Bahía Blanca | Martes, 30 de abril

Bahía Blanca | Martes, 30 de abril

Bahía Blanca | Martes, 30 de abril

Cuando Bahía Blanca no formó parte de Argentina

Entre 1852 y 1861, la Provincia de Buenos Aires fue un Estado independiente, con autoridades, leyes, moneda y ejército propios, al margen de la Confederación comandada por Urquiza. Y la ciudad, por entonces un poblado, ocupó un rol decisivo en los planes de los gobiernos secesionistas.

 

Capítulo 1

 

El rechazo de la Sala de Representantes de la Provincia de Buenos Aires fue tajante.

El acuerdo firmado en San Nicolás de los Arroyos por los 14 gobernadores de la Confederación Argentina era una amenaza directa a su situación política y económica.

El pacto no sólo nombraba al entrerriano Justo José de Urquiza como Director Provisorio de la Confederación, con poderes ejecutivos semejantes a una figura presidencial, sino que establecía el llamado a un Congreso General Constituyente en la ciudad de Santa Fe, con una participación equitativa de dos diputados por cada provincia, para redactar una carta magna que sentara definitivamente las bases de la organización nacional.

Desde la perspectiva de porteños y bonaerenses ambas decisiones constituían una afrenta directa a su hegemonía.

Justo José de Urquiza

Por un lado se oponían a que los destinos de la Provincia quedaran en manos de quien consideraban como un caudillo del interior, alguien completamente ajeno a sus intereses. Por otro, estimaban inadmisible que los demás distritos tuvieran el mismo número de diputados en el recinto del debate constitucional. A su criterio debían liderar las negociaciones por su histórica gravitación en la toma de decisiones generales.

El punto más irritante del acuerdo, sin embargo, estaba relacionado con las finanzas. Cada administración local debía ceder un porcentaje de sus recaudaciones tributarias para el mantenimiento del gobierno nacional. El enojo no era casual: el volumen de los ingresos aduaneros del puerto de Buenos Aires los forzaría inevitablemente a convertirse en los mayores aportantes del proyecto de Urquiza.

Era el 31 de mayo de 1852. Habían pasado apenas 118 días desde la caída de Juan Manuel de Rosas en la Batalla de Caseros, y ya todo hacía presagiar que se avecinaban más tiempos difíciles.

Buenos Aires en 1854

De nada sirvieron los argumentos expuestos por el gobernador Vicente López y Planes para justificar su firma en el tratado nicoleño. La respuesta de la opinión pública, reflejada a través de las encendidas columnas de los periódicos, precipitó la decisión de la Legislatura: Buenos Aires no iba a validar el acuerdo con la Confederación.

En medio de una creciente agitación política, a lo largo de los siguientes tres meses se sucedieron la renuncia de López y Planes, la intervención militar de Urquiza, la disolución de la Sala de Representantes, la designación de los dos diputados constituyentes por la Provincia, y la entrega del poder al general entrerriano José Miguel Galán para evitar cualquier foco de insurrección mientras se desarrollaba el Congreso General en Santa Fe.

A pesar de que la situación parecía bajo el control del gobierno confederado, en las primeras horas del 11 de septiembre estalló una revolución en toda la ciudad de Buenos Aires, liderada por referentes como Valentín Alsina, Bartolomé Mitre y Dalmacio Vélez Sarsfield, quienes tomaron la sede de la gobernación acompañados por grupos de milicianos armados.

La bandera del Estado de Buenos Aires

La Provincia quedó transitoriamente en manos de Manuel Pinto, un veterano general de las Guerras de la Independencia, quien dispuso de inmediato las primeras medidas oficiales de los revolucionarios: derogó la aprobación del Acuerdo de San Nicolás, decretó la reapertura de la Legislatura, ordenó el regreso de los dos convencionales y rompió relaciones con la Confederación Argentina.

Con esas cuatro decisiones quedó establecida de hecho la secesión: la Provincia de Buenos Aires se posicionó como un Estado independiente para la toma de sus decisiones, tanto en su relación con otros estados como en la administración de sus recursos.

Aunque sus límites territoriales quedarían formalmente establecidos recién dos años después, con la sanción de una Constitución propia, desde el principio el nuevo gobierno dejó en claro que su jurisdicción ocupaba una amplia área que se extendía hacia el sudoeste, desde la Ciudad de Buenos Aires hasta la cuenca del río Salado, además de abarcar las lejanas poblaciones establecidas en 25 de Mayo, Azul, Tandil, Bahía Blanca y Carmen de Patagones.

Buenos Aires y la Confederación

La escisión se mantendría durante nueve años, hasta septiembre de 1861, en medio de innumerables tensiones entre el Estado de Buenos Aires y la Confederación.

En ese lapso la Provincia construyó un fuerte concepto de autonomía, con autoridades, leyes, moneda, cuerpo diplomático, ejército y símbolos propios, que no renegaban de la identidad argentina pero que buscaban acentuar la autodeterminación bonaerense.

En esencia, Buenos Aires se percibía como un "Estado con el libre ejercicio de su soberanía interior y exterior, mientras no la delegue expresamente en un gobierno federal", según quedaría expresado en el artículo primero de su Constitución.

Un peso del Estado bonaerense

Su existencia institucional fue breve pero intensa: en menos de una década se fundaron las localidades de Chivilcoy, Bragado, Las Flores y Lomas de Zamora, se tendieron los primeros 40 kilómetros de la línea ferroviaria del país, con un trazado que conectaba el centro porteño con la localidad de Moreno, se instaló una incipiente red de aguas corrientes y alumbrado a gas en la Ciudad de Buenos Aires, y comenzó un proceso de modernización en las áreas rurales, con la incorporación de la maquinaria a vapor, para favorecer las exportaciones.

Fue una etapa de relativa prosperidad, en buena medida por los generosos recursos aduaneros. El bienestar económico favoreció que la expansión y consolidación del nuevo Estado fuera una política constante, acaso como una forma de posicionarse mejor frente a la constante amenaza de la Confederación.

Posiblemente ése fue el motivo por el que casi todos los gobernadores bonaerenses del período mostraron en algún momento su interés por aquella lejana tierra conocida como Bahía Blanca.

* La semana próxima, el Capítulo 2 *