Bahía Blanca | Jueves, 18 de abril

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De Guaminí al mundo: Roque Saverio Marrapodi, el arquero al que no podían hacerle goles

Nació en Guaminí, creció en Punta Alta, atajó en Rosario Puerto Belgrano y el combinado de la Liga del Sur, brilló en Ferro e integró la Selección que ganó el Sudamericano ’55. Su legado deportivo fue tan impresionante que le dedicaron un libro biográfico, poemas y hasta la letra de un tango. 

No se sabe bien por qué, pero los apellidos de ciertos jugadores de fútbol de los años ‘30, ‘40 y ‘50 lograron instalarse definitivamente en la memoria colectiva de los argentinos, aun cuando casi no existen registros fílmicos de sus actuaciones y cada vez son menos los hinchas-testigos que pueden evocarlos con cierto detalle.

Hoy, por ejemplo, cualquier menor de 50 años reconoce sinónimos de futbolista en apellidos como Boyé, Stábile, Erico, De la Mata o Labruna. Y no sólo eso: también sabe que fueron de los buenos, de los que hacían goles, ganaban campeonatos y posaban heroicamente para la tapa de El Gráfico.

¿A qué se debe este conocimiento? Es difícil saberlo, pero lo más probable es que estos jugadores hayan sido tan notables con la pelota que sus contemporáneos necesitaron preservarlos de alguna forma, probablemente repitiendo sus hazañas una y otra vez hasta convertirlos en una leyenda para las generaciones posteriores.

Algo similar pasa con Roque Saverio Marrapodi.

Pero su caso es incluso más llamativo porque la gente no sólo recuerda que fue futbolista, sino que específicamente fue arquero. Y uno de los mejores en lo suyo.

En una época caracterizada por la abundancia de guardametas sólidos como Amadeo Carrizo, Mirko Blazina, Rogelio Domínguez, Miguel Rugilo y Julio Cozzi, entre otros, no resultaba sencillo convertirse en el arquero titular de un equipo de la Primera División de la AFA.

Sin embargo, Marrapodi necesitó de apenas dos temporadas en el arco de Rosario Puerto Belgrano para despertar el interés de Boca Juniors, San Lorenzo, Banfield y Ferrocarril Oeste, que a principios de 1949 enviaron intermediarios para observar de cerca a ese muchacho alto y flaco, con gran seguridad de manos, que parecía flotar entre las nubes del área chica.

Los emisarios pronto pudieron enterarse de algunos datos biográficos, como que había nacido en Guaminí el 18 de junio de 1929, en el seno de una familia de pescadores calabreses, que vivía en Punta Alta desde muy chico, que le decían “Quito”, que había trabajado en la sección Torpedos de la Base Naval, que tenía un buen récord individual como boxeador amateur, que también jugaba al básquet, y que su primera experiencia como arquero había sido en el club barrial Asfalto Frío, ubicado en la calle Villanueva, entre Brown y Murature.

Lo que no podían prever es que, en unos pocos años, ese joven se haría famoso por títulos periodísticos como "Marrapodi vs. Boca" o "San Lorenzo 0-Marrapodi 0", que su rostro ilustraría la portada de decenas de revistas, láminas y figuritas, que sería tentado por los dirigentes de la Sampdoria para jugar en la liga italiana, y que llegaría a integrar diferentes planteles de la Selección argentina.

No, nada de eso podía siquiera intuirse en aquel verano, cuando lograron convencerlo para ser el nuevo arquero titular de un Ferro recién ascendido y con aspiraciones de dar pelea. Las negociaciones fueron duras, pero con los 25 mil pesos que obtuvo por su pase -unos $970 mil a valores actuales-, el club puntaltense pudo construir parte de su confitería en la sede de la calle Humberto Primo.

La trayectoria de Marrapodi en Ferro fue tan exitosa que, aún en la actualidad, es considerado como el mejor arquero que tuvo ese club en sus 118 años.

Sus atajadas fueron tantas y tan espectaculares que, décadas más tarde, sirvieron de inspiración para el tango El Flaco Marrapodi, de Rafael Nicolau, los poemas Marrapodi, de Juan José Caruso, y El de las rodilleras, de Felipe Ibáñez, e incluso llegaron a formar parte esencial del cuento Los nombres, del genial Roberto Fontanarrosa.

"(...) Roque Marrapodi, para colmo, nombre para reventarse las venas del cuello y que lloren los ojos por un solazo bárbaro de domingo a la tarde, lleno de gente porque entra Borello o quien sea y ¡tiraaa! y allá sale disparado Marra como un lanzazo, la boca abierta, más abierta, los ojos casi en blanco, el pelo exagerado en el aire, un pie aquí, el otro allá, un manchón verde, uno gris, ese golpe en la punta de los dedos como quien puede manotear un pájaro, una gaviota...", escribió el rosarino en uno de sus textos futboleros más celebrados.

Otro de los mayores homenajes le llegó en 2012, por parte de Ángel Contela, un escritor e hincha de Ferro que dedicó varios años a realizar entrevistas y búsquedas en archivos para reconstruir la vida del legendario arquero en Roque Marrapodi. Una historia de alto vuelo, un libro que agotó sus primeras tiradas en poco tiempo.

La reveladora biografía, que desborda de anécdotas, cuenta entre otras historias que en su partida de nacimiento figuraba como "Marapodi", aunque el autor aclara que el error fue rectificado en el acta original ante un escribano.  

A la distancia, parece curioso que un futbolista con tantas condiciones no haya sido transferido a un equipo de los denominados grandes o que su vitrina personal exhiba sólo dos títulos: haber formado parte de la Selección que ganó el Sudamericano de 1955, en Chile, y el campeonato de Primera B que logró con Ferro en 1963.

Sin embargo, al contrario de lo que podría suponerse, esto no hace más que resaltar sus condiciones. Es evidente que Marrapodi no precisó de oropeles ni vueltas olímpicas para brillar como un faro en medio de las tempestades del arco, justo cuando se venía la tormenta en los pies de los delanteros de Boca, River o Independiente. Y quizá es por eso que los reconocimientos siguen, uno tras otro, a casi 55 años de su retiro y 29 de su fallecimiento.

Hoy la figura espigada de Marrapodi, con su bigote finito, sin guantes y con rodilleras, es una postal inequívoca de otra era del fútbol.

Pero hay algo en esas imágenes que se mantiene inalterable: en todas las fotos vuela. Siempre está volando, con la vista fija en la pelota y las manos atenazadas surcando el aire.

Y por mucho que lo intentan, todavía no consiguen hacerle un gol.

Trayectoria

Roque Marrapodi jugó 438 partidos oficiales: 39 en Rosario Puerto Belgrano (1947-48), 274 en Ferro (1949-55 y 1961-65), 50 en Vélez Sarsfield (1956-59), 25 en Temperley (1960) y 46 en Arsenal (1966-67).

También atajó en 2 partidos del combinado de la Liga del Sur (1949) y en 2 de la Selección Nacional (contra Portugal 3-1 e Italia 0-2, durante una gira por Europa a fines de 1954).

Tras retirarse como arquero, fue director técnico de Sporting (1968-69), Rosario Puerto Belgrano (1970), All Boys (1971) y Deportivo Morón (1971).

Poco después, ya de regreso a la localidad de Haedo, al oeste del conurbano bonaerense, comenzó a trabajar en la Gerencia de Comercialización de YPF.

Falleció el 14 de junio de 1994, a los 64 años.