Bahía Blanca | Sabado, 05 de julio

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El Sínodo de los obispos podría lograr reformas en la Iglesia

Más de 400 sacerdotes, laicos, obispos y religiosas fueron convocados por el Papa para debatir los temas más polémicos de la institución.

La primera parte de la asamblea se llevará a cabo este octubre.

En una asamblea que se realizará entre este año y el próximo, el Papa Francisco permitirá que se sometan a debate los temas que generan más polémica dentro de la Iglesia, como el celibato y la posibilidad de que hombres casados puedan ser sacerdotes en regiones de marcada escasez de vocaciones, el diaconado femenino -el peldaño anterior al sacerdocio- y la integración plena de los católicos divorciados en nueva unión y de las personas LGBTQ+ a la vida eclesiástica.

Será con motivo de la realización, en dos tramos, del Sínodo de los obispos, comenzando en octubre de este año y continuando en el mismo mes del año que viene. La asamblea comenzó en 2021 con una consulta al clero, inédita por lo participativa, con el objetivo de promover el diálogo interno a la luz de la fe.

A partir de esto, surgieron una variedad de álgidos temas que, si bien no se espera que necesariamente haya resoluciones concretas y que el pontífice las asuma, sí promete ser un camino para abordarlos.

Entre los casi 400 participantes no sólo habrá obispos y sacerdotes, sino que la cuarta parte del grupo convocado está conformado por laicos y religiosas. Además, por primera vez, 56 mujeres tendrán derecho a voto. 

“Este sínodo sobre sinodalidad tiene una gran importancia porque, por un lado, hasta hoy logró una participación inédita en otros procesos realizados en la Iglesia y porque, por el otro, consolida la identidad como pueblo de Dios que se abre a la escucha de la voz del Espíritu Santo que habla en nuestras comunidades, en el clamor de los pobres y en el geminado de la Tierra”, dijo el monseñor Jorge Lozano, arzobispo de San Juan y ex secretario general del Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam), que acompañó el proceso sinodal previo a nivel regional.

En cuanto a los temas más polémicos, Lozano dice que “ya hubo varios avances” como en el caso del acceso de hombres casados al sacerdocio o el diaconado femenino en el sínodo sobre la Amazonía y en la apertura a los divorciados en nueva unión en la exhortación apostólica “Amores Laetitia”, pero que “se podrá continuar profundizando su tratamiento”.

La argentina María Lía Zervino, presidenta de la Unión Mundial de Organizaciones Femeninas Católicas (UMOFC) y una de las primeras tres miembros mujeres del Dicasterio para los Obispos del Vaticano considera que este sínodo es de “máxima importancia” porque “solo caminando juntos, lo cual hacemos pocas veces, podremos predicar la Buena Noticia y ser creíbles”. A la vez que señala que “es la gran oportunidad de encontrar un nuevo modo de encarar el Evangelio y de aplicar más a fondo el Concilio Vaticano II”.

En cuanto a que figure el diaconado femenino, dice que eso le genera “esperanza”, aunque aclara que una mayor participación de la mujer no pasa sólo por allí. Y consideró “un acto de justicia, no una reivindicación feminista, que 56 mujeres puedan votar”.

Delegada argentina para la etapa continental, la doctora en Teología Marcela Mazzini cree también que el sínodo tiene “una importancia fundamental porque se trata, ni más ni menos, de un nuevo modo de ser Iglesia".

Y agregó: "Es la verdadera reforma de la Iglesia, que no es un cisma, sino una profunda conversión personal y comunitaria, de corazones y de estructuras para ser realmente aquello a lo que estamos llamados, nuestra vocación, lo que Jesús soñó para nosotros”.

El Papa convocó a participar a exponentes de principales corrientes internas, entre ellos, al conservador cardenal Gerard Müller, prefecto emérito de la congregación para la Doctrina de la Fe y severo crítico de varias decisiones de Francisco, entre ellas la convocatoria al sínodo: “Es una protestantización de facto”, afirmó.

También extendió su invitación a personalidades progresistas como el jesuita estadounidense James Martin, que aboga por la inclusión de los homosexuales.

Ante al riesgo de que se produzcan discusiones ideológicas, el Papa no se cansa de recordar que todo sínodo “no es un congreso o un parlamento, sino una Iglesia que camina junta para leer la realidad con los ojos de la fe y con el corazón de Dios”. Así, su revolución cultural en la Iglesia se encamina a llegar a su punto más alto. (Clarín)