamente entre los programas”, dijo Quiroga Reta.

“Si bien siempre existió una lógica de separar los programas de promoción y de protección, entendemos que cuando estamos cuidando a un niño, niña o adolescente también lo estamos protegiendo”, agregó.

Nicolás Marín, director general de Promoción de Espacios y Cuidados y Andrea Quiroga Reta, directora de Programas de Restitución de Derechos.

Destacó que no se debe esperar las situaciones de urgencia y agudeza para actuar, sino pensar que la prevención está en el momento en que uno presta la mirada y la escucha a una situación.

“Tenemos que tratar de tener una mirada más amable hacia las familias en contexto de vulnerabilidad. No olvidar que detrás de una situación de carencia hay una familia que la está pasando mal”, dijo.

Marín comentó que desde el Municipio se acompaña a más de 1.500 niños y jóvenes a través de dispositivos en territorio destinados a la primera infancia y que hay espacios como Centros de Día y el Programa Envión.

Para más información sobre los centros: www.bahia.gob.ar/hogares/mamascuidadoras/