Estrenó en Argentina "El niño y la garza", el regreso de Hayao Miyazaki
La nueva obra del mítico Studio Ghibli recorre la historia de un chico que atraviesa un viaje fantástico cargado de simbolismo.
La inmensidad que adquiere para un chico atravesar un duelo, el tránsito de la niñez a la adolescencia y las decisiones que marcarán el futuro son los temas que aborda “El niño y la garza”, la última película de animación del realizador japonés Hayao Miyazaki, que en las últimas horas llegó a la cartelera argentina.
El director de películas como "El viaje de Chihiro”, "Mi vecino Totoro" y "La princesa Mononoke", que había anunciado su retiro en 2013 con el estreno de “Se levanta el viento”-ambientada en la Segunda Guerra Mundial-, regresa con un relato que tiene como punto de partida la guerra y como protagonista a Mahito, un niño que pierde a su madre en un bombardeo y que luego atraviesa su dolor ingresando a un mundo fantástico, en donde conviven vivos y muertos, junto a la convicción y el miedo, para concluir en un doloroso crecimiento que le permitirá encarar el futuro con esperanza.
Sobre una serie de premisas asentadas sobre la dualidad, en la que el deslumbramiento por mundos imposibles que se hacen reales frente a sus ojos se contraponen con figuras amenazantes e incluso diabólicas, “El niño y la garza”, ganadora del Globo de Oro a Mejor película de animación, va transitando la historia de este chico que perdió a su madre en Tokio, que luego se muda al campo con su padre Shoichi. Allí los recibe Natsuko, hermana de su mamá, que de tía pasa a ser su madrastra cuando se casa con su papá.
La curiosidad del niño lo hace acercarse a lo prohibido; esto es, la torre clausurada desde hace generaciones, que en definitiva funciona como la puerta a otro plano, a lo fantástico, necesario para lidiar con las amenazas de lo real: desde la pérdida hasta el bullying que sufre diariamente.
El filme, como toda la obra de uno de los fundadores del mítico estudio de animación Ghibli, tiene su arraigo en el sintoísmo, una religión que le asigna a todos los seres y objetos de la naturaleza algo así como un alma, además de creer en criaturas espirituales pero a la vez, bien concretas para sus personajes.
El recuerdo es el elemento principal del cine de Miyazaki y si bien la película está basada en el libro “¿Cómo vives?”, de Genzaburo Yoshino, el director japonés le suma datos autobiográficos –el padre del protagonista, al igual que Horikoshi en “Se levanta el viento”, están inspirados en el progenitor del cineasta, que fue gerente de una fábrica de aviones-, pero sobre todo, se erige como el arquitecto que diseña su propio universo de pesadilla así como también su espacio de escape para lidiar con los horrores del mundo, como Mahito, que desde lo onírico, en el relato debe entrar a la torre para batallar con la pérdida y los miedos de la infancia.
La garza, que es un ave pero con características humanas, cotorras gigantes que ven al joven héroe como una sabrosa comida para luego convertirse en pajaritos alegres e inofensivos, lluvias de fuego, puertas que deciden destinos para siempre, son las pruebas que debe sortear el joven mientras busca a su madrastra perdida en ese laberinto, una mujer noble que no abandonará el lugar hasta que Mahito le permita acompañarlo en el dolor por la ausencia de su madre.
Miyazaki dedicó siete años al desarrollo de "El niño y la garza", iniciado en 2016. La película, creada de manera tradicional, cuadro por cuadro, honra la filosofía de este director de que “la herramienta de un animador es el lápiz.”
A diferencia de producciones anteriores de Studio Ghibli, este proyecto requirió mayor personal y un tiempo más prolongado. Miyazaki reveló que, a pesar de contar con 60 animadores, solo producían un aproximado de un minuto de video al mes. A modo de comparación, la creación de “Mi vecino Totoro”, realizada con ocho animadores, se completó en ocho meses. (Con información de Infobae y Télam)